La verdad del galeón español que Spielberg convirtió en pirata
Los arqueólogos identifican al Santo Cristo de Burgos, el galeón de Manila que inspiró al cineasta la película 'Los Goonies'
Han estudiado el origen de 7.000 restos de porcelana china, 500 de cerámica, 20 bloques de cera de abeja y 27 maderas procedentes del pecio
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Iniciar sesiónNo se equivocaba la pandilla de 'Los Goonies' al buscar el tesoro de Willy el Tuerto en las cuevas marinas de la costa norte de Oregón. Solo que aquel legendario naufragio del que hablaban los pueblos nativos norteamericanos desde antiguo no era de un barco pirata ... , como en la película que ideó Steven Spielberg en los años 80, sino de un galeón español. Y los arqueólogos no se encontraron con el navío de una pieza, oculto en las entrañas de la montaña, como Mikey, Andy o el pequeño Data, aquellos niños con los que se identificó toda una generación que ahora frisa los 50. En las grutas cercanas a la ciudad de Manzanita, recuperaron en junio unas maderas que han sido claves para resolver un rompecabezas de más de tres siglos. Un auténtico tesoro para los investigadores.
Los análisis de laboratorio revelaron que esas maderas que formaron parte del casco de un barco procedían de una especie arbórea, la anacardiaceae, que crece principalmente en Asia, y que los árboles fueron tallados hacia el año 1650. El arqueólogo Scott Williams, presidente de la Sociedad de Arqueología Marítima (MAS que agrupa a un grupo voluntario de arqueólogos, historiadores e interesados locales, respiró satisfecho. Todo cuadraba.
Tras quince años de investigaciones, contaban por fin con una prueba concluyente de que aquel misterioso barco que zozobró cerca de la duna de Nehalem Spit y cuya memoria alentó con el tiempo la imaginación de escritores y periodistas locales, investigadores aficionados o cazatesoros, no era otro que el Santo Cristo de Burgos, un galeón de Manila desaparecido en 1693 en su ruta a Acapulco.
Scott Williams trabaja actualmente en un informe y un artículo científico sobre este descubrimiento, que fue calificado por la revista 'National Geographic' como uno de los «más impactantes» de 2022. En los últimos meses, se han seguido recuperando materiales del naufragio, «como fragmentos de porcelana china azul y blanca y de vasijas de cerámica de la carga», explica a ABC. Y este verano volverán a embarcarse para tratar de localizar cualquier parte del naufragio que pueda estar en alta mar.
El casco del barco aún no ha sido localizado. «Hemos buscado en alta mar, pero creemos que el galeón encalló y se detuvo en aguas poco profundas, por lo que es muy difícil encontrarlo«, relata Williams.
Seis años después del naufragio del Santo Cristo de Burgos, un gran tsunami golpeó la costa y dispersó «gran parte de los restos del barco (tal vez todos)», según explica el arqueólogo, que añade: «Si todavía hay parte del barco en el mar, deberíamos poder encontrarlo a menos que esté enterrado en arena en aguas poco profundas. Es muy difícil conseguir un equipo de detección en aguas poco profundas, debido al oleaje del océano«.
El 'pecio de la cera de abejas'
Hasta el momento, se conocen cerca de 7.000 fragmentos de porcelana, más de 500 restos de vasijas de cerámica y unos 20 bloques de cera de abejas para hacer velas asociados con el Santo Cristo de Burgos, así como 27 maderas y una cadena de hierro del aparejo del barco. «Se encontró mucha más madera y cera de abejas en el siglo XIX, entre 10 y 12 toneladas de cera de abejas y cientos de piezas de madera», que «fueron recolectados por los primeros colonos estadounidenses», explica Williams, pero «la cera de abejas se derritió para su uso, y la madera se usó para fabricar muebles y otros artículos».
Tanto por la cera de abejas, que llevó a bautizar al barco como el 'naufragio de cera de abejas', como por los restos de porcelana china, los expertos sospechaban que se trataba de un galeón de Manila. Estos enormes barcos de carga que, a través del Pacífico, unieron tres continentes durante 250 años (de 1565 a 1815), en una ruta que inventó la globalización, solían transportar cera de abejas asiáticas para las velas de las ceremonias religiosas en las iglesias americanas, así como sedas, porcelanas chinas y otros artículos asiáticos de lujo. Además, existían más indicios que apuntaban en esa dirección. Los bloques de cera de abejas llevaban marcas españolas y la porcelana china, que por su diseño databa de finales del siglo XVII, también coincidía.
En un principio, se creyó que podría tratarse del San Francisco Javier, otro galeón de Manila desaparecido en 1705, pero algunos restos del barco habían sido encontrados mezclados o bajo los sedimentos del tsunami que siguió a un terremoto de magnitud 9 en la costa oeste de Estados Unidos en 1700. El candidato más probable era, por tanto, el Santo Cristo de Burgos perdido en 1693. Y los últimos análisis a las maderas respaldan esta hipótesis ya que los galeones de Manila se construían en astilleros españoles en Filipinas con materiales del lugar y la datación de las piezas recuperadas encaja con la del Santo Cristo de Burgos.
El barco, al que calculan una capacidad de entre 1.600 y 1.800 toneladas, llevaba además un cargamento de mercurio en sus bodegas, que tal vez quedó totalmente disperso tras el gran tsunami. Pero si la carga siguiera intacta en el pecio, Williams cree que «el estado de Oregón querría retirar el mercurio», altamente contaminante.
El Santo Cristo de Burgos zarpó de Cavite en julio de 1693 de forma precipitada y sin esperar a que embarcaran todos sus marineros, porque el general Bernardo Iñiguez del Bayo quiso evitar el pago de unas deudas, según una carta conservada en el Archivo General de Indias. Quizá esa falta de personal le impidió sortear las dificultades de la travesía y acabó naufragando en el invierno en la costa de Oregón, lejos de su ruta. ¿Por qué tan al norte? «¡Esa es la gran pregunta que me encantaría saber!», responde Williams, que no cree que se hubiese desviado tanto del rumbo a propósito. «Apuesto a que el galeón fue empujado hacia el norte por las tormentas«, dice.
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En la tradición oral de Manzanita perduraron leyendas que hablaban de hombres blancos con armaduras que remaron a tierra y que vivieron con los indios Nehalem durante algún tiempo, tal vez esperando un rescate que nunca llegó. En una carta de 1699, oficiales reales en Nueva España (México) escribieron sobre el Santo Cristo de Burgos: «Hasta oi se ignora su fin y paradero» (sic). Hoy por fin se sabe.
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