Jostein Gaarder, autor de 'El mundo de Sofía': «Leer filosofía puede curar a la gente»
El autor noruego remueve conciencias medioambientales con 'Somos nosotros los que estamos aquí ahora' (Siruela), una carta dirigida a sus nietos para que luchen por un futuro mejor
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónJostein Gaarder (Oslo, 1952) conoció a la Reina Sofía en la Feria del Libro de Madrid. Él firmaba 'El mundo de Sofía' y cuando ella se llevó un par de ejemplares no pudo evitar decirle que lo escribió pensando en ella. «Lo sé, ... fue un despropósito -admite entre risas-, pero, ¿qué dice uno frente a una reina?». Es una anécdota con la que podrían expulsarle del Olimpo de los escritores de una obra de culto, pero también refleja la clave de su éxito: saber contar historias personales de modo que conecten con aspectos trascendentales, en los que todos nos reflejamos. Y con humor. «Por eso 'El mundo de Sofía' todavía está hoy entre los libros más vendidos en China. Porque hasta los chinos son personas -ríe-. Lo que quiero decir es que no son diferentes a nosotros. Los seres humanos son seres humanos», explica.
Y todos cometemos errores. De hecho, de uno de ellos, que él mismo detectó en 'El mundo de Sofía', nació su último libro 'Somos nosotros los que estamos aquí ahora' (Siruela). «Estaba releyéndolo porque quería buscar qué escribí acerca del medioambiente y el calentamiento global y no encontré nada. Haciendo un juego de palabras con el nombre de su periódico, escribí el 'ABC' de las preguntas filosóficas, dejando fuera la principal: ¿cómo podemos preservar la civilización de la humanidad y la base misma de la vida en nuestro planeta?».
—Desde luego, con la guerra en Ucrania parece más en peligro que nunca. Escribió esta obra antes de que estallara, pero ya apunta en él que podría desatarse un conflicto tras la pandemia. ¿Sospechaba también que podía ser tan pronto?
—No. El libro está planteado como una serie de preguntas a mis nietos, pero no para que las contesten ahora, si no para que lo hagan cuando lleguen a mi edad. Es una carta para el futuro, por lo que sabía que iba a ver muchas cuestiones para las que tendrían respuestas que yo no tengo hoy y que no veré. Las he hecho para animar a los jóvenes a luchar por un futuro mejor. Sin embargo, también les he preguntado por si había habido algún conflicto bélico en Europa e incluso si había habido una guerra nuclear. Pero no pensé que la amenaza de Putin iba a venir tan pronto. Creo que es horrible y que eso también nos muestra cómo pueden cambiar de rápido las cosas.
Tal y como sucede en 'El traje nuevo del emperador', solo un niño podría decir que en Rusia que Putin es estúpido porque los adultos no se atreverían a preguntarlo«
—¿Cómo cree que afecta a nuestra civilización ser consciente de que basta con que Putin apriete un botón para que todo se acabe?
—Esa misma pregunta me la hice yo cuando tenía 20 años. Era la época de la Guerra Fría y teníamos mucho miedo de un ataque nuclear. Recuerdo que un día en el colegio, en plena crisis de los misiles de Cuba, el profesor nos dijo que estábamos al borde de una guerra nuclear. Y ahora, aunque cueste creerlo, lo estamos reviviendo otra vez. Parece mentira, pero el 'führer' Putin nos ha puesto en esta tesitura.
—Por si no hubiéramos tenido bastante con el coronavirus...
—Hay una cuestión en la pandemia... Nos hace ser conscientes de que no somos solo civilización, también somos naturaleza, una naturaleza que impone sus condiciones y sus leyes. Estoy muy preocupado por el cambio climático y también por la pérdida de biodiversidad. Ambos factores unidos al coronavirus nos recuerda lo vulnerables que somos al final. Por eso debemos proteger la naturaleza, porque necesitamos el mundo natural. Tener los bosques bien protegidos significa que nosotros también nos protegemos frente a las sequías y a las inundaciones. Es un doble interés, preservarlo y utilizarlo.
—Esa vulnerabilidad que menciona también se ha manifestado a través de un aumento de problemas en la salud mental, especialmente entre los jóvenes, ¿cree que la filosofía puede ayudar en esos casos, como reza el libro 'Más Platón y menos Prozac'?
—Creo firmemente en ello. Leer filosofía puede curar a la gente de la soledad, de la falta de contacto humano. Después de estar prisionero durante la Segunda Guerra Mundial en un campo de concentración, el psiquiatra suizo Viktor Frankl desarrolló una terapia específica. Estuvo en contacto con muchas personas con graves depresiones y completamente destrozada. Se centró en que cada una de ellas se preguntara cuál era su sentido, en que lo encontraran y a través de eso curaba. Creo que eso es practicar filosofía. Puede ser una buena alternativa para esos asuntos relacionados con la pandemia. Y creo que confío en ella un poco más que en la psiquiatría -ríe-.
«Hay un vía de compromiso entre el pesimismo y el optimismo y es la esperanza»
—Sin duda, es trascendental, pero ¿cómo podemos hacérselo ver a los jóvenes?, ¿cómo podemos despertarles el interés por la filosofía?
—La filosofía comprende dos cosas. La parte académica y otra más sencilla que es la curiosidad. Creo que es lo más importante; eso es de lo que va la filosofía, de hacer preguntas. Así que lo único que hace falta para ser un buen filósofo es ser curioso. Lo que pienso que sería preocupante es tener a una sociedad en la que los niños no hicieran preguntas. Como en el cuento clásico de Andersen, 'El traje nuevo del emperador'. El pueblo estaba adoctrinado para creer que iba vestido con elegancia. El único que pregunta por la verdad es un niño, porque el adoctrinamiento no funciona en la infancia. En Rusia, solo un niño podría decir que Putin es estúpido porque los adultos no se atreverían a preguntarlo. Que esa curiosidad exista es lo que hace que la filosofía tenga sentido y tenga espacio. Así que debemos dejar que los niños hagan preguntas, no detenerlas, aunque estemos cansados o nos resulte complicado.
MÁS INFORMACIÓN
—En 'Somos nosotros los que estamos aquí ahora' mantiene que, a pesar de todo, hay razones para la esperanza. ¿Cuáles son?
—Para mí el pesimismo no es una opción. Lo igualo a pereza y tumbarte en el sofá para quejarte de que todo va mal no ayuda. Pero el optimismo tampoco lo es porque, con todos los problemas que hay, equivaldría a estar ciego o tener una piel demasiado gruesa para que nada te afecte. Pero hay un vía de compromiso entre el pesimismo y el optimismo y es la esperanza. Por ejemplo, en el libro cuento que conocí a una chica con 16 años cuando yo tenía 17. En ese momento decidí que sería la mujer de mi vida y hoy en día es mi esposa. La cuestión es que me enamoré y no me fui al bar a llorar mis penas, decidí hacer algo para conquistarla. Es una metáfora de lo que habría que hacer para luchar por el medio ambiente. Cuando estás interesado e involucrado en un tema que te interesa, tomas acciones y decisiones. Tienes esperanza y actúas. Si no hubiera hecho nada entonces, hoy no tendría seis nietos a los que escribirle esta carta.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete