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Dolores Vázquez, Ricardi, Diego Pastrana: los mayores atropellos a la presunción de inocencia

Dolores Vázquez: una pena «popular» de 15 años

No se nos ha podido olvidar la desaparición primero de la joven Rocío Wanninkof en 1999, cuando no regresó a su casa en Mijas después de celebrar las fiestas patronales de Fuengirola y cuyo cadáver apareció meses después en la localidad marbellí de Los Altos del Rodeo. Todos juzgamos aquel rostro serio de la principal acusada, Dolores Vázquez, frente a la dulce mirada de la madre de Rocío y ex pareja de Dolores que la acusó abiertamente de abusos y asesinato. Todavía hoy ella cree que fue Dolores la que ayudó al condenado por el terrible crimen de Rocío -y también de otra malagueña, Sonia Carabantes -, el británico Tony King . El rostro de la gallega Dolores pudo incriminarla antes de tiempo, cuenta en su libro «Víctimas de la Justicia» (Editorial Arco Press) la escritora y criminóloga Marisol Donis. A este elemento subjetivo se unió la «gran presión mediática que la inculpó mucho antes de que se celebrase el juicio», completa la autora del libro. Y tras rememorar las veces que cada uno de nosotros, cada ciudadano de a pie pensó que era una asesina, que incluso le deseó que pasase el mayor tiempo posible enrejada, llegan las preguntas obvias: ¿Quiés les compensa? ¿quién les devuelve su tiempo perdido?, pero sobre todo, ¿cómo se restaña el descrédito y se resarce el atentado contra su honor?

un artículo, el 121 de la Constitución Española

Diego Pastrana: de víctima a verdugo en tres días

Diego Pastrana ha pasado de verdugo a víctima en sólo unos días. «En su caso no ha habido ni error judicial, porque no ha pasado por juicio», advierte Donis. Imputado como presunto abusador y homicida de Aitana , la niña de 3 años que falleció el pasado jueves en un hospital tinerfeño e hija de su novia, nadie podía pensar que su tristeza, su abatimiento, su mirada inquietante se debían al dolor por la pérdida de la que consideraba como su propia hija. Apenas tiene 24 años y Diego fue juzgado primero por un médico, que activó el protocolo sanitario debido a los cardenales y señales que observó en el cuerpo de la niña, y luego de forma concatenada por los informadores. Así llegó a la ciudadanía que llegó a desearle la «muerte» y le abofeteó con este grito mientras era esposado y encarcelado. Apenas 24 horas después, salía en libertad sin cargos y un nuevo informe determinaba que el infortunio acompañó la vida de la niña, provocando que la caída de un columpio fuese mortal. Las quemaduras del cuerpo eran una reacción alérgica en su piel. Diego no la había tocado. Y lloraba su desgracia. ABC , a través de su director Ángel Expósito , pronunció su particular «Nos equivocamos» en un vídeo abierto al público. No duelen prendas en hacerlo, pero qué duda cabe de que un ciudadano y su circunstancia, Diego Pastrana, nos ha dado a todos una inolvidable lección de periodismo. Los casos de condenados sin ser culpables se complican cuando, como a Dolores Vázquez, le juzga un jurado popular, «contaminado» o «infectado» por imágenes que han visto en televisión o recortes de prensa que ha leído. Dolores fue condenada a 15 años de cárcel por la muerte de Wanninkhof. Esta sentencia condenatoria se debió, según dice Marisol Donis, «en gran parte» a los juicios paralelos que se enarbolan en los medios de comunicación (en general). Respecto a este caso, quizá uno de los más sangrantes en cuanto a la opinión formada de antemano en las masas, la autora del libro presenció cada una de las sesiones del juicio y da fe de cómo «la gente de la calle la insultaba y le decían "asesina"». Un juicio posterior determinó que Tony King no había actuado en connivencia con Dolores.

Javier Villanueva: Inocente en su país, culpable en Bolivia

En nuestro país, la familia del sevillano

Javier Villanueva

probar su no culpabilidad en Bolivia

«es muy fácil incriminar, pero muy difícil demostrar la inocencia»

es el «caso más sangrante» en la historia negra de España, el crimen de Cuenca de 1918

mediante torturas

«No había ni muerto».

Rafael Ricardi: «violó» a dos mujeres y, trece años después, no las había violado

Rafael Ricardi no ha gritado mucho. Con voz suave, amilanado por trece años de prisión revolviéndose entre la inocencia, salió de la cárcel, dio una rueda de prensa en la que proclamó -como había hecho más de una década atrás- que no tenía nada que ver con las dos violaciones que se le atribuyeron en 1996 y se fue a descansar. Tras «hurtarle» trece años de su vida en familia, Ricardi fue absuelto ante la aparición de nuevos elementos de prueba que evidenciaban que su ADN no se correspondía con las muestras recogidas en la ropa de una víctima. Hoy sabemos que pide

una compensación al Ministerio de Justicia de diez millones de euros

Errores dentro y fuera de nuestras fronteras

Pero esos errores policiales, periciales, judiciales y mediáticos no son aislados en España. La misma escritora no libra a otros países de estos veredictos adelantados. Dieron la vuelta al mundo los rostros de Marie Lafarge, en Francia, acusada de envenenar a su marido; de David Milgaard, que con sólo 16 años fue inculpado por la muerte de una enfermera en Canadá; o del boxeador americano Rubín Carter, que «cometió» un triple asesinato en un bar y después no lo había cometido. No fueron tan publicitadas las sentencias definitivas enmendando los fallos.

Preguntada por asesinos confesos como Miguel Carcaño, por el crimen de la joven de 17 años Marta del Castillo Casanueva en Sevilla, o Santiago Mainar, el guarda forestal que confesó haber matado al alcalde de Fago, Miguel Grima, y luego se retractó, la escritora y criminóloga sostiene que «da igual que confiesen, porque sujetos como Mainar pueden tener una personalidad que les lleva a confesar porque simplemente quieren notoriedad» y son, en realidad, inocentes. En nuestras retinas quedan esposados de por vida. Pero, «hay que demostrar la culpabilidad» de cada uno, remacha Donis. Otra lección básica, de nuevo.

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