U2 se han aburrido de ser U2 (y nosotros con ellos)
La banda irlandesa liofiliza y miniaturiza sus grandes éxitos en 'Songs Of Surrender'
El bar de los recuerdos (o la turra) de Bono abre en Madrid
Barcelona
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Iniciar sesiónExiste un plano astral, un rincón del metaverso, el que U2 son ESTO. No la banda más grande del sistema solar. No los campeones mundiales de la épica desmadrada y las emociones intensas. Nada de eso. En el universo que nos ocupa, Bono ... y compañía son cuatro tipos contenidos y aseados, cuatro músicos que quieren fluir armónicamente con su edad y tiempo y que, vaya, ya no se reconocen en la imagen que les devuelven sus viejos discos.
Peor aún: asumiendo que la mayor parte de su trabajo fue escrito y grabado cuando eran unos mozalbetes, The Edge 'dixit', el cuarteto irlandés ha decidido envejecerlo. Miniaturizarlo, liofilizarlo y, en fin, despojarlo de casi todas sus señas de identidad. Como un 'unplugged', sí, pero peor. Cuarenta versiones de himnos clásicos y ni una sola que empate siquiera con el original. Será que, después más de cuatro décadas de carrera, U2 se han cansado de ser U2 y han decidido socializar el aburrimiento: si ellos se aburren, que el bostezo se contagie hasta el último de sus seguidores. Prometedor, ¿verdad?
Incluso quien lleve media vida pidiendo tanda para ponerse en la cola de odiar a los de Dublín podrá ver que esto no es normal. La prensa inglesa ha resuelto la papeleta tirando de eufemismos y diplomacia, pero lo cierto es que 'Songs Of Surrender' es un disco incomprensible de principio a fin. Aduce la banda, y así lo explicaba The Edge, ideólogo del disco, en una carta enviada a sus fans, que todo tiene que ver con reimaginar sus propias canciones desde la intimidad y reconectar con ellas aprovechando que la voz de Bono se ha convertido en un instrumento mucho más refinado. «La esencia de esas canciones todavía está en nosotros, pero ¿cómo reconectar con esa esencia cuando hemos seguido adelante y hemos crecido tanto?», se preguntaba el guitarrista.
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Nueva de cada diez encuestados le habrían respondido que buscándola en nuevas composiciones que cartografiasen su presente, pero lo que han hecho ha sido exactamente lo contrario: visitar el pasado no para aprender de él, sino para dibujarle arrugas, calvas y bigotes. Desandar lo andado, malversar su herencia y cortar sus caras actuales para pegarlas encima de los cuerpos de los músicos que grabaron 'Achtung Baby' y 'The Joshua Tree'. El resultado, claro, deja mucho que desear.
La maniobra, de hecho, tiene algo de autosabotaje emocional; de retrato al natural de una banda que ha decidido que su público ha envejecido mucho y mal y, por tanto, ya no tolera bien los sólidos. Ni el picante. Mucho menos la electricidad. Todo al vapor y bien trituradito. Como el cantar bajito, casi paródico, de 'Beautiful Day'. O el ralentí insufrible de 'Bad'. O el 'muzak' ascensoril de 'Pride (In The Name Of Love)'. O el piano como de serie de médicos de 'One'. Y así podrímos seguir hasta el fina. La decepción es notable.
Ni siquiera su supuesta condición de complemento antológico a las memorias de Bono, 'Surrender. 40 canciones, una historia', justifica la empresa. «Esas canciones significan algo bastante diferente para nosotros ahora. Algunas han crecido con nosotros. Algunas las hemos superado. Pero no hemos perdido de vista lo que nos impulsó a escribirlas en primer lugar», razonaba The Edge en la misiva a sus fans. La realidad, sin embargo, es otra: Bono canta prácticamente igual todo el rato, le das a leer el listín telefónico y te calza las mismas inflexiones y cabriolas; y nada más lejos del calambrazo original, de aquel cosquilleo eléctrico que atravesaba 'War', que la versión descremada y desnatada de 'Sunday Bloody Sunday'. Son U2, sí, pero suenan todo el rato como Ed Sheeran despachando versiones 'camp' de los irlandeses.
Al final, la duda que queda, la que atraviesa los 166 minutazos este 'Songs Of Surrender', tiene que ver con el marketing, pero también con la memoria. Porque, ¿quién querría reencontrarse con versiones peores de sí mismo teniendo las buenas al alcance de la mano? ¿Quién querría renunciar al gozo de la memoria, al recuerdo eléctrico del pasado, para asumir que, diablos, se ha convertido en un carcamal? ¿Quién querría, en fin, escuchar un disco así? Un álbum que, ya lo advierte el título, suena a rendición y renuncia. A bajarse de la vida y frenar en seco todas esas canciones en las que, de 'I Will Follow' a 'Walk On' pasando por 'I Still Haven't Found What I'm Looking For', todo era pisar el acelerador y moverse siempre hacia adelante.
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