Maspalomas, el verano eterno
No ha de extrañarle que en el chiringuito le atiendan con un «mi niño» o un «mi sielo»... Algo tendrá esta playa cuando la eligen los residentes en la isla
FERNANDO TIMÓN
Pocas cosas hay más ciertas. No exagero cuando digo que el tiempo no falla nunca en el sur de Gran Canaria . Y cuando digo nunca, es que si el invierno te recibe aquí con 24 grados para tostarte al sol y nadar en ... el Atlántico, en verano el mercurio rara vez supera los 28. Por eso, Maspalomas y su playa reciben a miles de turistas cuando la nieve y el frío azotan sus países, y lo mismo ocurre en la época estival. Como canarión residente en Madrid, no dudo lo más mínimo en recorrer andando los ocho kilómetros hasta «el Inglés» cada vez que voy. Obligada es la parada en lo alto de una duna para ver el paisaje de este precioso paraje, protegido como reserva natural. Yo me reservo el atardecer para ver la puesta de sol en la zona del Faro.
Maspalomas es una playa amable con los nudistas , con los gays, con los surfistas, con las familias, con los «singles» y con todo aquel que la elija como destino vacacional . Ese mismo carácter lo tenemos los canarios, de sonrisa fácil, y alegría sempiterna hacia todo el que viene de fuera. De hecho, nadie se debe extrañar si en una tienda, restaurante, cafetería, o en uno de los chiringuitos de la playa te atienden con un «mi niño» o «mi sielo»… Solo es una forma de hablar. Algo especial debe de tener este sitio cuando lo eligen para descansar cada fin de semana los residentes en la isla, o cuando una familia de holandeses me cuenta que llevan nada menos que quince años viniendo a veranear aquí.
El paseo de Meloneras , que lleva hasta la playa homónima, es perfecto para los «runners» que, bien a primera hora, o cuando el sol toca el horizonte, se calzan las zapatillas para recorrerlo. De un vistazo se puede elegir el sitio donde comer o cenar . La oferta es tan internacional como variada en este lugar en el que no faltan las tiendas, ni las «performances» al caer la noche. Yo siempre me inclino por la cocina canaria (más me vale) y es que nadie se puede ir de aquí sin probar las papas con mojo picón o una vieja a la espalda y, de postre, mousse de gofio o papaya con naranja.
Torre de Babel
Si durante el día, la playa, el paseo y la calle es una pasarela internacional de trajes de baño y colchonetas, a cual más grande, la noche pasa a ser una torre de Babel , en la que la fiesta y la música se convierten en el idioma universal de los miles de «guiris», que llenan los pubs, las terrazas y las discotecas con su olor a «aftersun» y sus caras enrojecidas por el sol. Sonrío al mirarles, levanto la vista y en el cielo las estrellas me dicen que el sol volverá a brillar por la mañana. Me espera el mar azul y la arena dorada.
Maspalomas, el verano eterno
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