Matanza en Alepo
Siria, un río de sangre
El río Quwaiq amaneció teñido de sangre. Una fila de cadáveres con las manos atadas a la espalda y un tiro en la cabeza -durante la jornada recuperaron 108 entre las aguas, según fuentes rebeldes que aseguraron que la búsqueda seguía abierta- recordó a los vecinos de Alepo que la guerra diaria por el control de la segunda ciudad de Siria es una guerra sucia que no respeta nada. Los vecinos de Bustan Al Qasr, zona bajo control de los grupos de la oposición armada y muy próxima a la línea del frente que mantiene la ciudad dividida entre opositores y leales a Bashar Al Assad desde julio, nunca mirarán este río de la misma forma después de ver estas imágenes de las víctimas de un ajusticiamiento colectivo, muchas de ellas niños. Una crueldad máxima de la que el régimen y la oposición se acusan mutuamente.
La lucha en Siria es a vida o muerte. En los últimos dos años han salido a la luz varias masacres cuyas imágenes han conmocionado a la opinión pública mundial, pero que no han sido suficientes para que las dos partes, y sus socios internacionales, digan basta. Estos muertos tirados en mitad de un río ponen cara a las estadísticas de Naciones Unidas, que pronto tendrá que modificar la cifra de 60.000 muertos. Lajdar Brahimi, enviado especial de la Liga Árabe y la ONU a Siria, comparecerá ante el Consejo de Seguridad para informar sobre sus gestiones para alcanzar una solución al conflicto mientras en Alepo entierran a este centenar de vecinos ejecutados. La guerra sobre el terreno avanza mucho más rápido que la diplomacia.
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