El rastro perdido de un galeón español en México

Un barco de la Flota de Tierra Firme que naufragó en 1658 «es el principal candidato» para el pecio 40 Cañones que investigan en el Banco Chinchorro

Piezas de artillería del pecio 40 Cañones de Banco Chinchorro (México) C. Castillo/SAS-INAH

A apenas 6 metros de profundidad en Banco Chinchorro, una barrera de arrecifes de coral mexicana conocida antiguamente con el gráfico nombre de Quitasueños, yacen los restos de un naufragio del siglo XVII. Fue bautizado como el pecio 40 Cañones, por el número de ... piezas de artillería que contó el pescador Manuel Polanco cuando lo descubrió hacia 1960, pero «es probable» que se trate del galeón 'Santiago', un barco español de la Flota de Tierra Firme que se perdió en 1658. Así lo señala Laura Carrillo, investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia (SAS-INAH) de México, aunque añade con prudencia que esta hipótesis «todavía está en estudio».

El caso del galeón 'Santiago' fue «la crónica de un naufragio anunciado«, según el historiador Enrique Pérez. El barco, que cargaba más de 50 cañones de fundición de hierro de varios calibres ( de 6 a 18 libras), se hizo a la vela en el puerto de Cádiz junto con 17 mercantes y otros 11 galeones de guerra como éste, que debían escoltarlos y defenderlos en su ruta para recoger las remesas y mercaderías del Nuevo Mundo. Después de que las flotas de los dos años anteriores fueran destruidas por los ingleses, aquel viaje de 1658 revestía gran interés para la Corona española, debilitada por años de guerra y ahogada en deudas.

Las dificultades económicas alcanzaban también a la marina, que acusaba la falta de naos y de pilotos y marineros diestros. Prueba de ello es que el galeón 'Santiago' fue transferido desde la Armada del Mar Océano (que navegaba entre las Azores, Canarias y la costa atlántica peninsular), para ser incorporado como refuerzo en el convoy, pero no estaba diseñado para un viaje tan largo.

Además, «se sabe que los marinos que tripularon el Santiago se reclutaron por leva en la zona de Cuatro Villas (Cantabria). Precisamente el alférez Diego de Hoz de Samaño se quejó de que la mayoría eran sastres y carboneros«, explica el historiador de la Universidad Iberoamericana. La falta de experiencia de los marineros (el piloto ni siquiera sabía la derrota), sumada a que el Santiago no era un galeón para la Carrera de Indias, influyó decisivamente en su pérdida. »Errores humanos y fallos estructurales de la nao se combinaron« resume Pérez.

Un día de los inocentes fatal

Antes de llegar a Cartagena de Indias ya había sufrido daños en su arboladura, que se repitieron en su salida hacia Cuba con el resto de la Flota, demorando su partida. Obligados a navegar en solitario, la falta de preparación de la tripulación quedó en evidencia. Pasadas las once de la noche del 28 de diciembre, día de los Inocentes, el galeón Santiago encalló cerca de unas isletas. Se encontraban, sin saberlo, en la «cabeza de cayos que unos llaman Quita Sueños«, escribiría después Hoz de Samaño.

Trabajos de excavación en el pecio 40 Cañones N.Ciarlo / SAS-inah

Por fortuna, de los alrededor de 300 hombres a bordo, la mayoría soldados de infantería -«cien soldados tripulados fueron enviados a Jamaica en un intento por reconquistar la isla», anota Pérez-, solo dos se ahogaron. El historiador cuenta que, «de manera extraordinaria, todos los tripulantes, incluyendo al capitán Martín de Larrinaga y su segundo al mando, el alférez Diego de Hoz Samaño, sobrevivieron al percance«. Muchos llegaron a Honduras, de allí viajaron a La Habana y lograron regresar a España.

Gracias a sus testimonios, Pérez pudo trazar la ruta que siguió el barco hasta su naufragio en el Banco Chinchorro y el derrotero refuerza la hipótesis de que podría tratarse del pecio 40 Cañones. «El galeón 'Santiago' es el principal candidato, pero podría ser otra embarcación que no hayamos registrado ya que las crónicas contemporáneas mencionan la existencia de otro barco que había naufragado en la zona unos años antes«, advierte el arqueólogo Nicolás Ciarlo, codirector del proyecto.

Hasta 70 sitios arqueológicos

El INAH ha documentado en el Banco Chinchorro 70 contextos arqueológicos, entre naufragios y restos materiales de origen náutico de los siglos XVI al XXI. «Era un lugar en el que ocurrieron numerosos accidentes navales desde la época de las primeras exploraciones«, apunta este investigador argentino del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) del Instituto de Arqueología de la Universidad de Buenos Aires, actualmente de estancia en la Universidad de Cádiz.

Los primeros trabajos de campo en el 40 Cañones, realizados en 1978 y en los que participó el arqueólogo estadounidense Jack Irion, identificaron el pecio como una fragata británica de finales del siglo XVIII. Sin embargo, recientes estudios están reinterpretando las evidencias arqueológicas que se tenían y recabando más información que se aleja de esta primera interpretación.

Restos del barco N.Ciarlo /SAS-INAH

Los restos del naufragio están dispersos sobre un arenal en un área de 800 metros cuadrados y de los 40 cañones, quedan 36 y solo una de las tres anclas que reportó Polanco. Hasta los años 80, el lugar fue expoliado y hasta dinamitado en busca de tesoros. Sin embargo, bajo un conjunto de piedras de lastre, aún permanecen restos del casco de madera, fragmentos cerámicos cuya arcilla proviene de la cuenca del río Guadalquivir, así como municiones, herrajes y objetos de hierro concrecionados.

A partir del análisis de estas evidencias, los investigadores deducen que se trata de una embarcación europea del siglo XVII, aunque aún no pueden determinar si es una construcción típica de la Península Ibérica o del norte de Europa. Es posible, además, que las piezas de artillería hubieran sido adquiridas fuera de España, puesto que también era una práctica habitual en la época. Y el nombre del galeón complica aún más las pesquisas porque en el momento del naufragio existían media docena de barcos españoles bajo protección del Apóstol.

Interrogantes abiertos

«Estamos en fecha, en la época del galeón 'Santiago', pero todavía no podemos vincular directamente los restos del pecio con esta embarcación», en parte porque «aún desconocemos las características técnicas específicas y el lugar donde se construyó el barco», remarca Ciarlo. Por el momento, subraya, los restos de la arquitectura naval analizados no han sido concluyentes.

En una reciente intervención en el pecio, los arqueólogos excavaron en el límite del sitio ubicado hacia el este y documentaron restos del forro externo del barco y la quilla, junto a una protección de sacrificio. Las maderas se encuentran deterioradas por la acción de organismos perforantes, acusada en estas cálidas aguas caribeñas. Análisis realizados sobre muestras del forro interno y algunas cuadernas en temporadas anteriores revelaron que son en su mayoría de pino y roble, respectivamente, y que su datación casa con su hipótesis de que se trata de una nave del siglo XVII.

Vista de una parte del sitio arqueológico C.Castillo/ SAS-INAH

«La idea es hacer una campaña internacional a mediados de año con preguntas específicas que, si se conservan ciertos elementos del barco, nos podrían brindar información sobre la tradición constructiva«, informa Ciarlo. Los arqueólogos removerán parcialmente el lastre para registrar la zona central del casco »que puede ser muy diagnóstica para determinar si el barco se construyó en la Península Ibérica o en otra parte de Europa«, añade este investigador que actualmente imparte clases en el máster de Arqueología Subacuática de la Universidad de Cádiz y colabora además en el proyecto Herakles.

Los cañones tampoco resultan hasta el momento concluyentes, porque bien podrían pertenecer a un galeón español o incluso a una embarcación inglesa u holandesa. Son piezas de artillería de fundición de hierro fabricadas en Suecia, la principal exportadora de cañones de Europa en el siglo XVII, y al menos tres de ellos parecen llevar su peso en libras de Ámsterdam, lo que sugiere que estuvieron en servicio holandés o que fueron adquiridos a través de su mercado. «Un barco de pabellón español de este periodo bien podía llevar cañones comprados a Suecia a través de los Países Bajos», explica Ciarlo.

De lo que no hay duda es que un barco artillado con 40 cañones a mediados del siglo XVII era una embarcación importante. «Podía ser una urca, podía ser un galeón… hasta las definiciones se usaban de manera indistinta en aquel entonces«, comenta el arqueólogo.

A espera de los resultados que arrojen futuras actuaciones en el pecio, Carrillo, Pérez, Ciarlo y otros investigadores como Andrés Zuccolotto, Josué Guzmán, Ruth Brown y Pedro López Garrido, consideran que «preliminarmente es posible vincular al sitio 40 Cañones con el naufragio del galeón 'Santiago'» que naufragó en Chinchorro en 1658.

Una oportunidad para que España colabore

El estudio del pecio 40 Cañones se enmarca en el proyecto arqueológico que la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) realiza en la Reserva de la Biosfera Banco Chinchorro desde 2006 y que busca no solo investigar los 70 contextos hasta ahora registrados, sino «el desarrollo de estrategias que permitan fortalecer la protección y visibilidad de este vasto patrimonio cultural marítimo, así como promover la participación de colegas de otros países tanto en la misma investigación como en la capacitación de arqueólogos», señala Roberto Junco, a cargo del SAS.

Los avances y resultados de este proyecto, que se lleva a cabo bajo la coordinación de Laura Carrillo y Nicolás Ciarlo, fueron reconocidos por la Unesco con el distintivo de buenas prácticas en 2019.

En este sentido, Junco remarca que el 40 Cañones representa «una gran oportunidad para que, en el marco de la colaboración entre España y México en la investigación de naufragios históricos, se consoliden mecanismos de apoyo y colaboración para su estudio, tendiente a identificar los restos del naufragio -posiblemente de origen español-, así como para terminar de desentrañar la historia del galeón 'Santiago', llena de vicisitudes desde su asignación como escolta de la Flota de Tierra Firme en 1658».

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