¿Quién inventó el cortaúñas?
ciencia cotidiana
Con esta herramienta conseguimos llevar a cabo un complejo proceso, en el que se involucran la aplicación de fuerzas y la interacción de principios físicos básicos
'La noche entera...' Por qué no puedo quitarme esa canción de la cabeza, según la ciencia
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Iniciar sesiónUna de las referencias más antiguas respecto al acto de cortar las uñas la encontramos en la Torá, concretamente en el Deuteronomio. Allí podemos leer: «Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y el Señor tu Dios los entregue en tus manos, y los ... tomes en cautiverio, y veas entre los cautivos una mujer hermosa, y la desees, y la tomes para ti por mujer, la traerás a tu casa y ella se rasurará la cabeza y se cortará sus uñas». Lo que no sabemos es cómo y con qué se cortaba las uñas.
En esta línea, hace unos años un grupo de investigadores de la Universidad de Nottingham (Reino Unido) analizaron desde un punto de vista científico la mejor forma para cortarse las manos de las manos y los pies.
Después de idear diversas ecuaciones físicas, encaminadas a determinar las leyes físicas que gobiernan el crecimiento de las uñas, llegaron a la conclusión que la mejor forma es dejar un borde recto o parabólico. Para llegar a esta conclusión tuvieron en cuenta la fuerte adhesión que existe entre las uñas y el lecho ungueal, la cual se establece a través de pequeñas estructuras microscópicas que permite que la uña crezca y se deslice hacia adelante, como si fuera un trinquete.
Cortarse las uñas en la antigua Roma
Y es que las uñas son una acumulación de células muertas formadas por aminoácidos, agua, lípidos, proteínas y queratina, que nacen en la matriz ungueal, la parte situada en la base de la uña. Allí se van acumulando células nuevas que empujan a las anteriores hasta el exterior, lo que se traduce en el crecimiento continuo que todos conocemos.
Desde un punto de vista anatómico, las uñas tienen siete partes totalmente diferenciadas: la matriz, la cutícula, el paronniquio, el hiponiquio, el cuerpo ungueal, el lecho ungueal y la lúnula.
Cortarse las uñas de forma correcta no fue tarea fácil durante muchos siglos. De hecho, en la Antigua Roma los ciudadanos tenían que acudir a las tonstrinae, en donde los tonsores cortaban y peinaban el pelo, afeitaba o recortaban la barba, sacaban la cera de los oídos y, además, realizaban la manicura y pedicura. Para realizar esta función utilizaban los forfex, el antecedente de nuestro cortaúñas, y una cuchara curvada, con la que extraían la suciedad alojada bajo las uñas.
Un invento 'made in China'
El funcionamiento del cortaúñas es muy sencillo, básicamente consiste en un sistema formado por dos palancas (una de segundo género y otra de tercer género) que nos permiten cortar las uñas con muy poco esfuerzo y con mucha potencia. Gracias al mango, que actúa a modo de palanca, es posible apretar las dos hojas hasta que se tocan, las cuales actúan también a modo de palanca.
El primer cortaúñas de la historia apareció en la antigua China durante la dinastía Ming (1368-1644) y se conocía como leizheng. Se trataba de una herramienta que se utilizaba únicamente para recortar las uñas de los pies y que estaba formada por dos palancas unidas por un pasador.
Con el tiempo el uso de este cortaúñas se fue popularizando y apareció en otros países, que además realizaron algunas mejoras en su diseño. Sabemos que a lo largo de la Edad Media fueron elaborados con materiales precioso y decorados con detalles ornamentales, motivo por el cual eran considerados un objeto de lujo.
Fue preciso esperar hasta el siglo XIX para que un estadounidense –Valentin Fogerty- mejorara el adminículo y lo registrara bajo el número US 161112A. Corría por entonces el año 1875. Con el advenimiento de la Revolución Industrial la fabricación se industrializó y se volvió más accesible para el público general.
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A lo largo del siglo siguiente se fueron introduciendo mejoras significativas en términos de funcionalidad y diseño, con la aparición de mangos más resistentes y ergonómicos, que facilitan el uso y la durabilidad. Además, se añadió la lima para uñas y los extractores de cutículas, con los que se aumentaba su funcionalidad. Un modelo muy similar a los actuales apareció en 1940 -de la mano del estadounidense Chapel Carter- y que no ha sido superado hasta la fecha por ningún otro utensilio.
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