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artes&letras

Angel Crespo, ayer y hoy

A los 20 años de su muerte

Angel Crespo, ayer y hoy

por amador palacios

Ángel Crespo nació en Ciudad Real el 18 de julio de 1926, falleciendo en Barcelona el 12 de diciembre de 1995. Desde su más tierna infancia, ya que su familia poseía allí un quinto y tierras de labor, fue siempre muy intenso su contacto, como experiencia sensorial y espiritual, con Alcolea de Calatrava, en la comarca de La Balálita, amoroso paisaje que surge con frecuencia en su poesía como fruto añorado y alegórico. En 1950, ya licenciado en Derecho y fingiendo preparar oposiciones a notarías porque, de lo contrario, su padre no le hubiera permitido salir de Ciudad Real, fija su residencia en Madrid, publica sus primeros libros, contacta con personas relevantes del ambiente literario y artístico, funda revistas, ejerce como crítico de arte y comisario de exposiciones y trabaja por un corto tiempo como apoderado en la compañía de seguros Plus Ultra, hasta su marcha a Puerto Rico, para enseñar en la Universidad de Mayagüez, no regresando a España ni una sola vez hasta más de dos lustros después de su partida. Tras su jubilación, en 1988, se establece en Barcelona, ciudad donde fallece, como hemos dicho, a final del 95.

En su tiempo de permanencia en España antes de su traslado a Puerto Rico, el nombre de Ángel Crespo figuraba en primera línea dentro de la nómina palpitante del activo panorama poético español, al que la censura franquista no consiguió debilitar. Eran los años de expansión de un realismo atenazador, versus simbolismo, encauzado en una poética caracterizada por el compromiso social, una -digamos- moda necesaria que algunos poetas asumían lamentablemente de una manera panfletaria, poco rigurosa. Crespo, junto a un elenco de lúcidos correligionarios, defendía esos apremiantes postulados social-realistas mas abogando en todo momento por un ejercicio escrupuloso de irreprochable estética. Formando parte activa de un grupo innovador de poetas que de inmediato conformarían la acreditada promoción llamada Generación de los 50, no fue incluido, inexplicablemente, en la célebre antología de Juan García Hortelano referida a este grupo, a pesar de que fueron insistentes los reproches de Caballero Bonald a García Hortelano esgrimidos frente a esa injusta exclusión.

Ya viviendo en América, la distancia hizo que Crespo se apartase un tanto de la dinámica del movimiento poético peninsular, pero lo cierto es que, a medida que su obra iba avanzando y perfeccionándose (publicándola libro a libro en pequeñas editoriales amigas), periódicamente la iba reuniendo demarcada en diferenciados campos temáticos y estilísticos, bien difundida de inmediato en sellos comerciales de la talla de Seix Barral, Alianza o Plaza & Janés. Seix Barral no sólo comenzó a editar las grandes fases de su poesía (sus libros de libros, como él decía) sino también sus inmejorables traducciones de las cantigas de la Comedia dantesca que, a partir de 1973, se empiezan a dar a conocer. Por esta labor el gobierno italiano le condecora, así como en la ciudad de Florencia recibe la muy prestigiosa Medalla de Oro de Dante. En los años 80 traduce y publica, en la editorial Bruguera, el Cancionero de Francisco Petrarca, por lo que el Ministerio de Cultura Español le concede el Premio Nacional de Traducción en 1984. Sus numerosos trabajos de traducción y crítica en torno a Fernando Pessoa (una profusa antología poética del portugués publicada en Austral, el Libro del desasosiego aparecido en Seix Barral a lo largo de varias ediciones, además de otras obras de y sobre Pessoa y de la moderna poesía portuguesa) hacen que el gobierno portugués le distinga con la Ordem do Infante Dom Henrique. Son años de una intensa actividad universitaria, cumpliendo estancias en universidades americanas y europeas, doctorándose en la de Upsala, y llevando a cabo interesantes investigaciones que, unidas a las diversas temáticas y estilos por las que avanza su poesía, lo convierten en sólida referencia de emblemático escritor europeo.

Asiduamente publica atractivos artículos sobre la problemática cultural iberista, y por ende europea, en las páginas de opinión del diario El País, además de hacer crítica en los punteros suplementos de la prensa nacional y las más prestigiosas revistas literarias del momento.

Sólo un año después de su fallecimiento se publicó su poesía completa en tres volúmenes magníficamente impresos y editados; pulcrísima edición llevada a cabo por la Fundación Jorge Guillén de Valladolid, donde muy buena parte del legado de Ángel Crespo reposa. En el no lento proceso de su enfermedad que le llevó a la huesa, Crespo pudo ordenar los dos primeros tomos, siendo el tercero establecido por Pilar Gómez Bedate, su viuda y compañera de fatigas, y Antonio Piedra. También en 1996, la editorial Hiperión publicó su impresionante y premonitorio libro póstumo Iniciación a la sombra, y al final de esa década salió a la luz una sabrosa recopilación de sus poemas en prosa y otra reuniendo sus aforismos. Ya en este siglo, y en su primer decenio, la editorial valenciana Pre-textos lanzó una colección de ensayos de Ángel Crespo sobre literatura europea, Por los siglos; y la barcelonesa Galaxia Gutenberg, un volumen de sus escritos sobre poesía y arte bajo el título El poeta y su invención. Su traducción de El oficio de vivir de Cesare Pavese, cuya primera edición, en Seix Barral, data de 1992, tuvo, tras su muerte, varias ediciones más, imprimiéndola asimismo tanto Planeta como las ediciones del diario El País. En 2005 y 2009 salen al mercado dos densas antologías de su poesía: La realidad entera, publicada por Círculo de Lectores, y una antología crítica aparecida en la imprescindible «serie negra» (Letras Hispánicas) de Cátedra.

Con todo, falta aún obra de Crespo por sacar. Debe continuarse la publicación de sus diarios, ya iniciada en 1999 con Los trabajos del espíritu por Seix Barral. E intentar que se edite su poesía completa con una difusión eficiente que la haga accesible al gran público. Es síntoma alarmante que en el lustro actual no se haya publicado nada nuevo de Ángel Crespo ni se hayan reeditado títulos suyos que en su momento fueron cruciales (su espléndidos trabajos sobre Juan Ramón y el Duque de Rivas, sus estudios sobre Pessoa y sobre la poesía modernista, sus visiones esenciales sobre Dante o Sade). La Comedia dantesca o el Libro del desasosiego pessoano, traducidos por él en ediciones divulgadísimas, hoy se ven en las librerías, y aun en los estantes de las «grandes superficies», en traducción de otros. Como dice aquél, es posible que los grandes artistas hayan de sufrir, hasta lograr definitiva consagración, una desfavorable purgación tras su óbito; ahí tenemos los casos, señeros, de un Bach o un Greco.

La editorial castellano-manchega Almud publicó en 2011 una biografía de Ángel Crespo escrita por mí, yo creo que amena, analítica y, en todo caso, oportuna (Artes & Letras publicó el 30 de abril de ese año una reseña de la misma firmada por Hilario Priego). De todas formas, Crespo no es profeta en su tierra. En su Ciudad Real ni se le menciona, exceptuando que la BAM, viviendo él, realizó una honrosa edición de sus primeras poesías. La Junta reeditó su libro de artículos Las cenizas de la flor en 2008, pero en basta edición de distribución nula. Ese producto biográfico, mi Humanidad y humanismo de Ángel Crespo, que deberían haber acogido, naturalmente no por mí sino por él, las páginas de los principales suplementos culturales, amén de las revistas literarias de altura (hay que mencionar, sin embargo, que el estudioso José María Balcells como José Corredor-Matheos escribieron sobre mi libro en Campo de Agramante y El Ciervo), sólo obtuvo un silencio generalizado de esos medios eficaces y muy capaces de divulgar justamente la tan provechosa obra de uno de los más singulares creadores españoles del siglo XX.

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