«¿Criticas mi cuerpo por salud? No te importa mi salud, tienes una gordofobia tremenda»
Miriam Salinas, psicoterapeuta de nutrición, aporta en 'Atrévete a comerte la vida' una guía para romper la cultura de la dieta y aprender a aceptar la diversidad corporal
Escucha el pódcast: El dilema de los cuerpos (im)perfectos

Comida y emociones están íntimamente relacionadas: desde que uno nace recibe alimento a través de un acto tan íntimo que no solo nutre sino que aporta amor, pertenencia y seguridad. Pero eso solo es el comienzo porque a lo largo de la ... infancia y la adolescencia se va fraguando esa particular relación nutriemocional con la comida.
El problema surge cuando se empieza a utilizar la comida para gestionar las emociones, ya sean problemas, alegrías o vicisitudes de la vida; y se construye una relación disfuncional con la comida y las emociones, que a menudo queda reforzada a nivel social cuando la delgadez extrema se asocia al éxito, al amor y al reconocimiento. Es entonces cuando muchas personas entran en un círculo vicioso de dietas restrictivas, ejercicio compulsivo y atracones, un infierno para la salud física y mental.
En 'Atrévete a comerte la vida' (Grijalbo) la terapeuta especializada en ansiedad por la comida y maestra en psicología positiva Miriam Salinas (@miriamnutriemocional) explica cómo romper con la cultura de la dieta, identificar y trascender los tipos de hambre más comunes, superar los atracones y aprender a aceptar la diversidad corporal. Pero además lo hace desde un abordaje desde su historia personal, a corazón abierto, contando su relación con la comida desde que se inició en la alta competición de natación a los 9 años (fue medallista durante 10 años en los campeonatos de España y llegó a ganar el oro en 200 m) hasta que tras prepararse a los 18 años para los Juegos Olímpicos de Atlanta se retiró finalmente del deporte de élite con esa sensación de «juguete roto» que hizo que durante un tiempo viviese desconectada de su cuerpo, de su mente y de sus emociones.
¿Por qué decidió abordar en su obra la relación con la comida desde un desnudo emocional y el relato de su propia experiencia?
Quise estructurar el dos libro en dos partes, una en la que pudiese contar cronológicamente lo que viví y otra que aportase herramientas útiles como herramienta. Pero es cierto que al principio dudé si incluir ese sincericidio o es desnudo emocional de la primera parte. Pero lo hice porque mi experiencia personal y también la que he tenido acompañando a muchas personas, especialmente mujeres, me ha llevado a darme cuenta de que hay mucha culpa y vergüenza asociada a estos procesos. Me he encontrado con mujeres de 50 o 60 años que habían normalizado tanto algunos patrones o conductas que ya no los relacionaban con una mala relación con la comida.
Creo que expresarlo de un modo más humano o cercano implica rebajar esa culpa y esa vergüenza que me encuentro a menudo y que muchas veces les impide pedir ayuda e incluso responsabilizarse de ello. Una vez que uno se responsabiliza de ello es el momento de actuar. Y por eso en la segunda parte aporto herramientas o técnicas más prácticas para ello.
¿Cómo afecta esa culpa y esa vergüenza a la que ha hecho referencia?
Les impide avanzar. Se sienten como pequeños monstruos y no quieren que nadie vea esa parte de ellas. Pero lo peor es que cada vez les resulta más difícil ocultarlo porque es algo que crece y se hace más grande. Entonces cuando intentan controlar más y más su relación con la comida, se dan cuenta de que se les está descontrolando aún más. Quieren ser perfectas y cada vez se sienten más imperfectas.
Es lo que sentí yo. De hecho aunque ese sincericidio que comparto en el libro me costó mucho creo que tenía un sentido porque no solo hablo como un profesional que explica las consecuencias de un DSM-5 sino que me expreso como una persona que ha vivido un TCA o una relación desordenada o de ansiedad con la comida y que además ha logrado abordar las capas profundas de lo que implica. De hecho explico que la estética o el querer sentirse delgada es solo la punta del iceberg, es una consecuencia de un montón de cosas.
¿Le ha llegado ya algún testimonio sobre lo que han sentido al leer su libro?
Si, creo que hay algo que hace que muchas personas se relajen cuando lo leen. No solo tiene que ver con la identificación, sino con el hecho de sentir que hay un proceso detrás y que se puede trascender. Uno de los mitos en psiquiatría es que el TCA nunca se sana y el mensaje que yo doy es otro.
Además he sentido que la parte de las herramientas prácticas les está resultando útil.
«No hay que hacer detox de zumos verdes, sino de los mensajes que critican la diversidad corporal»
Miriam Salinas
Terapeuta especializada en ansiedad con la comida
¿Qué emociones se suelen normalizar en los trastornos alimentarios?
Abordo esta cuestión con dos líneas de actuación. Una es la parte psicoemocional, que es dónde empieza todo. Es la que tiene que ver con el hecho de que esa persona no sabe gestionar determinadas emociones y las acaba gestionando a través de comer o de restringir alimentos. Esa es una primera fase en la que comienza a ser disfuncional esa relación con la comida porque esa persona maneja su vida, sus alegrías, sus penas y cualquier otra vicisitud a través de la comida o la ausencia de la misma.
Y la segunda fase se da cuando ya entra la cultura de la dieta y esa persona empieza a sentir que su cuerpo no es apto o no es el que se dictamina a nivel social que es deseable. La cultura de la dieta defiende un modelo XXS que implica que si no eso se alcanza, esa persona no será perteneciente, exitosa o amada. ¿Y quién no quiere ser amado? Ahí es cuando podemos hacer referencia a esos ítems de la cultura de dieta que tenemos interiorizados y que están muy cerca de ser trastornos de la conducta alimentaria. Se están normalizando cosas esa «cultura» que no deberían ser normales: desde restricciones severas de alimentos a esa especia de connotación moralista que a veces se atribuye a la comida.
Tengo que aclarar, no obstante, que en muchos casos esas personas sí que son conscientes de lo que estaban sintiendo pero lo que sucede es que le dan un sentido distinto. Por ejemplo, el hecho de hacer muchas restricciones da un falso control y puede darse si se tiene mucha hambre de seguridad. De hecho algunas personas tienen ese pensamiento mágico que les lleva a creer que controlando la comida y su cuerpo pueden controlar su vida, sobre todo cuando su vida es un caos. Por eso se enganchan a esas restricciones que, paradójicamente, les llevan a una alimentación y a una vida carcelaria.
Ha de ser, por tanto, esa persona la que decida si quiere seguir así siempre o quiere salir de esa vida.
La cultura de la dieta está introyectada con un mensaje muy heavy: que todas tenemos que alcanzar un determinado cuerpo estándar.
Somos diversos corporalmente, pero la cultura de la dieta te vende que si comes de una determinada manera y haces ejercicio, tendrás ese cuerpo. Y eso es mentira. Pero es algo vendible. Y de hecho se vende. Detrás de todo eso hay una forma de violencia de género que deja a la mujer desvalida. Si esa persona se pasa todo el día pensando en si comer o no o en qué comer o no, si van al gimnasio o no lo que sucede simplemente es que está gastando un montón de energía vital que no les permite afrontar otros aspectos de la vida con fuerza.
Toda esa energía se va por el sumidero. Y es difícil salir de ahí. Pero lo que planteo en el libro es que si tomas conciencia podrás al menos depurar la información que se te mete en la cabeza. Y eso es un gran comienzo.
A la hora de comer, ¿pesa más el componente emocional que el fisiológico?
Es importante ser conscientes de que no somos robots y de que hay diversidad corporal. Podemos ver claro que nos están vendiendo una moto si nos dicen que si comemos de una determinada manera y hacemos un determinado ejercicio podremos medir 2,10 metros como nuestro sobrino. Pero cuando nos venden llegar a una talla 36 no vemos claro que, en líneas generales, no es posible tenerla y no vemos claro que si llegamos a eso, teniendo en cuenta cómo es nuestro cuerpo, probablemente estaremos famélicas. El hecho de tener ese conocimiento empodera, saca del patrón que nos intentan vender y permite avanzar hacia esa psicoeducación que pone en valor la medicina no «pesocentrista» ni «gordofóbica».
No hay que hacer détox de zumos verdes sino de ese mensaje que critica la diversidad corporal y que nos hace sentir incómodas en nuestra corporalidad. Hay que hacer détox de redes sociales, de personas, del léxico y de las conversaciones que opinan sobre los cuerpos ajenos y que están todo el rato hablando de comida.
«Algunas personas tienen el pensamiento mágico de que si controlan la comida y su cuerpo pueden controlar su vida»
Miriam Salinas
Terapeuta de psiconutrición
¿Cómo aborda en este sentido la relación terapéutica?
No les digo lo que tienen que hacer, les ayudo a que ellas mismas se vayan dando cuenta. Primero deben saber que hay esa diversidad y luego tienen que depurarse de esa información que sigue perpetuando la gordofobia y la cultura de la dieta.
No estoy hablando de resignarse ni tampoco hago apología de los procesados o de la comida que no sea saludable. Solo hablo de estar más en paz. A día de hoy hay sobreinformación sobre nutrición. Incluso puedo decirte que muchos de mis pacientes casi saben más de nutrición que algunos nutricionistas. Pero lo que hace falta es ayudar a esa persona para que se vaya autorregulando y no que no tenga que depender siempre de un profsional que le diga lo que tiene que comer.
A los medios de comunicación también se nos pide responsabilidad con este tema, pues hay una delgada línea que puede llevar a enaltecer la obesidad y a no poner foco en la salud...
Sí, eso de que estoy enalteciendo la obesidad es algo que me dicen a menudo en las redes sociales cuando hablo de estos temas. Pero cuando me dicen que hago apología de la obesidad les digo que estoy hablando de respeto, no de enaltecer nada. ¿Qué tiene que ver la salud con lo que pese una persona o con su aspecto? Las pruebas médicas miden la salud, no el peso.
Se trata, por tanto, de respetar al individuo y de dejar que cada uno se responsabilice de su salud. Se ha pasado de la presión estética al «salutismo». Pero no se dicen las cosas por salud, no les importa la salud de esa persona, se dicen porque esa persona tiene una gordofobia tremenda. ¡Ya me cuidaré yo de mi salud!
Y además hay que añadir algo importante: ningún ser humano va a mejorar desde el señalamiento y el miedo. Es más, en las sociedades en las que hay más cultura de dieta, hay más obesidad. No porque haya más procesados, sino porque donde hay más opresión, hay más compulsión.
Algunos de mis pacientes no quieren ir al médico porque lo único que les dicen es que adelgace. Pero hay que ver lo que ha detrás. No les hacen ninguna prueba, solo les dicen que adelgacen.
Cuando señalas no ayudas, hay que ver al individuo y respetarle. La cultura de la dieta genera miedo y culpa. Hay que salir de las generalizaciones.
¿Qué es realmente tener una mala relación con la comida?
Cuando pregunto a una persona qué elegirían para comer si la comida no tuviera kilocalorías, es cuando uno puede empezar a adentrarse en la auténtica reflexión sobre esto. El tema no es tanto la comida como el cuerpo. Y de ahí viene la gordofobia y el miedo a engordar y, en el fondo, el miedo a no pertenecer. Todos queremos pertenecer para sobrevivir. En el fondo la autoimagen es la emocionalidad que tengo habitando mi cuerpo. SI mi emocionalidad es una mierda y me siento fatal con mi cuerpo porque me he criado con mucho juicio esa autoimagen estará dañada y dará igual si tengo una 32 que una 48 porque voy a seguir sintiéndome mal habitando mi cuerpo, adelgace lo que adelgace o haga la dieta que haga.
Por eso hay que trabajar sobre qué hay detrás de todo eso y reprogramar ese software dañado.
Cuando ves comer a alguien recibes mucha información sobre cómo está en ese momento. La relación con la comida puede servir como un camino de autodescubrimiento. La comida debe ser una cosa más, no hay que apoyarse en ella para todo porque es ahí donde puede empezar a aparecer un problema.
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