Literatura infantil y paternidad, el relato crece
Los autores siguen encontrando inspiración en escribir para y de sus hijos. Explorar el vínculo, transmitir valores y la fusión de lo personal y lo universal marcan las obras que continúan el legado
Los mejores libros infantiles y juveniles de 2023
Conexión con la naturaleza. Ilustración de Rébeca Daumetrer para 'Algo fabuloso', una de nuestras recomendaciones navideñas
Decía Oscar Wilde que el deber de todo padre era escribir cuentos de hadas para sus hijos. Corría 1888 y el autor irlandés estaba casado por aquel entonces con Constance Lloyd con la que tenía dos hijos, Cyril y Vyvyan. Para ... ellos y también «para los adultos que aún mantienen las facultades, como los niños, para el asombro y la alegría, y que encuentran en la sencillez una sutil extrañeza» creó 'El Príncipe Feliz' (ahora recuperado por Anaya).
Ese instinto de estimular la fantasía de los hijos a través de relatos ha sido una constante entre padres y madres en la historia de la literatura. En este 2023 se puede seguir su rastro en escritores reconocidos por sus obras destinadas a los adultos, pero que han encontrado inspiración y significado al escribir para y de sus propios hijos, y también en filósofos que comparten sus experiencias parentales a través de diálogos prosaicos cargados de profundidad, tan típicos en la crianza.
Así lo sintió Ana Iris Simón en cuanto empezó a leerles libros a sus hijos. «Me di cuenta de lo estúpida que había sido juzgando la literatura infantil. Y que jamás había sabido valorar justamente ni su función social (esa por la que dice Wilde que escribir para niños es un imperativo de todo el que sea padre) ni su dificultad, pues tiene que gustar a los padres e hijos, tiene que tratar a los niños con respeto, sin resultar condescendiente ni infravalorarlos, pero siendo lo suficientemente claros para que se les hagan comprensibles ideas complejas».
Por eso y porque vio en 'Feria' una idea valor que quería transmitirles a sus hijos, se decidió a adaptar al público infantil su éxito literario. Con '¿Y si fuera feria cada día?' (Lumen) quería inculcarles «el sentido de los rituales, de las excepciones, de las tradiciones. Es algo muy complicado de explicarle a un niño, porque los propios adultos vivimos cada vez más de espaldas a ello. Pero quería intentarlo». El eje central de su obra provenía a su vez de su abuelo, que les decía: «Si la vida se convierte en una feria, las ferias dejan de tener sentido».
Según la autora, la frase resume la pérdida de sentido de los rituales en un mundo hiperconsumista, en el que no solo consumimos compulsivamente productos sino experiencias. «Creía que era importante contárselo a los niños porque no me gustaría que mis hijos crecieran en un mundo en el que la identidad de uno (o de un pueblo) se reduce a lo que produce y consume. Y porque me gustaría que supieran valorar las tradiciones, en la medida en la que son el reflejo de que somos porque otros fueron antes que nosotros».
Ilustración de Alice Coppini para 'El vuelo de Samantha', de Margaret Atwood
También Margaret Atwood hizo su primera incursión en la literatura infantil al poco de nacer su hija Eleanor, en 1978. Este año Duomo rescata 'El vuelo de Samantha' que condensa algunos de sus temas predilectos como la vinculación entre el ser humano y la naturaleza; la necesidad de empatía y la supervivencia. A caballo entre la ficción y la no ficción, la autora de 'El cuento de la criada' contaba que la pasión por las aves nació en su infancia gracias a su padre biólogo y su casa, cercana a un bosque al norte de Canadá. Atwood y su esposo, el novelista Graeme Gibson, gran aficionado a la ornitología, viajaron por todo el mundo para avistar pájaros hasta el fallecimiento de éste.
Recuperar lo esencial
Las aves sobrevuelan con similar propósito 'Un invierno equivocado', el cuento que la ya centenaria Ida Vitale dedicaba a sus nietos a finales de los noventa y que acaba de ser reeditado por Vegueta Infantil con sugerentes ilustraciones de María Flo. Su alegórica advertencia sobre el cambio climático invita a las nuevas generaciones a preservar las tradiciones.
En esa línea de recuperar en la literatura lo que resulta esencial en la vida se sitúa Irene Vallejo. «¿Qué regalo le puedo hacer?», pensó cuando nació su hijo. La autora de 'El infinito en un junco' lo tuvo claro: «Lo mejor que sé hacer es contar historias». De ahí surgió la idea de volver a editar 'La leyenda de las mareas mansas', su deliciosa reinterpretación del mito de Ceix y Alcíone de las 'Metamorfosis' de Ovidio. La escritora buscó refugio en los clásicos para elaborar el duelo por su padre fallecido y vio en esta travesía la metáfora perfecta de cómo vivimos en la pérdida, por eso la reedita ahora con Siruela tras la pandemia, después de tantas despedidas silenciosas.
Ilustración de María Flo para 'Un invierno equivocado', de Ida Vitale
El caso de Vallejo abre la puerta al doble papel de los libros para niños que los padres también han explotado desde el principio de los tiempos: el de evasión, tan importante durante los confinamientos, y el de refugio protector. Emblema fue Astrid Lindgren, cuya obra ha agrupado este año la editorial Kókinos, coincidiendo con el 60 aniversario de la publicación de uno de sus personajes favoritos, 'Emil el Travieso'. La escritora sueca creó las aventuras de Pippi Calzaslargas para entretener a su hija Karin, convaleciente en cama por una pulmonía. Lindgren forjó a la niña más fuerte del mundo, capaz de levantar con sus brazos a 'Pequeño Tío', a imagen de su revolucionaria concepción de la infancia, muy adelantada a su época.
Su nieta Annika contaba a ABC en la presentación de su obra que la faceta de defensora de los derechos de los niños y del derecho a ser un niño de la escritora nació a raíz de una visita al parque con su hijo Lars, su padre. Se indignó al ver cómo las madres trataban a los pequeños. «Veía que no se les daba ningún valor, ningún poder de decisión, y dependían totalmente de los mayores. Creo que en esa percepción también tuvo que ver la Segunda Guerra Mundial. Sentía que ostentaban el poder las personas equivocadas y que por eso hacían un mal uso de él», señalaba.
Escudo protector
Ciertas reminiscencias de 'La vida es bella' envuelven la historia de 'El rey Mateíto I' ('El rey Matías' en ediciones anteriores), que este año alcanza el centenario de su publicación en una bella edición de Anaya Infantil. Su autor, el polaco Janus Korczak, no fue padre, pero renunció a su carrera como médico para dedicarse a cuidar a los huérfanos. Estuvo a cargo de cerca de 200 niños en un orfanato en el gueto de Varsovia.
Le propusieron escapar hasta el último minuto, pero él no quiso abandonarlos. Les acompañó hasta coger el tren que les condujo directos a las cámaras de gas de Treblinka. Cuenta la leyenda que, cuando dirigía a los pequeños a la estación de ferrocarril, enarbolaba la bandera del país que él mismo había creado en 'El rey Mateíto I'. El autor dio rienda suelta en este clásico de la literatura infantil polaca a su sueño de una nación construida a la medida de las necesidades del niño.
Lo que sí es cierto es que Korczak preparó a los pequeños para que se enfrentaran a la muerte. Unos meses antes de la tragedia, organizó con ellos la representación de la obra teatral 'El cartero del rey', de Rabindranath Tagore, que narra la historia de un niño que, pese a estar en la recta final de su enfermedad y no poder salir de casa, sigue soñando con ser libre.
Literatura del apego
La alargada sombra de Auschwitz está presente en la obra del guatemalteco Eduardo Halfon. Judío de origen polaco y árabe, uno de sus abuelos sobrevivió al campo de concentración. La principal protagonista de sus libros es la familia, por eso no podía faltar en su bibliografía 'Un hijo cualquiera' (Libros del Asteroide), escrita en 2022, cuando su pequeño contaba cinco años. La fructífera exploración literaria de la paternidad del año pasado tuvo a Halfon como uno de sus exponentes junto nombres como el de Andrés Neuman con 'Umbilical' (Alfaguara). Este 2023 ha cogido el testigo Alejandro Zambra con 'Literatura infantil' (Anagrama) escrito, como él mismo define, «desde el apego».
En su caso, al estrenarse como padre se decidió a escribir porque sintió amenazante «esa sensación de inutilidad tan propiamente masculina. La había presenciado incluso en hombres de los que me sentía cercano. Entonces, cuando venía nuestro hijo, yo pensaba sobre todo en el apego. Que mi hijo se decepcionara pronto..., que pensara: 'Existen estas dos personas que evidentemente me quieren mucho y lo demuestran mimándome y, sin embargo, hay una de ellas que no es capaz de alimentarme'... Por otra parte, siempre tuve el superpoder de dormir poco y en cualquier momento, así que intentaba seguirle el ritmo a mi hijo y vivir en estado de semivigilia, como los surrealistas... Hay algo extraordinariamente placentero en esos primeros meses de vida que los hombres solemos perdernos».
Basada en sentimientos, esta narrativa intimista de la paternidad tiene en común que suele expresarse de forma híbrida, en una especie de mezcla entre diario, cuento, carta, reflexiones... Zambra explica que él no quería condicionar su escritura de antemano. «Esos desplazamientos fueron dándose solos. Y no pensaba de antemano que fuera un libro. Los escritores solemos salir al ruedo con obras terminadas y entonces parece que nos dedicáramos a escribir libros, pero en realidad nos dedicamos a escribir. Y a veces de esa escritura resultan libros. Yo nunca he estado obligado a publicar nada. Pero no escribir sobre la paternidad habría sido extrañísimo. Escribí mucho más de lo que finalmente formó parte del libro. Necesité a los amigos para descubrir el libro que había ahí».
Los miedos y la incertidumbre se incorporan a esta tendencia, en la que suele primar la naturaleza del vínculo por encima del mensaje que se quiere transmitir. En 2024 parece confirmarse con el anuncio de dos nuevas publicaciones: el testimonio personal de Sergio C. Fanjul en 'El padre de fuego' (Aguilar) y 'Pequeño hablante' (Narrativa Hispánica), la «secuela» de 'Umbilical', centrada en la crónica de la iniciación a la lengua del hijo de Neuman.
Filosofía y vivencias
A esta literatura en la que conviven en armonía lo personal y lo universal se ha abrazado también la filosofía desde Aristóteles y su 'Ética para Nicómaco'. Más recientemente, en la actualidad, Jostein Gaarder publicaba 'Somos nosotros los que estamos aquí ahora' (Siruela), la continuación, tres décadas después de su primera publicación, de 'El mundo de Sofía'. El libro surge a raíz de un error que el filósofo noruego detectó en este 'bestseller'. Al buscar referencias sobre medio ambiente y calentamiento global, se dio cuenta de su omisión y decidió abordar esas cuestiones a través de una serie de preguntas dirigidas a sus nietos en una carta para el futuro.
Gaarder comparte con el filósofo alemán Wolfram Eilenberger la convicción de que las vivencias personales son fundamentales para las aportaciones filosóficas, así como la exploración de preguntas y reflexiones sobre la existencia. El autor del exitoso 'Tiempo de magos' une todo ello a su reflexión sobre la paternidad en '¿Sufren las piedras? Pequeño manual filosófico' (Taurus). Eilenberger, padre de gemelas, aborda las experiencias personales en su obra, buceando al tiempo en las profundidades filosóficas a través de conversaciones cotidianas con sus hijas, que ficciona.
Fue precisamente una de esas vivencias la que inspiró el primer cuento para niños de Zambra tras 'Literatura infantil', 'Mi opinión sobre las ardillas' (Ekaré). «Un día, caminando por el Bosque de Chapultepec, mi hijo se dio cuenta de que yo le tomaba más fuerte la mano cuando se nos acercaban las ardillas. 'Yo no les tengo miedo, papá –me dijo–. Tú les tienes miedo'. Y ahí empezó todo. Luego le fui contando de la idea y mostrando los bocetos de la ilustradora Gabriela Lyon que me mandaba la editorial y, cuando llegaron mis copias de autor, se las di todas a él para que las regalara en su curso... Y hace poco hicimos un lanzamiento en el Bosque de Chapultepec y él lo leyó en vivo para todos nosotros. Fue hermoso. Nunca he babeado tanto como esa tarde».
Los sentimientos también han embargado a Ana Iris Simón cuando les ha leído '¿Y si fuera feria cada día?' a sus hijos, aunque aún son demasiado pequeños para comprender la historia, ideada para niños de cinco años en adelante. «Pero poder leerle el cuento a niños, en la presentación y en el colegio de mis primas, por ejemplo, es emocionante, nunca imaginé que tanto. Justo hace dos semanas fui a leérselo a la clase de mi prima Olivia, de seis años, y ver cómo los personajes tenían vida para ellos, eran algo más que papel y letras, fue bonito de una manera que ni siquiera puedo explicar, pero muy distinta a cuando viene un adulto y me cuenta que le ha gustado mi obra».
El ritual de leer cuentos, el enorme poder de la narración oral merece un capítulo aparte. Por un lado, se trata de una experiencia compartida de la lectura entre adultos y niños, que en el caso de padres e hijos condensa la importancia de aprovechar al máximo lo efímero. Además, darse cuenta de que los cuentos no están reservados exclusivamente a los niños conecta con la idea de mantener el asombro y la alegría en la edad adulta, como predicaba Oscar Wilde al principio de estas páginas. Los adultos que conservan ambas capacidades suelen apreciar la maravilla que se esconde hasta en las cosas más simples de la vida, como leer un cuento a un niño por la noche, porque «encuentran en la sencillez una sutil extrañeza», según sus palabras.
La mente de un niño
Astrid Lindgren se mantuvo fiel a esa idea desde que tenía cinco años. En aquel tiempo, escuchó en la granja de sus padres un cuento tradicional sueco de la voz de una chica que le causó un gran impacto, fue toda una epifanía. A partir de entonces, regresó a su infancia una y otra vez. Se dedicó en cuerpo y alma a replicar aquella vivencia en los demás niños a través de sus relatos. Por eso les escribía a los traductores de sus libros cartas en las que les advertía de que no temieran las repeticiones, a las que ella recurría a menudo, y les pedía que, por favor, tradujeran sus textos con palabras lo más sencillas posible.
Lindgren siempre solía decir que «todas las cosas que suceden en el mundo comienzan en la mente de un niño». Por ello, quería, con su obra, ocupar en ellas un lugar destacado, ser la chispa de encendido: «Quiero escribir para lectores que pueden crear milagros. Los niños crean milagros cuando leen».