El pasado nazi de un mecenas ensombrece la nueva sede de la Ópera de Hamburgo

La ciudad alemana, que aportará el terreno y parte de la infraestructura, ha confirmado la donación, anunciada en enero, un acto de mecenazgo cultural sin precedentes que sin embargo ha generado cierto debate por el pasado familiar de Kühne durante la era nazi.

Kühne forma parte de un selecto grupo de armadores europeos que obtuvieron enormes ganancias durante la pandemia, cuando los problemas en la cadena de suministro dispararon los costes del transporte. Entre ellos se encuentran Gianluigi Aponte, fundador de MS, la familia detrás de A.P. Moller-Maersk y la familia Saade, que controla la compañía francesa CMA CGM. La fortuna de Kühne se ha más que duplicado en los últimos cinco años, alcanzando los 39.200 millones de dólares, según el índice de fortunas personales de Bloomberg. «Los valores acumulados son casi aterradoramente altos», ha confesado en una entrevista con FAZ.

El empresario, que reside en Suiza hace medio siglo, se casó a los 52 años y no tiene hijos. En 1976, creó una fundación sin ánimo de lucro centrada en logística, medicina y clima, con sede en la localidad de Schindellegi, con vistas al lago de Zúrich. Y como gran amante de la ópera, cuando surgió la oportunidad de hacer posible el proyecto, asegura que no lo dudó ni un minuto.

El proyecto busca reemplazar la actual sede de la Staatsoper, que data de 1955 y necesita urgentemente una renovación. Kühne había contribuido anteriormente a la construcción de la icónica Filarmónica del Elba de Hamburgo, consolidando su legado como mecenas de las artes, y fue de nuevo contactado por las instituciones regionales. Varias generaciones después de los hechos, no pensaba que esta nueva donación fuese a despertar suspicacias históricas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el padre y el tío de Kühne han sido acusados de haber expulsado de la empresa fundada por su abuelo a su socio comercial judío. También se considera que se beneficiaron de la persecución de los judíos por parte del régimen nazi, debido a que aceptaron contratos del Estado para transportar propiedades saqueadas a través de Europa occidental.

Kühne, nacido en 1937, ha negado la afiliación de su padre al Partido Nazi, y ha explicado que «no era nazi, sino que en esos tiempos no había otra opción si querías sobrevivir en Alemania». Se ha mostrado reticente a abrir los archivos de guerra de Kuehne + Nagel, un paso que otras empresas alemanas han tomado para abordar sus historias durante la contienda, y esta falta de transparencia ha dado su reputación. Si bien las contribuciones filantrópicas de Kühne a las artes son significativas, se echa de menos un ajuste de cuentas más abierto con el pasado de su familia.

En esta última etapa de su vida, sin embargo, asegura que se siente en paz con su propia historia y que no desea abrir ciertas puertas. Lo cierto es que fue él mismo quién encargó en 2015 al instituto económico de 'Handelsblatt' que redactara una historia conmemorativa por el 125 aniversario de su empresa. Su objetivo era resaltar los logros de la compañía, pero el equipo de investigación del periódico económico realizó un trabajo profundo y profesional que incluyó un capítulo sobre el rol de la familia durante el Tercer Reich.

Kühne exigió eliminar ese capítulo y, al negarse los autores, decidió que es estudio permanecería inédito. Según estos hallazgos, su padre Alfred Kühne y su tío Werner colaboraron activamente con el régimen nazi tras expulsar de la sociedad a Adolf Maass, en 1933. Kühne+Nagel obtuvo casi el monopolio logístico del saqueo de bienes judíos conocido como M-Aktion, transportando decenas de miles de cargamentos desde territorios ocupados. La revista 'Vanity Fair' retomó la historia en 2024, entrevistando a Frank Bajohr, director del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, que confirmó los datos.

Tras su muerte, sus activos serán transferidos a la Fundación Kühne, que se convertirá en una de las mayores de su tipo en Europa. «Hasta donde se puede ver, la fundación está en buenas manos», ha dicho sobre el consejo de administración de 12 miembros a los que ha confiado sus bienes en el testamento. Considera que así saldará su deuda histórica, pero no sin haber abierto un nuevo debate en Alemania sobre el papel de grandes empresas alemanas en el nazismo, la responsabilidad histórica de las familias empresariales y el uso del mecenazgo cultural como forma de reparación o legitimación.