artes&letras
Al reencuentro de Urabayen
Diversos autores coinciden en reivindicar la reedición de la obra de temas toledanos del escritor navarro
por maría josé muñoz
Los colaboradores de Artes&Letras de Castilla-La Mancha Mariano Calvo, Enrique Sánchez Lubián y Jesús Fuentes expresan en estas líneas sus particulares visiones sobre el escritor navarro, las cuales han plasmado en la primera parte del ciclo de conferencias «Félix Urabayen. Rescate y recuerdo», ... que se celebra en la Bibloteca regional
Con el título de «El satírico por amor» titula el escritor y periodista Mariano Calvo para Artes&Letras de Castilla-La Mancha las ideas fundamentales de la conferencia que pronunció el 17 de febrero en la Biblioteca Regional, cuyo título original fue «El cronista de la ciudad dormida».
«Félix Urabayen ha sido durante décadas el eterno exiliado de la memoria toledana. Su condición de republicano comprometido con el Frente Popular y posteriormente su estigma de represaliado supuso que nunca volviera a Toledo después de su huida precipitada en 1936, y que sus obras y su nombre hayan estado de alguna manera ‘proscritos’ en la ciudad a la que dedicó lo mejor de su obra literaria».
«La obra de Urabayen expresa un permanente afán por plasmar la plástica peculiar de Toledo, desentrañando su esencia más profunda...». «El aura de ‘malditismo’ que ha rodeado su nombre y la dificultad casi clandestina de conseguir sus libros, puede crear, en los que a ellos se acerquen por vez primera, algunas expectativas exageradas en relación a su grado de rebeldía y heterodoxia. No estamos ante un autor de extravagancias bohemias, excesos progresistas ni atrevidos postulados ideológicos. Sus ideas son las de un intelectual liberal de planteamientos moderadamente regeneracionistas y sensible a las preocupaciones sociales, pero que, -como diría algún jacobino- ni siquiera era anticlerical».
«Literariamente, tampoco Urabayen fue en absoluto un vanguardista. En una época en la que muchos de su generación (como Ramón Gómez de la Serna, y otros tantos) se aventuraban a ensayar estéticas novedosas dentro de los movimientos de vanguardia, él sentía afinidad con la anterior Generación del 98, y, al igual que para estos, Castilla encarnaba para él la esencia de España, y, por eso mismo, era el compendio de la postración secular del país. En opinión del navarro, la solución para los males de Castilla y, por tanto, de Toledo sería dejarse fecundar por las industriosas gentes del Pirineo. Y esta es la tesis que repetirá a lo largo de su trilogía novelística dedicada a Toledo: Toledo: Piedad; Toledo la despojada; y Don Amor volvió a Toledo».
«...le enamoraba el ingente acervo de historia, de arte y de monumentalidad que atesoraba la vieja urbe del Tajo, pero le dolía hasta la exasperación su sociedad apática y mortecina, vuelta de espaldas al ingente patrimonio de la ciudad salvo para la obtención de beneficios económicos, a costa de su ruina y de su expolio».
«Como dijo Joaquín de Entrambasaguas: ‘Enamorado de Toledo, hasta el punto de convertir la ciudad en protagonista de sus mejores obras, nadie la ha zaherido como él».
«La crítica al declive y expolio de la ciudad forman el hilo conductor de varias de sus obras, pero especialmente de las tres novelas que Urabayen dedica a Toledo: Toledo: Piedad, Toledo la despojada y Don Amor volvió a Toledo. Son tres monumentos de amor que Urabayen erige a su ciudad adoptiva pero también el cauce de sus preocupaciones y del dolor que la ciudad le causa. En un momento podía escribir que ‘no hay nada más inmoral que la moral toledana’, y en otro lugar proclamaba que a Toledo ‘se le toma un cariño feroz, que se enraíza al alma para siempre y sin liberación posible’».
«Toledo es ‘el lugar de las santas leyendas, decía en una hora de arrebato amante, y luego en otro momento escribía que Toledo era ‘un ataúd del arte y un pudridero de almas’.
«Y entre la ciudad y sus habitantes, Urabayen discernía dos realidades antagónicas: ‘A la grandeza de la piedra -escribe-, al extraño encantamiento que brota de la vieja piel, a esta luz divina que todo lo ennoblece corresponden unas almas de gusanos’…».
«Gregorio Marañón, que le conocía bien como amigo suyo que era, señaló en Elogio y nostalgia de Toledo la contradicción en la que se movía el escritor: ‘Toledano fue Theotecópuli (…) como lo fue el inolvidable Urabayen, navarro por los cuatro costados, que pretendía disimular su absorción por la ciudad vetusta murmurando de ella, pero sin que le creyera nadie; como esos hombres que, dominados por una mujer hablan mal, de continuo, del sexo femenino en las tertulias de los cafés’».
«Ningún otro escritor ha ido tan lejos como Urabayen en el zarandeo de la autoestima toledana, y en esta materia de vapuleos por amor su mayor audacia consistió en calificar a la sociedad toledana de ‘gusanera’ y a sus conspicuas gentes de ‘larvas’. Uno de los personajes de Don Amor volvió a Toledo, observando la panorámica de la ciudad, presiente ‘el rumor de la gusanera que empezaba su trabajo con la misma indiferencia que si actuasen sobre un cuerpo vivo’».
«El paisaje toledano se nos presenta, visto por Urabayen, como un cuerpo en descomposición en el que bullen los gusanos necrófagos, y se atreve a añadirle algo parecido a un responsorio: ‘Toledo ha muerto hace siglos -dice uno de sus personajes- y un cadáver insepulto no produce más que larvas’. Respecto a los miembros de la clase dominante, comenta: «Encerrados en la Imperial Toledo, mezcla de basura y misticismo, de idealismos oratorios y de realidad pícara, se encuentran en ella tan satisfechos como gusanos dentro de un queso’».
«En Toledo: Piedad las larvas se convierten en ratones, pues ‘no es de extrañar -dice- que las almas, en tertulias, en casinos o visitas, se dediquen a roer al prójimo. Los caserones destartalados son siempre nidos de ratones’».
«’En Toledo, la Iglesia lo engulle todo -afirma-: la vida y la muerte. Cuanto más inmoral una ciudad, más católica aparece; a mayor número de pecados, mayor número de confesores que absuelvan”.
«En otro lugar deja escapar: ‘Toledo es la ciudad de las momias’. Y más allá anota: ‘Toledo es un peñón, una prisión atenuada, donde vivimos parasitariamente curas, militares y ciudadanos sin graduación’».
«El era consciente de que sus diatribas no eran siempre bien entendidas, y ello se refleja en cómo el personaje Santafé de Don amor volvió a Toledo se defiende de sus contertulios, que le acusan de desafección con palabras que parecen salir directamente del corazón de Urabayen: ‘¡Me reprocháis no amar bastante a Toledo. ¡Más que todos vosotros! Porque la amo de corazón, sin falsa palabrería. Haría de ella la Meca del peregrinaje artístico del mundo entero y la escuela donde aprenderían las futuras generaciones (…) ¡Así la concibo yo! Nunca como una de esas viejas egoístas cerradas a la alegría y a la generosidad, a cuyo cuidado se amustia y envejece otra generación por un cariño suicida y mal interpretado’».
«Tras su excarcelación, en noviembre de 1940, Urabayen nunca regresó a Toledo. Al final pudo decir de su querida ciudad, lo que Garcilaso de su amor imposible: ‘Aquella tan amada mi enemiga…’». Mariano Calvo finaliza su conferencia con el argumento de que corresponde a esta generación de toledanos devolverle el sitio que le corresponde en el canon de los autores clásicos de Toledo. «Ójala podamos ver pronto en los escaparates las obras completas del escritor o, al menos, su trilogía de novelas toledanas. Cuando esto suceda, podremos decir que, definitivamente, ‘Don Félix Urabayen volvió a Toledo’.
Defensa del Tajo
Tras la intervención de Calvo, al que precedió Juan José Fernández Delgado como primer conferenciante -y que aproximó al público el personaje-, el 24 de febrero le tocó el turno al escritor y periodista Enrique Sánchez Lubián, quien se centró en la novela Don Amor volvió a Toledo. A continuación, ofrecemos un resumen de la conferencia:
«En el verano de 1936, en plena guerra civil, la editorial Espasa-Calpe publicó Don Amor volvió a Toledo, la última de las novelas toledanas de Félix Urabayen. En sus páginas, el escritor navarro acrecienta sus críticas hacia la pasividad de las fuerzas vivas de la capital ante cualquier apuesta de progreso que pudiera devolver a la ciudad el esplendor que tuvo en tiempos pasados. En esta obra hay también una clara defensa del río Tajo como factor de desarrollo para Toledo».
El eje central del simbolismo de la obra toledana de Urabayen es la comparación de la ciudad con una mujer, poseedora de un rico y esplendoroso pasado, que lleva siglos esperando ser enamorada y recuperar su pretérito fulgor. En Don Amor la protagonista es Leocadia Meneses, una joven heredera bajo custodia de un tío capellán, que es presentada como «el fruto refinado y perfecto de muchos siglos de civilización».
«De todos los pretendientes que se acercan hasta Leocadia, ella sólo acepta a un ingeniero que había llegado a Toledo con la pretensión de desarrollar el ambicioso proyecto de derivar las aguas del Tajo desde las huertas de Galiana hasta la fábrica de Armas, evitando que circunden el peñón toledano, para posibilitar la creación de regadíos. El ingeniero, de quien Urabayen remarca como signo identificativo ser lector de El Socialista, intenta convencer a las fuerzas vivas de Toledo de la bondad de sus ideas pero no encuentra el más mínimo respaldo, sino rechazo y desdén».
Añade Sánchez Lubián que Rosa María Urabayen, hija del escritor navarro, manifestó en el año 1982 que Don Amor volvió a Toledo había sido escrita desde la indignación y en un momento en que su padre quería decir algo a la ciudad de Toledo. «Ella hacía referencia al rechazo al posible trasvase de las aguas del Tajo hacia Levante, pero había otras cuestiones».
El periodista hace referencia a uno de los personajes de la novela, un pintor que en encuentra dificultades para plasmar en sus lienzos la esencia de la ciudad, para afirmar que Urabayen «no fue un mero copista de la realidad toledana, sino que llevó a sus novelas los vicios, podredumbres y vanidades provincianas de determinadas clases toledanas, apostando por el regeneracionismo y, luego, el republicanismo».
«En su trilogía, Urabayen nos sitúa ante dos ciudades. Una la que alberga un pasado deslumbrante y gran cultura, es la ciudad dormida. La otra Toledo es la del presente, la que está roída por ‘almas de gusanos’. Mientras que la primera es admirada por los cientos de turistas que la visitan en busca de sus tesoros del pasado, la segunda está acomodada en su aburguesamieno y vive de espaldas hacia cualquier apuesta por renacer de sus cenizas.
«José Esteban, uno de los estudiosos de la obra de Urabayen, afirma que el escritor navarro fue especialista en ganarse la enemistad de las fuerzas vivas de Toledo, a las que calificó como ‘hordas prehistóricas, integradas por concejales, diputados, mercaderes honestos, prestamistas abnegados y plañideras eruditas’»...y «en otro momento afirma rotundo que Toledo prefiere morir a transformarse».
«Unos meses antes de publicar Don Amor volvió a Toledo, Urabayen había sido candidato de Izquierda Repulicana por la provincia de Toledo en las elecciones generales de febrero de 1936, encuadrado en el Frente Popular. Obtuvo 79.849 votos, faltándole 341 para ser elegido. Nuestro escritor tenía una activa presencia política en el partido de Manuel Azaña, del que en 1933 fue elegido presidente provincial. Al terminar el conflicto pudo exiliarse a México, pero optó por quedarse en Madrid pensando que nada le ocurriría. Pero estaba equivocado».
Una novela, prueba de cargo
«Reconocido en la calle por un policía toledano fue detenido. Se le acusó de ser uno de los principales marxistas de la capital y responsable de la incautación del tesoro artístico toledano. Como ambas acusaciones eran falsas, el texto de Don Amor volvió a Toledo se convirtió entonces en prueba de cargo del proceso. Se argumentaba que en sus páginas había referencias ofensivas hacia el Ejército y la Iglesia. Además, Urabayen había incluido en la primera página de su obra la siguiente indicación al lector: ‘Se terminó esta obra el mismo día en que estalló en España la intentona fascista. El autor no ha querido tocar ni una línea del original, aún sabiendo que lo fueron audacias ayer serán ingenuidades mañana’. La osadía de considerar como intentona fascista al Glorioso Movimiento Nacional fue otra razón más en su contra, como también lo era su activa militancia en el partido de Azaña y pertenecer al colectivo social más castigado por la represión franquista: el magisterio».
«Urabayen fue condenado a prisión por considerársele enemigo francamente peligroso para la Causa Nacional. Debido a su estado de salud, fue excarcelado a los pocos meses, falleciendo el 8 de febrero en Madrid. Urabayen había perdido su envite con los poderes toledanos, pagando por ello con la cárcel, la enfermedad y con el ostracismo al que durante décadas han sido sometidas sus obras».
«El 1963 el profesor Joaquín Entrambasaguas incluyó Don Amor volvió a Toledo en una selección de las mejores novelas contemporáneas. Mientras que en Navarra se han reeditado algunos de sus textos relacionados con su tierra natal, en Toledo nada se ha avanzado por recuperar su trilogía. Intentos ha habido desde los años ochenta, pero ninguno ha fraguado». Finaliza Sánchez Lubián con el argumento de que « reivindicar los textos de Urabayen y su persona, como hacen estas conferencias, es apostar por la recuperación de la memoria democrática de Toledo, una iniciativa que para ser eficaz precisa, también, de sólidas voluntades de luchar contra el olvido».
Aparece el Greco
Fue el 3 de marzo pasado cuando el estudioso Jesús Fuentes Lázaro pronunció su conferencia en el ciclo dedicado a Urabayen, a quien considera uno de los mejores escritores españoles de la primera mitad del siglo XX. De la primera novela de asunto toledano Toledo, Piedad, que publicó en 1920, dice ser una Autobiografía idealizada. «En ella se reproduce el modelo de la búsqueda durante la vida, al estilo de la Odisea y de las narraciones de viajes -Urabayen era gran conocedor de los clásicos- y de los recorridos de aprendizaje. Como se pusiera de moda con los regeneracionistas, el lugar central para encontrar ese pasado olvidado era Toledo. Y, en Toledo, además un personaje desconocido, servía de enganche. Casi por todo el mundo occidental se corrió la voz de la existencia de un pintor que había pintado unos cuadros sublimes. Su obra, del siglo XVI, era más actual que las obras de los pintores actuales. Su nombre, el Greco; su pintura, olvidada durante siglos, la más moderna entre los modernos».
«La Estructura de la novela responde a un sencillo esquema circular. La primera parte corresponde al Paraíso Originario: el paisaje vasco-navarro, lugar del nacimiento e infancia del protagonista Fermín Mendía. En la segunda parte, se narran las aventuras de ese viaje iniciático por Castilla y por Toledo, como representación suprema de Castilla. Se cierra, la tercerea y última parte, con la vuelta, ya casado, es decir en una situación nueva, al Paraíso Originario».
El desarrollo de Toledo, piedad es el siguiente: «El vasco- navarro Fermín Iturri Mendía, vive su infancia en un territorio de égloga. Un paraíso natural que coincide con la infancia. Este será el espacio, con ríos míticos, valles no pisados, montañas pobladas de arboles ‘que pelean a menudo con el cielo’». «En un territorio de de fantasía vive su familia. Su abuelo materno, un Iturri, contrabandista, jugador de pelota y cantor de los ancestrales Zorcicos».
«Su madre era la hormiga laboriosa. Una mujer práctica, que se dedicó a incrementar el patrimonio de la familia, pero que se derretía por el marido o el hijo. Su abuelo paterno era ‘una calamidad’, igual que el padre, dice Fuentes, y añade: «tenía madera de artista, pero poco útil». «Para contemplar el árbol genealógico mítico se emparenta con Iparraguirre, ‘el mito sagrado’». «Carece, como buen semidiós, de biografías. Solo tiene leyendas y las leyendas son distintas. Con tales antecedentes, el protagonista no podía ser otra cosa que artista y aventurero».
«Sus años de estudiante y juventud los dedica a viajar. Conocer Francia, Alemania y cuantos países sean posibles. Viajar forma parte de su formación. Pero siempre hay una insatisfacción. Como la falta de algo: ‘No es la nostalgia de países extranjeros la que espolea mi andadura de emigrante…. Ahora… lo que me sugestiona es Castilla; ahora las lecturas me empujan hacia Toledo, ese corazón que aparece como una ruina de arte y llena mi alma de fantasmas desconocidos y atrayentes’».
«En la segunda parte de la novela se inicia el recorrido por Toledo. Irá descubriendo sus calles, sus monumentos, sus ruinas, sus personajes históricos, el Greco, los protagonistas del presente. Y, por supuesto, quien será su mujer: Piedad...Y a partir de este instante será Piedad la que vaya enseñando a Fermín Toledo. Será otro Toledo. Una visión de Toledo, más delicada, más orientada al amor en lugar de verla como un entomólogo. Descubrirán juntos la tumba de D. Álvaro y su esposa Dña. Juana; la de Garcilaso de la Vega; el lugar donde estuvieron la casas de Padilla y hasta tiene tiempo de escuchar los consejos de su suegro futuro: ‘deje usted en paz a la ciudad y dedíquese al amor’».
«La novela se cierra con la vuelta del matrimonio al paraíso originario. Y en este ambiente de vuelta nostálgica termina la novela».
Sostiene Jesús Fuentes que en la novela Toledo, la despojada Urabayen da un giro radical respecto a la anterior en la visión de Toledo, publicada en 1924. «Se adentra en ella como una ciudad de provincias, con sus envidias y sus odios, sus chismes y su duro día a día, su marco de relaciones cerrado y estrecho. Toledo es una ‘gusanera’». «En esta segunda novela, las ‘estampas’ son más claras, más delimitadas. Abundan colores como los de Goya, Solana o, por citar un pintor local, Guerrero Malagón. Los personajes se convierten en caricaturas. Son máscaras, al estilo de Valle-Inclán. La idea es que sirvan de ejemplo, en su desproporción, para construir una ciudad mejor.
Fuentes divide la estructura de la novela en dos partes. En la primera se sitúan una serie de personajes, a los que llama larvas. Larvas son el Letrado, don Modesto Pulgar, de La Puebla de Montalbán; el Chamarilero, don Catón de San Martín, de Escalonilla; el Erudito, don Fortunato Campos, de Bargas.
La ciudad es el centro de la segunda parte de Toledo la despojada. «En ella vive la protagonista de la historia. Es la mujer- ciudad. La mujer-Toledo. Se la conoce con el nombre de la Diamantista, por haberse casado con un joyero alemán, y cuenta con numerosos amantes». Su nombre, doña Luz Medina de Layos. Urabayen la describe como «una toledana clásica en plena sazón otoñal...A primera vista no parecía bella...era preciso mirarla muchas veces para apreciar su extraña hermosura...Pero sobre todo el cuerpo representaba la máxima tentación...».
Y prosigue Fuentes: «El procedimiento de identificación simbólica entre la protagonista-personaje femenino- y la ciudad aparece aquí de manera explícita. Los amantes serán todos esos que se quieren aprovechar de la ciudad, extrayendo sus tesoros. Son las larvas, cuyas biografías nos ha presentado en la primera parte de la novela. Pero estos amores prohibidos estarán condenados al fracaso. Unas tras otras, las larvas se irán aprovechando de la Diamantista y la irán despojando de sus riquezas:’...Y cada mañana don Catón salía llevándose por delante el arcón tallado, la esmaltada miniatura o el tapiz antiguo’».
«La tragedia, a manera de folletín, de la Diamantista se irá tejiendo con las apariciones y deserciones de los amantes. Aunque, eso sí, todos se habrán aprovechado de ella. Y una vez que le han quitado todas sus riquezas o desparecen o se marchan. Y así se llega al Epilogo: ‘Han pasado algunos años. Hoy la Diamantista arruinada por sus amantes, conserva tan solo la cascarilla de su hacienda...’».
«Y en otro momento se hace una descripción de la persona en su nueva situación: ‘Tiene ahora la cabeza salpicada de canas, poblada de mechones casi blancos…está mucho más delgada, más arrugada, más triste; en la ciudad se asegura que está loca”.
De esta forma vemos a la protagonista cercada y empobrecida. Sobre ella se ciernen la Soledad y la Tristeza: ‘Como ya no hay limosnas amor ni hacienda que roer todos han huido de su lado’.
La tragedia se cierra con un largo lamento: ‘¡Pobre ciudad, relicario de muchos amores cuyos besos fueron para los mercaderes disfrazados de artistas! Mírela usted: arruinada, vieja, triste y solitaria’».
Al reencuentro de Urabayen
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