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«Viva o muerta» en El Aaiún

«Esperamos su vuelta viva o muerta», afirma Bachir Lekhfawni refiriéndose a su compañera, Aminetu Haidar. «Que va a regresar es seguro. Lo que no sabemos es si lo hará dentro de un ataúd. Tal y como están las cosas veo el final un poco feo»

«La conozco bien. Puede llegar hasta la muerte. Nadie podrá detenerla, ni su familia», sentencia Hassana Douihi, miembro de la Asociación para la Protección de Presos Saharauis. «Tirará hasta la muerte. Eso no se discute. La familia no va a intervenir» para detenerla, añade el compañero de la activista saharaui en una conversación mantenida con ABC.

A pesar del negro panorama que pintan sus palabras, la mañana es agradable en El Aaiún, esa ciudad a la que Haidar dicen que regresará como sea. Esa ciudad que ha olvidado con los años su aspecto de ciudad colonial española para doptar la fisonomía de cualquier localidad marroquí. Las casas pintadas de un color ocre que se confunde con la tierra del fondo, la arquitectura aburrida, las banderas del Reino, la publicidad y, claro, los retratos de Mohamed VI en comercios y sedes institucionales.

Pero en el corazón de El Aaiún sigue latiendo un espíritu indómito que ya probaron las autoridades españolas antes de poner pies en polvorosa hace 34 años ahuyentados por la Marcha Verde de Hasán II y la dejadez del tardofranquismo, que ignoró la llamada de la ONU para poner fin a la colonización como mandan sus leyes.

«Un crimen lento»

Bachir Lekhfawni, nacido aquí en 1951, inquilino durante década y media de cárceles y centros de detención secreta marroquíes por ser miembro del Frente Polisario, es una de las mejores muestras de ese espíritu. Al hablar reparte sin temblar soflamas contra las autoridades de España y de Marruecos. «España está cometiendo un crimen lento con Aminetu», afirma refiriéndose no sólo al Gobierno, sino a la sociedad que no logra impedirlo.

Sabe que su compañera está «cada vez más débil físicamente» pero «sigue bien de ánimo», como le dijo por teléfono el pasado jueves, la víspera del intento por parte española de hacerla regresar en un avión medicalizado. Desde entonces no habla con ella. No le importa que le puedan eschuchar varios agentes de paisano que rodean el encuentro en el complejo Las Dunas de la ciudad.

El discurso de Mohamed VI el pasado 6 de noviembre para conmemorar el 34 aniversario de la Marcha Verde es considerado el punto de inflexión que marca la determinación del Gobierno de Marruecos para bloquear como sea la labor de los principales activistas pro derechos humanos y a favor de la autodeterminación del territorio. Así lo renonocen tanto Lekhfawni como Douihi.

Aquella noche, en un tono más firme de lo habitual, el monarca dijo que «o se es marroquí o no se es», en clara referencia a Haidar y otros activistas, como el grupo de siete detenidos desde el mes de octubre junto a Rabat a la espera de comparecer ante un tribunal militar por haber viajado a los campos de refugiados de Tinduf (Argelia) y reunirse con el Polisario.

Vecinos con miedo

La casa de Aminatu Haidar permanece controlada en todo momento por agentes de Policía marroquíes que «aterrorizan a todos y siembran el terror», explica Lekhfawni. «Hasta sus propios vecinos acaban teniendo miedo de acercarse a preguntar» por la suerte de la activista.

Pero él no es el el único que dispara con bala hacia la gestión que están llevando a cabo del «caso Haidar» las autoridades españolas. Algunos, como Brahim Elansari, veterano militante en favor de los derechos humanos, se pregunta «si son serias las declaraciones de (Agustín) Santos» cuando trata de explicar si hubo o no hubo acuerdo con Rabat para traer de vuelta a la activista».

Dudan, además, de que Madrid quiera poner en peligro su luna de miel con Rabat sólo por esta mujer cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero no emitió ni una sola protesta oficial durante los graves incidentes que afectaron las ciudades saharauis en 2005. Entonces, ni una sola delegación de políticos y militantes pro Sahara españoles, entre las que había socialistas, recibió permiso de Rabat para entrar en El Aaiún.

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