El pasado violento de la Luna, al descubierto
Más antigua de lo que se creía, nuestra Luna fue, durante decenas de millones de años, un mundo tan volcánico y activo como lo es Io, el violento satélite de Júpiter, en la actualidad
La casa en la que viviremos en la Luna

¿En qué se parece nuestra pálida, tranquila y polvorienta Luna a Io, el satélite de Júpiter donde más de 400 volcanes activos escupen lava sin cesar, tiñen la superficie de amarillo, rojo y naranja y crean vastos océanos de magma?
Ambos objetos ... están casi a la misma distancia de sus respectivos planetas, tienen prácticamente el mismo diámetro (3.475 km la Luna y 3.643 Io), poseen masas y densidades similares, pero su actividad geológica los hace tan diferentes como el día y la noche. Io es, en efecto, el cuerpo más activo de todo el Sistema Solar, mientras que nuestra Luna es uno de los más tranquilos.
Estas diferencias, sin embargo, engañan, porque las cosas no siempre fueron así. Y aunque ahora cueste imaginarlo, resulta que durante decenas de millones de años la Luna no fue el satélite aburrido y pacífico que hoy conocemos, sino un mundo infernal, con lava brotando por todas partes de centenares de montañas e, incluso, de la propia superficie. Es decir, la viva imagen del Io actual. Bajo la dirección de Francis Nimmo, geólogo planetario de la Universidad de California en Santa Cruz, un equipo internacional de investigadores ha explorado ese violento pasado y publicado sus resultados en 'Nature'.
Un pasado turbulento
La clave del ardiente pasado lunar enlaza directamente con su caótico origen. Según la idea más aceptada, la Luna se formó hace unos 4.500 millones de años, poco después del nacimiento del Sistema Solar y cuando la Tierra aún luchaba 'cuerpo a cuerpo' con otros objetos por convertirse en el planeta que es hoy. Uno de ellos, un protoplaneta del tamaño de Marte al que los científicos han llamado Theia, chocó contra la Tierra joven. La colisión, la mayor sufrida por nuestro mundo en toda su historia, fue tan violenta que lanzó al espacio una enorme cantidad de material, una mezcla de rocas tanto de la Tierra Como de Theia. Con el tiempo, ese material, empujado por la gravedad, se unió, se fusionó y se enfrió, dando origen a la Luna.
Nada más formarse nuestro satélite, la Tierra y la Luna estaban mucho más próximas de lo que están ahora, orbitando casi una encima de la otra. Pero con el tiempo, la Luna se fue alejando lentamente de nosotros (cosa que sigue haciendo ahora), y haciéndose más y más sólida a medida que se enfriaba.
Según se fue alejando, la influencia gravitacional del Sol sobre la joven Luna se fue haciendo más y más fuerte. Hasta que llegó un momento en que la atracción gravitacional del Sol igualó a la de la propia Tierra, lo que significa que ambos cuerpos, Sol y Tierra, 'tiraban' de la Luna en direcciones opuestas y con una fuerza parecida. «La Luna se encontraba entonces en una especie de confusión -explica Nimmo- No sabía exactamente qué órbita adoptar, y esto pudo haber provocado que desarrollara una órbita un tanto extraña».
Tensiones internas
Esta 'confusión' gravitacional tuvo consecuencias dramáticas. Las fuerzas de atracción de la Tierra y el Sol, tirando de la Luna cada una en una dirección, generaron enormes tensiones en el interior del satélite, que se fue calentando cada vez más.
Según Nimmo y sus colegas, la energía generada por estas tensiones gravitacionales fue suficiente para fundir las rocas del interior de la Luna, creando una capa de magma. Magma que, al estar más caliente y ser menos denso que las rocas circundantes, comenzó a abrirse paso hacia la superficie.
Finalmente, el magma encontró múltiples vías de escape a través de la corteza lunar, que pronto se convirtió en un paisaje plagado de erupciones volcánicas masivas y constantes. Durante decenas de millones de años, la Luna fue un mundo volcánico, un mundo de ríos de lava y erupciones espectaculares. Un mundo, en definitiva, muy parecido a lo que hoy es Io.
'Maquillaje' rejuvenecedor
Nimmo y su equipo, además, sugieren que todos esos flujos de lava 'maquillaron' la superficie lunar, haciéndola parecer más joven de lo que realmente es. La Luna, según el estudio, 'reinició' su superficie gracias a estos flujos de lava hace aproximadamente 4.350 millones de años. Pero esa lava cubrió una superficie que ya existía previamente, lo cual 'engañó' a los científicos que mucho tiempo después midieron las edades de las rocas lunares.
El nuevo estudio, por lo tanto, propone que la Luna podría ser en realidad hasta 150 millones de años más antigua de lo que pensábamos, es decir, que pudo formarse alrededor de 4.500 millones de años atrás.
Durante aquella época lejana, por lo tanto, la Luna fue muy parecida al Io de la actualidad, y muy probablemente se convirtió, como hoy lo es Io, en el cuerpo celeste con mayor actividad volcánica de todo el Sistema Solar. Aunque, eso sí, con una diferencia importante.
En Ío, de hecho, las erupciones son muy visibles, con enormes columnas de material que se elevan al espacio. Pero en la Luna, la lava era probablemente más fluida y menos viscosa de la que podemos ver ahí, o incluso aquí, en la Tierra. Es decir, que en lugar de acumularse y formar grandes volcanes, la lava lunar, como en una inundación, se extendió por la superficie, cubriendo vastas llanuras y creando esas áreas oscuras que hoy conocemos como 'mares' lunares. «Había mucho vulcanismo -dice Nimmo-, pero no producía los volcanes a los que estamos acostumbrados».
Según El investigador, si en aquellos momentos hubiera habido alguien en la Tierra para observar la Luna, la habría visto el doble de grande de lo que es hoy. «Se habrían visto flujos de lava brillante por todas partes, y tal vez alguna que otra erupción volcánica», añade.
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Este período convulso y de intenso vulcanismo, similar al de Ío, solo duró unas pocas decenas de millones de años, según Nimmo. «Fue un evento breve pero muy enérgico», afirma.
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