No solo volcanes: la luna Ío también tiene un océano interior de lava
Los nuevos datos de la nave Juno, de la NASA, revelan la presencia de un océano subterráneo y global de lava de más de 50 km de profundidad
La nave Juno envía las imágenes más claras de la luna Io de Júpiter

La luna Ío, de Júpiter, no se parece a ninguna otra del Sistema Solar. Con un diámetro de 3.600 km, es el tercer mayor satélite del gigante gaseoso, y cientos de volcanes activos salpican su superficie, dominada por completo por enormes flujos de lava ... . El vulcanismo desenfrenado de Ío, sin parangón en el resto de lunas y planetas de nuestro entorno, se confirmó en 1979, cuando la legendaria misión Voyager obtuvo las primeras imágenes de este mundo ardiente e infernal.
Los científicos saben que la naturaleza eruptiva de esta luna única se debe, en gran medida, a la poderosa gravedad del planeta gigante y a las fuerzas de marea que provoca. Pero muchos se preguntan si, del mismo modo que en otras lunas de Júpiter y Saturno existen océanos subterráneos de agua, Ío podría tener, también, su propio océano, aunque no de agua, sino de lava. Y la última investigación al respecto, llevada a cabo por investigadores del Jet Propulsion Laboratory, de la NASA y que ya puede consultarse en el servidor de prepublicaciones arXiv, parece indicar que sí.
266 volcanes activos
La nave Juno, que desde 2016 estudia el planeta gigante y ahora se centra en sus lunas, empezando precisamente por Ío, ha sobrevolado su paisaje volcánico cada vez más de cerca, lo suficiente como para identificar un total de 266 volcanes activos en su superficie. Todos ellos, según los investigadores, conectados a un vasto océano global y subterráneo de magma.
«Ío es el cuerpo celeste más volcánico que conocemos en nuestro sistema solar -afirmó Scott Bolton, investigador principal de Juno, en mayo de 2023, cuando la nave llegó a unos 35.500 kilómetros de Io-. Al observarlo a lo largo del tiempo, podemos ver cómo varían los volcanes: con qué frecuencia entran en erupción, qué tan brillantes y calientes son, si están vinculados a un grupo o si actúan en solitario, y si la forma del flujo de lava cambia«.
Órbita polar
Pero desde entonces, Juno ha acortado mucho más las distancias, y su último sobrevuelo llevó a la nave a solo 12.000 kilómetros de Ío. Juno, además, sigue una órbita polar, y no ecuatorial como lo hicieron misiones anteriores, y eso ha permitido adquirir toda una serie de datos inéditos.
Desde hace años, los científicos han estudiado Ío atentamente, tratando de descubrir qué es lo que impulsa su inusual naturaleza volcánica. Para ello han desarrollado modelos detallados de la Luna, pero hasta ahora no ha sido fácil probar ninguno de ellos. «Los modelos anteriores -explican los autores en su artículo- siempre predicen un mayor flujo de calor en los polos de Ío si el calentamiento por marea se produce en lo profundo del manto, y en latitudes más bajas si el calentamiento se produce predominantemente en la astenosfera o si hay un océano de magma».
Pero ahora la órbita polar de Juno ha dado a los investigadores una perspectiva totalmente nueva. «La distribución de la actividad volcánica de Ío probablemente refleja la posición y magnitud del calentamiento interno de las mareas», reza el artículo. El instrumento JIRAM (Jovial Infrared Auroral Mapper), en efecto, ha proporcionado datos polares, y gracias a eso los investigadores tienen una cobertura global completa del infrarrojo cercano que revela la distribución y la magnitud de la emisión térmica de los volcanes en erupción activa de Ío. Con esos datos, han conseguido sondear el interior de la luna y desarrollar modelos mucho más precisos de su funcionamiento.
El océano de magma, probado
De este modo, la investigación descubrió sutiles diferencias en la producción de energía entre los polos y las regiones más ecuatoriales, y también entre los propios polos. «Como promedio -se lee en el artículo- los volcanes polares de Ío generan individualmente menos energía que los volcanes de latitudes más bajas; y los volcanes del polo sur generan menos energía por volcán que los volcanes del polo norte».
La principal conclusión es que la distribución del calor volcánico procedente de los 266 puntos activos es consistente con la presencia de un océano de magma global. Ya en 2009 un estudio basado en datos del magnetómetro de la sonda Galileo sugirió que Ío podría tener un océano de magma a unos 50 km de profundidad bajo la superficie, pero Galileo sólo llevó a cabo un único sobrevuelo de la luna joviana, lo que salpicó sus resultados de dudas.
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Dudas que, a la luz de los nuevos datos, ahora se han despejado y dejan paso al argumento en favor de un vasto océano de magma en vías de solidificación.
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