artes&letras
Pervivencia humanizadora en la poesía actual
El hacedor de puentes de Antonio García de Dionisio. Ediciones Vitrubio. Madrid, 2013. 92 páginas
Pervivencia humanizadora en la poesía actual
Los presupuestos exhibidos por la poesía española de hoy proceden en buena parte de aquellos afianzados en las décadas que siguieron a la guerra civil, deseosos, pese a las trabas impuestas, de acercarse a la atractiva configuración de los diáfanos postulados de la Generación del ... 27. Al nacer la posguerra se instaló abruptamente, de modo casi exclusivo, una poética que impregnaba cualquier intento de una condición humanizadora resuelta estéticamente en un neorromanticismo muy rentable para suavizar, redimidos por el arte, espinosos abrojos de culpa.
Brillaba por su ausencia esa visión concreta que ha de centrarse en el poema como producto, como objeto, siendo premisa indoblegable que la composición poética se obligaría a orientarse en un norte comunicativo atesorando como esencia el tema y un subido arrojo expresivo, siempre sentimental. Poco después se empezó a clamar por un realismo que resultó poco más que asumir un intimismo doblegado por el compromiso cívico. Y cundió entonces, tímidamente, un dilema por el cual la forma se enfrentase por fin al fondo, difundiéndose ya la siguiente declaración antitética: «comunicación versus conocimiento» intuyendo la necesidad de elegir con valentía, sin obligatoriedades, entre el sostenimiento de un motivo rehumanizador o la primacía del lenguaje que se revelase por entero en el poema concebido como lugar literario formal e independiente. La recoleta proclama «¡Abajo el romanticismo!» no dejó caos al sentir romántico, y hasta la irrupción tan saludable de la estética «novísima» la apuesta por el lenguaje no se asimiló del todo.
Antonio García de Dionisio (Manzanares, 1942) es un poeta que hubiese podido, por su edad, o haber participado en el sistema defendido por aquellos poetas que en los años 60 se sintieron proclives a revelar, como humanistas, el testimonio que emanaba del ofendido entorno social a la vez que también sentían la premura de renovarse para crear un verdadero espacio poemático por encima del mero testimonio relator afianzado en la lírica, siempre muy valiosa; o podría haber optado por acatar el modo de hacer de sus coetáneos los novísimos, cuyas enseñas fueron la cultura universal mezclada con los eslóganes de la clase media, vertido todo ello en poemas que sudaban lenguaje, incluso de acre olor. El problema es que García de Dionisio fue un poeta tardío, estrenándose con su libro inaugural, Poemas intransferibles, ¡sólo en 1997!
El hacedor de puentes muestra esa lucha que mantuvieron esos poetas españoles para investir al poema de entidad autónoma sobre cualquier ámbito conceptual referido y que su autor, a mi juicio, aún no ha resuelto. Llama primera y poderosamente la atención en este nuevo libro la dirección explícita de una poesía del hombre y su palabra a través del tiempo, cargándose las tintas en un abrumador uso del yo y la adopción de un tempo discursivo donde se observa en primer plano la cadencia de la existencia al acaecer sobre el mundo, relatando en primera persona («las palabras son puentes que te ayudan / a cruzar / sobre las aguas bravas / muertes sin un reloj que apresure / su vida / dentro de la nostalgia»). De forma que el juego verbal no delata su función per se, sino que sirve a un concepto arraigado. El monólogo que domina el libro descarta un discurso objetivo y se llena de una profunda subjetividad («en las cenizas soy / fuego quemado / palabra que ya dijo / su palabra»), subjetividad reforzada por un anhelo («la escritura me sirve de esperanza») que niega distanciarse al yo del tema impidiendo configurarlo en elemento conformador de una realidad más grande, más grande que el mundo. En ocasiones sí hay un resarcimiento de ese dominio humanizador y obsesión romántica, como muestra el espléndido poema «colores» y otras estrofas de un logrado efectismo, presentando además el texto una ausencia de signos de puntuación y la carencia total de mayúsculas. Aunque esta elección (tan propia de la estética novísima) por sí sola no equivale a optar plenamente por el predominio del lenguaje, única razón última del poema.
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