Steven Spielberg: «No quiero hacer llorar al público»
El director estrena «Caballo de batalla», cine familiar con caballo y Primera Guerra Mundial de fondo
angélica martínez
Pocos meses después de estrenar «Las aventuras de Tintín» , Spielberg vuelve a la carga con una película que reúne algunas de sus constantes: amistad, superación, carga histórica, animales... Basada en la novela de Michael Morpurgo, «Caballo de batalla» describe la amistad ... entre un adolescente y su caballo, en un pueblo del norte de Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial. Seis nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, constatan que el Rey Midas no ha perdido ni mucho menos pegada en Hollywood, aunque confiesa que solo dos cosas le relajan de su infernal ritmo de trabajo: sus hijos y las aplicaciones de su iPad.
—¿Qué vio en esta historia para pensar que podía conectar con el público moderno?
—Bueno, ciertamente el espectador de hoy quizá no esta preparado para una película estilo años 50 como esta, pero el cine ha evolucionado lo suficiente para brindar en 2012 una historia sobre un caballo con corazón, acción y efectos especiales. Cuando hablamos de sentimientos y valores humanos el paso del tiempo y las modas no es problema.
—Después de tratar la Segunda Guerra Mundial en algunas películas, ha dado un paso atrás. ¿Por qué?
—Porque creo que no se ha hecho justicia a los héroes de la Primera Guerra Mundial. De todas formas, esta no es una película bélica, ya que la contienda es solo el escenario que nos permite contar un drama que habla de la esperanza, que puede aparecer incluso en las más oscuras circunstancias.
—Esperanza y emoción, porque su película no deja un ojo seco en la sala. ¿Le gusta hacer llorar?
—De verdad que no es mi intención. Yo no me senté con el productor de la película y le dije que quería contar una historia que hiciera llorar a la audiencia (risas). Pero reconozco que yo mismo lloré al encontrarme con una fábula en que las personas son devotas de un animal inocente. Por eso, cuando vi la obra en enero del año pasado, el abril ya la estaba rodando. Recuerdo que, cuando mi productora Katheleen Kennedy me llevó al teatro a ver esta historia, sabía que tenía bastantes posibilidades de que la llevara al cine. Y acertó, porque me encantó esta familia y cómo solventan sus necesidades básicas. Los Narracott no tienen nada, solo unos acres de tierra infértil que están a punto de perder, así que el padre compra el caballo por error y luego necesita venderlo para sobrevivir. El destino y la supervivencia son temas esenciales de esta historia. Jamás hasta ahora había hecho una película en la que cada personaje fuera un episodio distinto dentro de la narración.
—¿Cómo se dirige a un caballo?
—Hay un truco: contar con un buen susurrador. Y Bobby Lovgren es el mejor. Tiene un equipo sensacional que conecta con los animales y, sobre todo, un alma distinta para entenderlos. Yo pensaba crear el caballo en la computadora, animado, y sin embargo, gracias a Bobby pudimos utilizar caballos reales. Lo que más me sorprendió fue la capacidad de los caballos para improvisar, todos los días nos dieron lecciones de algo diferente e inesperado, como si fueran auténticos actores. Para mí ha sido una experiencia maravillosa.
—¿Por qué sus películas derrochan optimismo?
—Porque en todas muestro mi deseo de que las cosas vayan hacia delante. He hecho muy pocas películas sobre cómo funciona el mundo, porque a mí lo que me interesa es hacer una reflexión sobre ese funcionamiento. En «War horse» concretamente hay una mitología muy particular entre el estilo y la propia historia, tiene un tono sinfónico, menos realista que «Salvar al soldado Ryan», por ejemplo. Quería dar un paso atrás, hacer una película para la familia. Pero es cierto que muchas de mis películas tratan sobre la forma en que yo deseo que fuera el mundo, y eso forma parte de mi arte, que a fin de cuentas es un arte interpretativo.
—Ya tiene a punto «Lincoln» para final de año y varios proyectos en la agenda. ¿Cómo mantiene tal ritmo de trabajo?
—Muy sencillo: sin tener apenas tiempo libre en los últimos dos años y medio ni vacaciones en los últimos 36 meses. Ha sido una locura, pero siempre intento sacar algún rato para jugar con mis hijos, que son mi prioridad absoluta. También me gusta dedicarme a juguetear con mi iPad porque debo confesar que algunas veces una buena aplicación es lo único que logra darme quince minutos de verdadera relajación.
—Por cierto, ¿monta usted a caballo?
—Sí, sobre todo en los años 80, pero me lesioné la espalda y tuve que dejarlo. Mi mujer monta muy bien y mi hija de quince años incluso compite en la modalidad de salto viajando en torneos a lo largo del país. En nuestro hogar convivimos con caballos, tenemos una docena en propiedad. Así que, con estos antecedentes, supongo que yo era un buen candidato para dirigir este filme.
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