Crítica de ópera
Un 'Faust' de deslumbrante complejidad inaugura la temporada del Palau de les Arts valenciano
«Esta nueva producción de Gounod es un espectáculo de muchos quilates, al que la endemoniada imperfección de su desarrollo lo convierte, esta es la gran paradoja, en un objeto definitivamente humano»
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Iniciar sesión'Faust'
- Música Charles Gounod
- Libreto Jules Barbier y Michel Carré
- Dirección musical Lorenzo Viotti
- Dirección de escena Johannes Erath
- Intérpretes Iván Ayón-Rivas (Faust), Alex Esposito (Méphistophélès), Ruth Iniesta (Marguerite), Florian Sempey (Valentin), Bryan Sala (Wagner), Ekaterine Buachidze (Siebel), Gemma Coma-Alabert (Marthe), Cor de la Generalitat Valenciana, Orquestra de la Comunitat Valenciana
- Lugar Palau de les Arts, Valencia
El torpe arranque de la temporada lírica madrileña tiene su contrapunto en Valencia, porque como explica el director de escena Johannes Erath «en la tierra no existe nada sin su opuesto». El comentario surge en relación con el 'Faust' que estos días se presenta ... en el Palau de les Arts, con dirección musical de Lorenzo Viotti, quien hace su presentación valenciana.
Erath vuelve a la ciudad tras haber triunfado con 'Los cuentos de Hoffmann' en 2022. El resultado es ahora menos evidente: el murmullo general tras el final de la representación en el estreno del viernes y algunos gestos evidentes de desaprobación por parte del público dieron respuesta al trabajo del director alemán, en el contexto de un clima general de éxito. 'Faust', de Gounod, en Valencia, estrena nueva producción en alianza con La Scala milanesa, la Staatsoper de Berlín y el Teatro Real madrileño.
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El orden de prioridades obliga a poner en primer lugar a Lorenzo Viotti, responsable de una versión musicalmente poderosa. La Orquesta del Palau de les Arts es un instrumento con personalidad que Viotti reorganiza y coloca en una posición sonora que parece ser complementaria del escenario al que concede un protagonismo inmediato. Viotti y la agrupación valenciana son un acompañante cómodo, que sugiere la ruta y dibuja un paisaje seductor.
La versión final es de convincente expresividad, de acabado orquestal coherente y sustancioso. Pero hay que estar atentos y observar que ante la apariencia pulida, surge un mensaje de fondo que tiene mucho de perturbador. Viotti aporta serenidad a una orquesta que respira, articula y acentúa el texto y que ajena al efecto acaba por penetrar en las sombras de una obra de espanto e introspección.
«La espesa negrura del primer acto da paso en el segundo a un
circo de colores
apagados, de tristeza inmensa y personajes alucinantes»
Lo que suena en el Palau de les Arts es, en sí mismo, un espectáculo de dimensión inteligente, culta, minuciosa, cálida antes que esmaltada, sorprendente incluso. El emocionante arranque de la ópera surge en cohesión con un escenario que sigilosamente transporta al espectador al 'cobijo de las sombras', según dice Méphistopélès. La fantasmagoría es magistral: a la mágica superposición de geometrías se anticipa la aparición del coro sobre el centro del escenario posible bajo la soberbia iluminación de Fabio Antoci.
La espesa negrura del primer acto da paso en el segundo a un circo de colores apagados, de tristeza inmensa y personajes alucinantes. La metáfora de la vida es aquí un lugar común que destaca sobre su clásica obviedad gracias a la inquietante apariencia con la que se presenta.
El 'Faust' de Valencia surge con tanta fuerza que inevitablemente se ve abocado a la relajación. El contrapunto y también el momento más dudoso en la representación estuvo en el tercer acto originalmente situado por los libretistas Jules Barbier y Michel Carré en el jardín de Marguerite, donde ella se engalana de joyas y se entrega al amor de Faust bajo la mirada provocadora del diablo.
Zoológico de ideas
Viotti quiere que sea algo introspectivo pero en el límite está su distensión. Faust canta la cavatina 'Salut! Demure chaste et pure' con una intención claramente (exageradamente) introspectiva. La voz del tenor peruano Iván Ayón-Rivas se pierde, el agudo se prepara en exceso y luego se afalseta sin demasiada fortuna. Ruth Iniesta se carga de ingenuidad en la balada del rey de Thulé y aborda con modestia el aria de las joyas. Sin duda, hay un criterio general que explica el que todo ello tenga una perspectiva anímicamente ensimismada. Los intérpretes lo aceptan. Las consecuencias son evidentes.
A lo largo de toda la ópera, la actuación de Ayón-Rivas y de Iniesta es educada, en el primer caso más acorde a una con irregularidad que tiene mucho que ver con su propia proyección vocal. Sin embargo, los medios tienen enjundia. Es muy evidente en el quinto acto en el que todo se sucede de manera más explícita.
Ayón-Rivas, que hasta ese momento ha dibujado un Faust algo temeroso y observador, pisa con decisión y suficiencia, favoreciendo la claridad un timbre vocal que suena especialmente agradecido. Ruth Iniesta se expande entonces con verdadera fortaleza, demostrando una profesionalidad intachable, construyendo su papel con solidez y decidida a darlo todo.
Méphistophélès queda en manos del aplaudido Alex Esposito quien ahonda poco a poco en el papel y lo carga de dramaticidad al tiempo que la voz se redondea y adquiere volumen. Es necesario recordar también al barítono francés Florian Sempey quien construye un Valentin muy armado al que maquilla su apariencia de payaso blanco y lanzador de cuchillos. Con voz muy redonda y particular encanto, Ekaterine Buachidze representa al enamorado Siebel. En el transcurso del final, Viotti proclama la solvencia instrumental de la versión.
El 'Faust' de Erath es un poderoso zoológico de ideas que tienen una exposición turbadora en el primer y segundo acto, que se modera en el tercero antes de convertir los dos últimos en una complejidad conceptual difícil de atrapar.
El trabajo técnico es espectacular y a su antojo surgen escenas escénicamente turbulentas. Pero en el exceso está la trampa y el propio desplome del proyecto. El circo pasa a ser un teatro en el que las almas de los personajes se exponen y del que se desprende muy ingeniosamente Méphistophélès tras su aparición como director de orquesta. El confesionario entorno al cual se reordena la escena sirve de puerta al sacrílego cuarto acto en el que ahora Méphistophélès, en continua metamorfosis, es un papa organista al que rodea una corte de payasos monaguillos.
Y aún queda la definitiva y problemática duplicación de papeles, la acumulación de símbolos y el atropello de imágenes, justo en el momento en que de manera expansiva los intérpretes imponen su verdadera identidad. Méphistophélès y Marguerite se han jugado el futuro a las cartas. Un mundo vicioso recorre la escena al tiempo que Viotti convierte las escenas de ballet en otro punto culminante. De ese final participa también el coro de la Generalitat Valenciana, indudablemente, otro de los cimientos de la propuesta. 'Faust' de Gounod, en el Palau de les Arts es un espectáculo de muchos quilates, al que la endemoniada imperfección de su desarrollo lo convierte, esta es la gran paradoja, en un objeto definitivamente humano.
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