Piedras milenarias y misterios sin resolver: la isla española que cautiva la imaginación
Los yacimientos de la cultura talayótica en Menorca protagonizan una ruta mayúscula por el pasado milenario de la isla
Las calas más bonitas de Menorca (y entre las más bellas del Mediterráneo)
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Iniciar sesiónUn recorrido por la Menorca talayótica desvela que la piedra que falta en la Naveta des Tudons esconde la leyenda de un amor 'gigantesco', que el chapuzón en Calescoves está vigilado por cien tumbas agujereadas en lo alto del acantilado, y que las ' ... taulas' -esas enormes mesas de piedra en forma de 'T' que salpican el campo menorquín- son edificaciones únicas en el mundo que siguen en pie 2.000 años después de su construcción.
Solo en esta isla se pueden seguir los pasos de esta cultura entrando en sus casas casi intactas. Ver la hoguera donde se descubrieron cereales torrefactos que desvelaron una 'fábrica' de harina en la magnífica Cornia Nou. Tocar las piedras imperfectas colocadas con maestría ingeniera. Leer el diminuto pergamino que sostiene la figurita negra de bronce de Imhotep -dios egipcio de la medicina- expuesta hoy en el Museo de Menorca. Y acabar la ruta bebiendo una cerveza talayótica hecha con romero, miel, camomila, artemisa y lúpulo. «Es como degustar un sorbo del campo menorquín», advierten los lugareños.
Menorca mide 700 kilómetros cuadrados, tiene cinco faros, setenta playas y dos yacimientos arqueológicos por cada kilómetro cuadrado. Hay navetas funerarias que parecen barcos de piedras boca abajo, casas circulares, santuarios de taula y torres o talayots. La visita es accesible y está a pie de campo. Solo hay que levantar una cancela -a veces ni eso- y recorrer los poblados de estos habitantes que llegaron a la isla inhóspita y despoblada allá por el año 2.300 a.C.
En septiembre, en la reunión del Comité del Patrimonio Mundial que se celebrará en Riad (Arabia Saudí), la cultura talayótica será probablemente incluida en la lista de la Unesco. Según el informe de Icomos (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios), conocido la semana pasada, Menorca Talayótica «cumple los criterios requeridos».
Ninguno es igual a otro
El recorrido empieza en Cornia Nou, donde se yergue uno de los talayots más grandes de la isla. Visto desde arriba su 'techo' parece una ensaimada, coronado por anillos concéntricos de piedras. Gracias a esas excavaciones sabemos cómo se construían los talayots pero aún es una incógnita para qué servían. Se puede decir que eran edificios hechos para impresionar, aportaban identidad a la comunidad y marcaban su territorio. De ahí que siempre se construyeran en lugares con amplio dominio visual para ver y ser vistos. Es curioso que hay más de trescientos por toda Menorca y ninguno es igual a otro.
Pegado al gran talayot de Cornia Nou se encontraron cereales carbonizados en una hoguera de pNAVedra pizarra donde quemaban la semilla para quitarle la indigesta gluma, una piel inexistente en la actualidad. Gracias a este fuego sabemos que el edificio adyacente al talayot servía para procesar alimentos y como lugar de almacenaje. Aquí se recuperaron también 12.000 huesos de fauna doméstica y muchas herramientas.
La visita prosigue en Trepucó, el primer yacimiento excavado de forma científica por la arqueóloga Margaret Murray. Consta de dos talayots, uno monumental, y un recinto de taula y las casas situadas en el barrio sur.
Santuarios con forma de 'T'
En Menorca hay 32 santuarios de taula repartidos por la isla y siete se conservan en pie. La de Trepucó es la más importante junto con Torralba, esta última donde se halló la famosa estatuilla del 'torito', venerada hoy en el Museo de Menorca.
«¿Cómo pudieron mover piedras de dos toneladas?», se pregunta el visitante ante la imponente taula de Trepucó. Se cree que decenas de talayóticos movían las rocas con cuerdas en pendiente y bajaban la losa vertical; luego la encajaban en un agujero poco profundo para darle estabilidad. Una vez colocada, construían una rampa de tierra y piedras, y subían la piedra horizontal que coronaba el santuario.
Las taulas se reconocen por su forma de letra 'T' que algunos autores atribuyen a la representación esquemática de un toro y otros a la diosa Tanit. En estos recintos se veneraban deidades locales y foráneas con rituales que consistían en ofrendas y banquetes. El fuego se colocaba en la parte derecha, y detrás del altar se disponían las estatuillas.
Los prehistóricos menorquines dejaron evidencias de su fuerte religiosidad en los lugares de culto como éste pero también en el mundo funerario. Basta con acercarse a Calescoves, la mayor necrópolis de Menorca.
A Calescoves se llega bajando una suave pendiente que desemboca en una paradisíaca cala de azul turquesa flanqueada por un acantilado perforado con un centenar de agujeros. Son cuevas donde los talayóticos trasladaban a sus difuntos al creer que el mundo de los muertos debía estar junto al mar.
Calescoves ha servido desde tiempos inmemoriales como un fondeadero para barcos. Hay tablas de surf escondidas entre los matorrales y se puede subir a las cuevas funerarias siguiendo las borrosas flechas amarillas marcadas en la pared del barranco. Una vez arriba se entiende por qué los hippies hicieron de este lugar su residencia en los años 60 y 70 y hasta esculpieron sus caras en una de las rocas.
Antes de dirigirse a la Naveta des Tudons se puede hacer un alto en el camino para comprar queso mahonés, probar un gin Xoriguer, degustar helado de queso elaborado con leche de vaca menorquina en la pequeña quesería RM o probar unos dulces 'carquinyols' de almendra y los típicos 'crespellets'.
Un monumento funerario único
La Naveta dels Tudons es un referente de la Menorca talayótica y un ejemplo de monumento funerario único y original que solo se han documentado en esta isla, mientras que en Mallorca permanecieron inéditos durante la Edad del Bronce.
La leyenda cuenta que dos gigantes competían por el amor de una doncella. Uno tenía que excavar un pozo y el otro debía construir una naveta. El primero que acabase ganaría el amor de la mujer. Cuando el gigante estaba a punto de colocar la última piedra se escuchó: ¡agua! y supo que su contrincante había ganado. Rabioso arrojó la roca y lo mató. De ahí la silueta imperfecta de la Naveta des Tudons.
Pistas
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El principio de todo. Los primeros vestigios de presencia humana en la isla tienen más de 2.000 años. Entre el 1000 y el 700 a.C. se construyeron los talayot. Hay más de 300. Uno de los edificios más emblemáticos -exclusivo de Menorca- son las navetas, construcciones funerarias colectivas.
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¿Una cerveza talayótica? De camino a Calescoves, en el pueblo de Sant Climent, se puede visitar la fábrica Graham Pearce y beberse una curiosa cerveza talayótica.
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Un museo imprescindible. Ubicado en el antiguo convento franciscano de Mahón, el Museo de Menorca guarda algunos de los hallazgos arqueológicos más importantes de la prehistoria menorquina. Si eres un 'foodie', te encantará la exposición temporal sobre la gastronomía menorquina.
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Un alto en el camino. Tast es un restaurante en Es Mercadal que combina la cocina tradicional con propuestas de vanguardia. Su chef Pachi Allegue ofrece un menú con propuestas deliciosas como el calamar con berenjena asada y salsa thai o el pulpo a la crema de patata y aceite de pimentón. De postre, torrija de naranja confitada y un casero sorbete de mango.
El viaje prosigue hasta Son Mercer de Baix para conocer un poblado de navetas de habitación, las casas de planta alargada donde vivían los talayóticos rodeados de un extenso territorio de pastos y cultivo. Se puede entrar a la cueva del Moro, que no es una cueva sino un edificio totalmente levantado que destaca por tener unas grandes columnas mediterráneas centrales. Las vistas al acantilado son sobrecogedoras y en los días despejados se ve la costa de Mallorca.
La última parada es Torre den Galmés, el poblado talayótico más grande de Menorca. Hay un centro de interpretación para el visitante y desde la parte más alta se contempla una panorámica de todo el sur de la isla. Tiene tres talayots y una taula rota muy curiosa. Aún se puede ver la piedra del capitel que cayó justo delante de la taula y que fue utilizada como tumba en la época romana. Prueba de ello es la forma humana esculpida en su interior. Fue en este recinto donde se encontró la figurilla egipcia de bronce de Imhotep, la única pieza de este tipo hallada fuera de Egipto que hoy se exhibe en el Museo de Menorca.
En el barrio sur se conservan las casas circulares descubiertas por Maria Lluïsa Serra, ex directora del Museo de Menorca. Las viviendas conservan los muros, las alcobas, la hoguera y hasta la caseta del perro. La puerta principal siempre está orientada al sur para evitar el viento de tramontana. Dentro se puede imaginar cómo vivían sus habitantes tejiendo, cocinando o moliendo alimentos en su día a día.
El día acaba y la Torre den Galmés guarda otra joya en el firmamento. Es un lugar único -sin temor a exagerar- para la observación astronómica. Sólo hay que localizar el cartel amarillo y negro del 'Planisferio', mover la rueda en el día y hora exactas y el panel ilumina las estrellas, galaxias, constelaciones. Tumbado frente al cielo menorquín empieza otro viaje a la prehistoria, esta vez a través de la arqueoastronomía.
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