El Museo Británico oculta la polémica de los mármoles del Partenón con la Leyenda Negra española
Se trata de la primera gran exposición que el Museo Británico ha realizado sobre Perú, coincidiendo además supuestamente con el bicentenario de la independencia del país, pero de primeras llama la atención la baja calidad de la muestra
Junto a tomar el té y criticar la vida privada de sus reyes, no hay costumbre más ancestral en Reino Unido que escurrir el bulto histórico a costa de los españoles, esos malvados y fanáticos barbudos que iban haciendo genocidios por el mundo ... mientras ellos compartían amablemente el pavo con los nativos. En el contexto actual de corrección política, derribo de estatuas y cultura de la cancelación, el discurso de la Leyenda Negra española resulta muy útil para desviar la atención y evitar que los revisionistas con sus antorchas llamen a las puertas londinenses, incluso para una institución tan seria como el Museo Británico , que estrena nueva exposición cargada de los tópicos de siempre sobre la conquista de América.
Este centro universal de los saberes antiguos está inmerso en una interminable polémica con motivo de los frisos y esculturas del frontón del Partenón, que se encuentran en Londres desde principios del siglo XIX. No solo porque Grecia reclama con cada vez más insistencia su regreso a casa , sino por el mal estado en el que se encuentran las galerías que albergan estas esculturas de mármol, cerradas al público durante más de un año. Qué mejor cortina de humo para camuflar toda esta tormenta que la nueva exposición 'Perú: a journey in time' ('Perú, un viaje en el tiempo'), que inauguró este museo el 11 de noviembre y estará abierta al público hasta el 20 de febrero. Según fuentes de la institución, la muestra «explora los miles de años en los que los humanos han vivido en los extraordinarios paisajes de las montañas de los Andes y más allá».
Baja calidad y textos poco sólidos
Se trata de la primera gran exposición que el Museo Británico ha realizado sobre Perú, coincidiendo además supuestamente con el bicentenario de la independencia del país (en realidad, este hecho no se produjo hasta 1824), pero de primeras llama la atención la baja calidad de la muestra en general, a pesar de que la sala incluye objetos con miles de años de existencia. «No es de las mejores que he visto, la calidad no está en sintonía con la que es usual en este museo», le comenta a ABC un visitante asiduo. Las fascinantes piezas no destacan en una muestra que se hace pequeña y en la que las referencias a los españoles están minadas de argumentos propios de la leyenda negra: «Hace doscientos años, en 1821, Perú se independizó de España. Hoy el país refleja una combinación de culturas, religiones y transformaciones. Pese a siglos de represión colonial e influencia occidental, muchas creencias y prácticas de los Andes Centrales siguen vivas ».
O una relativa a Francisco Pizarro , de quien señala un texto que, acompañado por sus tropas, llegó a esas tierras en 1532 con «la ambición de explotar el territorio, conquistar a sus gentes» y «sumar» regiones a las colonias españolas. En este punto, la historiadora Carmen Martín Rubio, autora de una biografía del conquistador y perteneciente a la Real Academia Hispano-Americana, desmiente que en Perú hubiera «una guerra de conquista fuerte; solo un pequeño encuentro bélico a la llegada de Atahualpa y su ejército a Cajamarca», y recuerda que el extremeño «dio órdenes desde el primer día para que sus soldados no se apoderasen de las tierras y pertenencias de los aborígenes, hechos muy diferentes a los realizados por los ingleses en Estados Unidos».
Sobre el enfoque tan simplista que hila la exposición, recuerda el historiador e investigador del CSIC Manuel Lucena Giraldo que, «cuando Pizarro llegó al imperio incaico, este se hallaba en plena guerra civil entre los partidarios de Huáscar y Atahualpa, el norte y el sur, Quito y Cuzco, así que el balneario indigenista era más bien un imperio inca lleno de violencia». Lo primero que se encontraron los españoles en su avance hacia Cajamarca fueron los estragos de este conflicto. En la fértil provincia de Caxas, Hernando de Soto describió un horizonte de cadáveres del bando sacerdotal colgados en altos cerros.
«El impacto de la conquista fue devastador. Enfermedades y guerras diezmaron a la población y las prácticas andinas fueron suprimidas», señala otra de las cartelas de la exhibición londinense, que comenta que «los españoles proscribieron las creencias incas y explotaron los recursos del imperio, enviando sus riquezas a Europa ». La forma andina de vivir, sin embargo, estaba según los carteles de la muestra «tan enraizada» y sus gentes eran tan «resilientes» que «pese a esta opresión, los indígenas encontraron estrategias para aferrarse a sus formas de vida mientras se adaptaban dinámicamente a un mundo globalizado».
«No hubo represión colonial, por el contrario la Corona española en 1542 dio las llamadas Leyes Nuevas de Indias, el primer habeas corpus, creado en nuestro planeta»
Olvidan mencionar los textos que si esta cultura sobrevivió no fue a pesar de los españoles, sino gracias a ellos. Hacia 1570, el virrey Francisco de Toledo fundó pueblos protegidos para los indios con el fin de que pudieran vivir en base a sus costumbres. «No hubo represión colonial, por el contrario la Corona española en 1542 dio las llamadas Leyes Nuevas de Indias , el primer habeas corpus, creado en nuestro planeta, para proteger a los indígenas», apunta Martín Rubio.
La falsa arcadia feliz
La exposición del Museo Británico cae en la aparente contradicción de lamentar la desaparición de las costumbres de vida andinas, al tiempo que detalla la brutalidad de los sacrificios humanos, y no solo de adultos, sino también de «niños de la comunidad» que tenían lugar en lo más alto de las montañas después de que la gente «desfilara durante semanas» hasta la cima. Según explica el museo sobre los pueblos incas, «los niños eran enterrados con ofrendas en miniatura» que representaban formas humanas o animales. «Es importante que se conozca la alta civilización andina más allá de los incas y de Machu Picchu . Eso sí, todas estas civilizaciones practicaban sacrificios humanos, siendo estados coercitivos. Eran grandes civilizaciones, pero distaban de ser idílicas. Se utiliza cualquier cosa para atacar el periodo hispánico o virreinal», aclara el historiador Esteban Mira Caballos .
Este historiador especializado en la América hispánica considera una cuestión política, y no histórica, el contraponer con exposiciones así el pasado precolombino de estos países con la época virreinal. «La historia prehispánica andina es interesantísima, pero no más que la virreinal que convirtió al Perú en unas de las áreas más desarrolladas del mundo en esos momentos. Hay una intencionalidad política añadida, el objetivo es captar turismo anglosajón y creen que se favorece de paso dándose un tiro en su propio pie y desprestigiando la época hispánica. Es más de lo mismo de esta leyenda negra que campa a sus anchas por el continente americano con el beneplácito del mundo anglosajón. A estos no les interesa un mundo hispánico unido que sería muy pernicioso para sus intereses».
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