«Ciudad de vida o muerte», un Spielberg chino
La sección competitiva le ha hecho hueco a una película tan robusta que apenas si cabe en ella; es la china «Ciudad de vida y muerte», de Lu Chuan, y cuenta allí u no de los capítulos más sórdidos de la eterna contienda entre China ... y Japón , cuando, en 1937, Japón tomó la entonces capital de China, Nanjing, y sometió a su población civil a un humillante e infructuoso pulso con la tortura y la muerte, pues fueron 300.000 los cadáveres esparcidos tras el paso de las tropas imperiales. La Historia con mayúscula considera aquellos sucesos como uno de los episodios más crueles del ignominioso inventario bélico de nuestra especie, lo cual convierte a la película en un medicamento, una catarsis ...
Los hechos siempre admiten, al menos, dos versiones y visiones antagónicas, aquí el director chino Lu Chuan decide «spielbergizar» , en el mejor sentido de la palabra, su modo de narrar el episodio. No es «La lista de Schindler», ni tampoco «Salvar al soldado Ryan», pero hay tramos de este «espectáculo cinematográfico» que no tienen que envidiar en nada a ninguna de ella s . Una primera mitad bélica pura, durante la toma de Nanking, con tanta metralla como la que se gastó en Normandía, y una segunda parte, dramatizada y dramática, en la que se aprecia como pocas veces el grado de atrocidad al que puede llegar el ser humano con una gorra, en esta ocasión el ser humano japonés, hasta tal punto irracional y abyecto que convierte al delegado nazi del campamento en alguien sensible, bueno.
Inmundicia moral
«Ciudad de vida y muerte» es un recuento de la inmundicia moral que se vivió en aquel campo de refugiados y vencidos, de las múltiples violaciones y asesinatos por unas tropas fuera de control, de examen y de responsabilidades (aunque luego serían peinadas en el llamado Proceso de Tokio), y en esa narración, el director no elude toda la batería de recursos dramáticos y situaciones al filo incluso del melodrama. Padres, hijos, madres, mujeres, niños... Hay, sin duda, un modo de contar aquello mucho más «contenido», pero ni impactaría tanto ni sería igual de catártico. Es una película china y está por lo tanto en su derecho de poner el acento allí donde considera que le es más útil, justo o apropiado, y se supone que ya han contado con la circunstancia de que «Ciudad de vida y muerte» no se estrenará en Japón y si se estrena no será bien recibida. Aquí, en el festival, cayó como un obús y recibió un aplauso atronador.
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