José Manuel Sánchez Ron: «La humanidad está sembrando las semillas de su propia destrucción»
El físico y académico de la RAE publica a lo largo de este año una trilogía sobre la historia de la física cuántica
«La ciencia es mucho más sorprendente que la ciencia ficción»

En 2001, el físico, historiador, escritor y miembro de la Real Academia Española, José Manuel Sánchez Ron (Madrid, 1949), publicaba 'Historia de la física cuántica, I: el periodo fundacional' (Crítica). Con esta obra se embarcaba en la ambiciosa tarea de contar el devenir de lo ... que, a su juicio, es «el campo más complejo de todos los que existen en el ámbito de las ciencias». Ahora, casi un cuarto de siglo después, retoma la titánica tarea con la revisión de ese primer tomo y con otros dos en el 'horno' ('Historia de la física cuántica, II: La creación e interpretación de la mecánica cuántica: de Heisenberg al gato de Schrödinger', que se publicará en junio; e 'Historia de la física cuántica, III: de la física nuclear al bosón de Higgs', que llegará en noviembre). «Este año ha sido declarado por la ONU como el Año Internacional de la Ciencia y las Tecnologías Cuánticas», justifica. «Y tenía una deuda porque no había feria a la que fuese y alguien no me reclamase el segundo tomo».
-Llama la atención su faceta científica mezclada con la humanista. ¿Por qué cree que las letras siempre han estado reñidas con las ciencias?
-La cultura ha estado monopolizada por escritores y filósofos cuyos conocimientos en ciencia eran reducidos, si es que los había. No es una crítica, porque cada uno sabe lo que sabe; muchas veces la brillantez de estas personas también ha provocado este fenómeno. También pasa con los periódicos: hay más noticias de Ciencia en los últimos tiempos, pero aún así las figuras que escriben artículos de opinión rara vez son de este ámbito. Yo escribo artículos de opinión porque tengo una opinión y quiero plasmarla. Y reivindicar que aunque venga del mundo de la ciencia, tengo opiniones.
-Centrándonos en su campo científico, una de las frases más célebres de Richard Feynman es: «Creo que puedo decir con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica». ¿Seguimos en el mismo punto?
-No, y eso es muy importante porque tiene consecuencias epistemológicas. Una de las maravillas de nuestro intelecto es que a partir de lo que observamos, construimos explicaciones. Y en algunos casos son contraintuitivas para nuestra manera de entender. En el caso de la relatividad espacial, uno de sus puntos de partida es que la velocidad de la luz es independiente del estado de movimiento del cuerpo que la emite. Eso es como si dices que vas en un tren que va a 200 kilómetros por hora y emites una señal de luz. Pero esta viaja a 300.000 kilómetros por hora. Lo lógico sería pensar que la luz viaja a esos 300.000 kilómetros por hora más los 200 de tu tren. Pero no, solo son 300.000. Pasa lo mismo con los sistemas cuánticos, que pueden estar en todos los estados siempre y cuando no lo observes, como el famoso gato de Schrödinger, vivo y muerto a la vez hasta que abres la caja. Eso ha dado origen y ahora ha cobrado nueva vida en los últimos años a la idea de los multiversos: que cada una de esas posibilidades sigue teniendo realidad en un universo paralelo. Y eso, si es así, quizá tenga alguna consecuencia que podamos medir. Pero en nuestra mente es muy complejo de entender, aunque sobre papel funcione.
-Usted habla del transistor como célula básica de nuestra civilización.
-Sí. Los materiales semiconductores de los que están hechos los transistores tienen unas propiedades que permiten, con poco gasto de energía, pasar de 'abierto' a 'cerrado', los unos y ceros que son la base de la computación. Y cuantos más transistores puedas poner en un dispositivo, mayor potencia tendrá. Cualquiera de nuestros teléfonos inteligentes tiene mayor capacidad de cálculo que los primeros ordenadores electrónicos, como el ENIAC, que ocupaban salas enormes, utilizaban válvulas de vacío que se estropeaban… y con ellos se hicieron cálculos para conseguir cosas tan complejas como la bomba de hidrógeno o la bomba atómica. Lo tienen todo: desde los teléfonos inteligentes hasta los coches, pasando por los hornos microondas. Los coches inteligentes de la empresa de este individuo tan desagradable, Elon Musk, tienen que reconocer obstáculos, seguir los caminos adecuados… Y todo eso se hace con láseres, que son tecnología cuántica, que a su vez también sirven para operar los ojos. No queda ahí: la distancia de la Tierra a la Luna se mide porque las misiones lunares han dejado allí innumerables artilugios. Y sin ir más lejos: empresas como Amazon no podrían haber sido lo que son sin la revolución de los transistores.
-También las tecnologías cuánticas tienen muchas promesas, desde ordenadores cuánticos a conseguir la energía de fusión.
-La fusión es la esperanza de los problemas energéticos de la humanidad. Es reproducir los procesos que tienen lugar en el interior de las estrellas, pero de forma controlada, porque eso ya se hizo con la bomba de hidrógeno. Y estamos hablando de 1950, hace mucho tiempo y no lo hemos logrado aún. Es cierto que hay programas como el ITER o periódicamente se informa de avances, pero todavía estamos lejos de lograrlo. Aún así, yo tengo un miedo: que la posibilidad de consumir y gastar energía sin límite tenga unas consecuencias que ahora mismo no podemos prever.
-Sin embargo, ha dicho anteriormente que a usted el problema que le quita el sueño no es el futuro, sino el pasado: el origen del Universo.
- El Big Bang es que de repente aparece algo. El físico dice que no tiene sentido hablar del antes, porque en este momento empieza el tiempo, el espacio, todo. Pero eso violenta nuestras expectativas de aprender, y yo me sigo preguntando si seremos capaces de responder a esa pregunta. Si me moriré con esa duda. También tengo otras, como que la vida tal y como la conocemos está resuelta en base a una solución que es el ADN, la doble hélice. Pero ¿habrá habido otras soluciones con otros elementos y otras estructuras que produzcan otros tipos de vida?
-¿Y cuál cree que es el futuro de la humanidad?
-Deberíamos gastar menos energía. A mí me irrita la gente que espera al calor para irse a la playa, porque 'tenemos derecho a irnos de vacaciones'. Y se van a la Conchinchina, con el consiguiente coste para el planeta. Porque pensamos en los derechos, y no en los deberes. Y también tienes el deber de dejar un planeta vivible para los que vienen. A veces pienso que la humanidad, en su éxito por conocer y aplicar el conocimiento a muy diversos ámbitos, está sembrando las semillas de su propia destrucción.
-Quizá recientes hechos políticos estén acelerando el proceso, ¿no cree?
- La democracia está en peligro con personajes como Donald Trump. Es difícil entender por qué ha vuelto a salir elegido: ese señor negacionista saca a su país de la Organización Mundial de la Salud, desmantela los Institutos Nacionales de Salud, reduce su financiación... De joven yo pensaba que el futuro sería mejor, que cuanta más gente educada en democracia más justa sería, que se evaluarían mejor las consecuencias de las acciones y que todo eso permitiría que la democracia se reforzase. Pero ahora tengo dudas de que el futuro en ese sentido sea mejor.
-Le noto muy pesimista. ¿Siente miedo de la situación en EE.UU.?
-Sí, porque es el país de la ciencia y la tecnología. La bondad y la maldad en nuestra especie existen, es un hecho. Creo que lo primero abunda más, pero lo segundo es como la tinta del calamar, que ensucia todo lo que hay a su alrededor. Y la tecnología, con las redes sociales, dan una visibilidad a la maldad y a las mentiras que antes no ocurría. Y hay mucha gente que no tiene los elementos para juzgar que esa tinta oscurece su juicio. Yo no tengo redes sociales ni las tendré, a pesar de que me digan que mi influencia aumentaría. Y vaya por delante que a mí me gusta el fútbol, pero que 'influencers' como Cristinano Ronaldo influyan en millones de personas no es bueno.
-¿Y cómo ve la relación entre los políticos y la ciencia en España?
-Siendo palpable como es ahora la importancia de la ciencia y las tecnologías, yo no lo veo en primera plana de la discusión política, que ya de por sí es muy miserable. Por otro lado, el aumento del i+D sigue siendo una de las deudas pendientes de España. Aquí la fuente principal del PIB es el turismo, y a mí eso me avergüenza. No en el sentido peyorativo, sino que preferiría que mi país tuviera una riqueza diferente a la que tiene que ver con hoteles, camareros, empleos temporales… En ese sentido no lo hemos hecho bien. De hecho, educamos a jóvenes que luego muestran sus habilidades en otros países. Por ejemplo, el gran Proyecto BRAIN, de mapear el cerebro ideado por Obama, fue impulsado por Rafael Yuste, neurocientífico que hizo su doctorado en la Autónoma de Madrid y ahora está en Columbia. Creo que hay que identificar al genio cuando todavía está por eclosionar. Bienvenidos de nuevo los Yuste, los Barbacid y Severo Ochoa, que hicieron fuera y luego volvieron. Pero yo los habría querido aquí de jóvenes, porque eso habría aportado más. Así que no sabemos o no podemos identificarlos.
-O les espantan los recursos nimios que se les ofrecen.
-Correcto. Ese es un problema muy gordo, porque no solo es que los recursos estén mermados en comparación con otros países, sino que se ponen trabas a los pocos fondos que hay. Yo sospecho que las universidades están decayendo en su capacidad de investigar. Afortunadamente tenemos el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que habría que potenciar, igual que las universidades. Me asusta que se estén creando nuevas universidades privadas en las que se primen cosas diferentes a la Ciencia. Pero es una sospecha, no una certeza.
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