toledo
Urabayen y Camarasa: Dos miradas al «martes» toledano
La Plaza de Zocodover, cuyo nombre deriva de un término árabe que significa «zoco de las bestias», ha sido el escenario donde durante más tiempo se ha celebrado este mercadillo semanal
por enrique sánchez lubián
El 21 de abril de 1465, el rey Enrique IV sancionaba un privilegio por el que concedía a la ciudad de Toledo la celebración de un mercado semanal, libre, franco y exento de impuesto , que tendría lugar todos los martes. Diez años después, ... esta prerrogativa fue confirmada por los Reyes Católicos en la villa de Olmedo. Pasados cinco siglos y medio, este mercado, conocido popularmente con el sobrenombre del «martes», perdura en la capital de Castilla-La Mancha y es cita obligada para muchos toledanos que acuden a él en busca de gangas y dispares mercaderías.
La Plaza de Zocodover, cuyo nombre deriva de un término árabe que significa «zoco de las bestias», ha sido el escenario donde durante más tiempo se ha celebrado este mercadillo semanal. El bullicio de sus tenderetes y el tipismo de sus vendedores ha sido captado en numerosas imágenes fotográficas, estampas, grabados y páginas literarias. De entre ellas rescatamos hoy dos textos de Santiago Camarasa y Félix Urabayen, que fueron publicadas en los años veinte del pasado siglo en cabeceras nacionales de postín, Blanco y Negro y El Sol . Ambos, escritos, además, aparecieron en un momento de gran debate social en Toledo ante el proyecto de ejecutar unas obras de reordenación de la Plaza de Zocodover, que incluían también el adoquinado de su paseo central y la construcción de unos urinarios subterráneos, mejoras que podrían obligar a cambiar de emplazamiento secular del «martes».
Camarasa y Urabayen representan dos visiones bien distintas de Toledo y lo toledano . Mientras el primero era defensor a ultranza del tipismo, acuñando calificaciones para la capital como «ciudad única e intangible» o «tesoro santo de España», el segundo aportó una visión crítica del ensimismamiento de la sociedad toledana y lo caduco de algunos de sus estereotipos. El contenido de estos artículos permite percibir esas diferencias conceptuales y literarias entre ambos: Camarasa, periodista; Urabayen, creador.
La polémica sobre la reforma de Zocodover trascendió a la prensa madrileña, considerando que la misma atentaba contra el tipismo de la capital castellana, alcanzando su cénit con la intervención de la Dirección General de Bellas Artes, que prohibió al Ayuntamiento mover una sola piedra en tanto no se pronunciasen sobre la reordenación las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes, así como la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Camarasa se alineó con decisión en ese bando. En respuesta a esta ingerencia gubernamental, el alcalde, Fernando Aguirre, y los concejales dimitieron, aunque luego reconsideraron su decisión a petición del general Magaz, presidente interino del Directorio Militar.
Apoyando la decisión de Bellas Artes, el 4 de octubre de 1925, Camarasa publicó en Blanco y Negro un amplio artículo en el que tras calificar como feliz y patriótica la intervención del director general calificaba los «martes» como lo más tradicional de Toledo y lo más característico que debía respetarse. Antes de retratar el ambiente del mercadillo, recordaba su origen y reminiscencias musulmanas y la desaparecida costumbre de celebrar una misa en la capilla del Cristo de la Sangre a la llegada de los vendedores. También se refería al mercado de ganados que se celebraba en la próxima plaza de la Concepción y concluía defendiendo la pervivencia del «martes»: «El zoco toledano es, pues, una de éstas [costumbre típica], que tiene el valor importantísimo sobre las más, de que se ha sostenido y se sostiene con verdadero arraigo, indiferente a la avasalladora y ridícula corriente de modernismo que contra el buen sentido y el buen gusto, está destrozando a Toledo». Su texto iba ilustrado con siete fotografías del conde de Manila. En febrero de 1926, Camarasa volvió a publicar el artículo en su magnífica revista Toledo.
El 16 de diciembre de 1926, transcurrido un año desde el inicio de la polémica, Félix Urabayen, colaborador habitual de los folletones de El Sol, dedicó a Zocodover y al «martes» una de sus entregas. Llevaba por título «Estampas toledanas. Peregrinos y juglares que aún vienen al viejo zoco». En la primera parte de su texto hacía un recorrido por algunos de los personajes literarios que a lo largo de la historia deambularon por la emblemática plaza, reemplazados en esos años por grupos de turistas. El escritor, que en esa fecha ya había publicado dos de sus obras toledanas de referencia, Toledo: Piedad (1920) y Toledo, la despojada (1924), añade un retrato costumbrista del pálpito vecinal de la plaza, que evoca la realizada por Galdós en Ángel Guerra y afirma que los martes son el día triunfal de Zocodover, «cuando recobra la moruna gracia de los tiempos felices de Ali Mamun o Samuel Leví». Urabayen incluyó este artículo en su libro Serenata lírica a la vieja ciudad editado en 1928, en el que también se recogía otro texto, «La agonía tragicómica del viejo Zocodover», donde hacía balance de las diferencias surgidas a propósito de la reforma de la plaza, calificando la misma como «la más descomunal batalla que registra la historia literaria de Zocodover», afirmando, además, que a su lado Sagunto, Numancia y La Bastilla eran «bagatelas históricas».
Calmadas las aguas, las obras se ejecutaron, rebajando el nivel de la calzada por delante de los soportales del Arco de la Sangre para facilitar el tránsito desde la Cuesta de las Armas, dejando el centro de la plaza como glorieta circundada por una calle y construyéndose los urinarios subterráneos con azulejos de Sebastián Aguado y reja exterior de Julio Pascual.
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