Un nutricionista explica la razón por la que al hacernos mayores engordamos con más facilidad: «No existe eso de metabolismo lento»

Para responder a esta cuestión, la nutricionista Andrea Calderón abordó esta cuestión en el programa Saber Vivir, desterrando algunos mitos arraigados en la cultura popular para ofrecer una visión fundamentada sobre lo que realmente sucede en el organismo con el paso del tiempo.

En su intervención, la experta en alimentación comenzó por matizar una de las creencias más extendidas, que el metabolismo decae de manera continua desde la juventud. «Desde los 20 años hasta los 60 más o menos en hombres y hasta la entrada de la menopausia en mujeres, realmente nuestro metabolismo no va cayendo. Entonces podemos pensar ¿y por qué vamos ganando más peso?», planteó.

Según explicó la dietista, la clave reside en los cambios en nuestros hábitos diarios, más que en procesos biológicos inevitables. «Pues ahí la edad no es excusa y a lo que le tenemos que dar una vuelta es, qué dejamos de hacer con los años, esa falta de actividad física, esa pérdida de masa muscular, que es donde realmente está el kit de la cuestión», afirmó. La masa muscular funciona como un motor metabólico que consume energía incluso en reposo. Por ello, cuando se reduce debido a la inactividad o a un estilo de vida cada vez más sedentario, el cuerpo necesita menos combustible para funcionar. Si la ingesta de alimentos no se ajusta a ese nuevo gasto energético, se produce la acumulación de grasa corporal.

Otro de los mitos habituales que la nutricionista se propuso aclarar es la idea del 'metabolismo lento' como algo fijo e inmodificable. «No existe eso de metabolismo lento, ni tampoco el metabolismo rápido en personas sanas, y es que tenemos que entender que el metabolismo no es algo genético, no son unas cartas que nos tocan y ya con eso tenemos que convivir, el metabolismo se modula», explicó. Con ello enfatiza que el modo en que el cuerpo utiliza la energía depende de factores modificables, como la actividad física, la alimentación o la calidad del descanso.

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Por esta razón, la experta recomienda analizar los hábitos cuando se detecta una ganancia de peso que parece injustificada. «Entonces, si yo cojo peso más fácil o menos, tendré que volver a revisar mis hábitos y encontrar ahí qué errores estoy cometiendo en la alimentación y lo más importante, me estoy moviendo suficiente, estoy haciendo actividad», señaló. De este modo, la responsabilidad no recae en la edad en sí, sino en cómo se acompaña ese proceso de envejecimiento.

Para hacer más comprensible esta relación entre actividad y gasto energético, la dietista utilizó una comparación cotidiana: «Tú tienes un coche más viejo o tienes un coche nuevo, los dos van a necesitar combustible, que es la comida». Ese combustible se utiliza «para poder mover el motor, el motor arranca y el combustible se va gastando». Sin embargo, el funcionamiento cambia radicalmente si ese coche permanece inmóvil: «Ahora, si tengo el coche aparcado enfrente de casa y no lo muevo, ese combustible ahí va a seguir».

La metáfora es clara, el cuerpo necesita movimiento para utilizar la energía que recibe y sin actividad, incluso una alimentación equilibrada puede convertirse en exceso. La edad, por tanto, no debe interpretarse como una condena inevitable, sino como una etapa en la que la atención a la salud adquiere una relevancia mayor.