El derrumbe en Playa de Palma: un golpe para el centro neurálgico del turismo de masas de Mallorca
Gran parte de la oferta complementaria de esta zona turística se levanta sobre antiguas casas de veraneo construidas desde mediado el siglo XX
Derrumbe de un local en la playa de Mallorca, en directo

Es difícil saber la edad de las losas de marés (la arenisca de las que están hechas la mayor parte de las antiguas edificaciones de Baleares) que en la tarde del jueves sepultaron a los clientes del Beach Club Medusa en la Playa de Palma ... , dos alemanes, una española y un senegalés que hace siete años adquirió la condición de héroe por salvar la vida de un bañista en apuros. Otras siete personas se debatían entre la vida y la muerte en el momento de escribir estas líneas. No hay precedentes de una tragedia semejante en la historia turística de Mallorca.
Ferrán Muniesa, director del cercano Club Náutico Arenal, cuya infancia sigue jugando en la playa a la que se asomaba la terraza del Medusa, calcula que tal vez las piedras tengan 60 años o 70 años. Muchas de las casas de veraneo y otros locales de la primera línea de costa fueron construidos desde mediados del siglo XX, coincidiendo el 'boom' que acabaría por transformar un arenal virgen e inhóspito de cinco kilómetros en el centro neurálgico del turismo de masas de Mallorca, con un centenar de hoteles y unas 30.000 plazas. Aquel espacio natural, apenas frecuentado por pescadores, pastores y trabajadores de las canteras del Cap Enderrocat en la era preturística, es capaz de acoger hoy en temporada alta a más de un cuarto de millón de seres humanos, la mayoría de ellos alemanes.
En los últimos tiempos, explica Muniesa, han proliferado en la zona los clubs y restaurantes con ambiente chill out. Y no ha sido para mal. «Todo lo contrario, han ayudado a mejorar la imagen del destino. Muchas de estas antiguas edificaciones estaban medio abandonadas o se habían convertido en tiendas de souvenirs sin ningún atractivo. La verdad es que se han hecho reformas que, a simple vista, han contribuido a adecentar mucho la primera línea».
Una parte significativa de la oferta complementaria se levanta sobre inmuebles antiguos, construidos con materiales disponibles en la época y que fueron concebidos para un uso residencial sin demasiados lujos ni pretensiones, en la línea de austeridad que define el carácter mallorquín.
Viviendas de una planta
Miquel Homar, que pasó parte de su juventud en el Arenal y ha sido testigo del cambio de las últimas cuatro décadas, recuerda que originalmente todo eran chalés y viviendas de una planta o dos alturas «como las que hoy todavía pueden verse en Sa Ràpita o S'Estanyol».
Salvo algún caso aislado de algunos vecinos que resisten como galos en sus parcelas rodeadas de hoteles y otros negocios, ha terminado por imponerse la lógica mercantil. «El negocio -razona Pedro Tugores, que se presenta como residente de la tercera línea- es bueno para el que alquila el inmueble, que consigue un cómodo rendimiento, y también para el que explota el negocio, pues si algo no falta en Mallorca, y sobre todo en la Playa de Palma, son turistas». O sea, clientes.

El fenómeno es universal y tiene su propio palabro en la jerga política actual -gentrificación-, pero resulta ser tan viejo al menos como la Playa de Palma, acuñación que se impuso en los 60 sobre la denominación original del Archiduque Luis Salvador, quien había bautizado aquella inmensa extensión de arena de la manera más evidente: el Arenal del sur. Donde un día hubo sólo naturaleza salvaje, y donde más adelante alguien creyó que podría disfrutar para siempre de un apartado lugar de reposo, se extiende una interminable hilera de locales comerciales. Entre lo primero y lo segundo transcurrieron siglos. Para la última transformación ha hecho falta mucho menos tiempo: quizás la edad de las piedras del Medusa.
La gran pregunta que permanece suspendida en el aire de la zona cero, con los escombros todavía humeando, es si en la remodelación del restaurante siniestrado, como de tantos otros negocios sobre los que ahora se ciernen inevitables reticencias, se tuvo en cuenta la necesidad de adaptar los elementos estructurales a la exigencia de sus nuevas funciones; si colapsaron las vigas o lo hicieron las columnas; si, en definitiva, la tragedia pudo evitarse o fue, de algún modo, el fruto inevitable de una concatenación de causas de origen remoto.
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