La poesía, muy presente en el Alto Tajo
Encuentro poético en Peralejos de las Truchas
Durante el fin de semana pasado tuvo lugar un encuentro poético en el recoleto municipio guadalajareño Peralejos de las Truchas, enclavado dentro de los terrenos rutilantes que conforman el Alto Tajo, situados en las vertientes contiguas a la serranía de Cuenca. Estas puntuales y provechosas citas literarias, convocadas al comienzo de cada mes de mayo, ya llevan nada menos que nueve ediciones celebradas.
El anfitrión de estas reuniones es Manuel Martínez Forega, un poeta, traductor y ensayista zaragozano nacido en Molina de Aragón, capital de esta zona tan guapa. Creador de una consistente obra lírica, Martínez Forega ha traducido el Monsieur Teste de Paul Valéry, única edición española de esta magna colección ensayística del alto autor francés. También Forega es editor, fundando hace casi un cuarto de siglo el singular proyecto Lola Editorial. Asimismo se dedica a la pesca en ríos trucheros. Premiado en este ámbito, la revista Jara y sedal publica artículos suyos en torno a este tan activo deporte.
En la presente ocasión, los participantes de este encuentro se acercaron a Peralejos de las Truchas desde Zaragoza, Madrid, Cuenca y el corazón de la Mancha, comportándose un núcleo de poetas aragoneses y castellano-manchegos, uno de los sentidos del evento: juntar a creadores de estas dos regiones aunadas por estos hermosos territorios expandidos a lo largo del parque natural del Alto Tajo. Así, la nómina de poetas componentes de esta última convocatoria estuvo integrada por Manuel Martínez Forega, ya presentado, y los zaragozanos Adolfo Burriel, un abogado que fue diputado de las Cortes de Aragón por Izquierda Unida; Concha Vicente, incluida en la antología de poesía femenina «Yin», editada por Ángel Guinda y publicada por la editorial maña Olifante, y Miguel Ángel Yusta, columnista de El Heraldo de Aragón y crítico musical. De Madrid vino Laura Gómez Recas, periodista, con abundante participación en antologías y, por último, Agustín Porras, director de la fecunda revista de Guadalajara El Alambique, José Ángel García, un veterano periodista hoy al frente de la Real Academia Conquense de Artes y Letras, y el que humildemente suscribe. El tema de debate de esta edición se centró en la postura del poeta frente al poema.
La estancia en Peralejos resultó deliciosa. Todos los participantes y sus acompañantes se alojaron en la Pensión Casa Pura, un espacio agradabilísmo donde poder descansar cada uno a sus anchas aun escuchando el profundo y contrapuntístico coro de perros de la aldea, degustando la comida genuina y suculenta que sirve la eficacísima y simpática Puri al grupo de comensales embebido en un halo del mayor solaz que incluye las risas ocasionadas por los chistes que Martínez Forega sabe contar inmejorablemente con su encantador acento mañico. Las sesiones se entablan igualmente alrededor de una gran mesa en un amplio salón de esta grata posada, donde no tiene por qué faltar la acogedora compañía de los cubatas animadores.
Tras la necesaria bienvenida a los asistentes por parte de Forega, abrió el debate Agustín Porras quien, con su exacta locuacidad, defendió el principio del poema sustentado en el estímulo de la idea, siendo rebatido de inmediato por Laura Gómez Recas, que abogó por la primacía de la forma en la pieza poética. Yo intervine, conciliador, dándole la razón a ambos, asintiendo en que no sólo el poema sino la propia lengua es forma, como formal es el pensamiento, apoyándome en las cimentadas afirmaciones del lingüista Saussure, aunque reconociendo que el poema parte de un escogido concepto que ha de ser impecablemente forjado por la forma, elemento triunfador del proceso. Se habló también de la certeza de que la poesía, en su flexión característica, acota y modifica la realidad. Como en los debates de la tele, a veces se enfollonaba la conversación, pisándonos la palabra unos a otros, y es entonces cuando un Forega tajante actuaba de moderador. Mareando fondo y forma del poema, entró un nuevo término en el debate: la técnica, como instrumento necesario para fijar la belleza, encrespándose naturalmente la discusión de nuevo. En momentos la charla se acaloró y se discutía con ardor y fogosidad. Alguno, como el apasionado José Ángel García, se levantaba de la silla y exponía su defensa de pie, enfatizando y gesticulando. Se insistió en detallar la belleza del texto basado en su verdad, aunque también se acudió al elogio de los grandes farsantes literarios, como apuntó con tino Adolfo Burriel. Miguel Ángel Yusta y Concha Vicente esgrimieron, afirmando y negando, y aun corrigiéndose, espléndidos argumentos.
La cosa terminó, al cabo de un estupendo saldo de sabor justamente satisfecho, tomando unos vinos en el bar del pueblo antes de cenar. Y a los postres no faltaron unos sones de guitarra por parte de una arrojada asistente. El final de fiesta se resolvió en la mañana del domingo, antes del regreso colectivo, en el bar de Chequilla, a diez quilómetros de Peralejo a través de una vía muy sinuosa, escoltados por asombrosos, gesticulantes farallones. Al aire libre, en el centro del soberbio paisaje, servidos por el mesonero y un simpático fámulo algo baturro, consumiendo con tantas ganas, en un perfecto sol y sombra, buena cerveza y un buen vino en rama de Cariñena, morcillas, chorizos, salchichas, chuletillas, olivas, huevos fritos, torreznos, café, bombón helado y un excelente aguardiente blanco de la Alcarria.
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