Tres monjas octogenarias austriacas se fugan de la residencia de ancianos para volver a su convento

El pasado mes de agosto, debido a su avanzada edad, habían sido enviadas a una residencia para religiosas y no se encontraban conformes, por lo que el pasado 4 de septiembre, con la ayuda de una antigua alumna y un cerrajero local, regresaron por su cuenta al monasterio, que había sido puesto bajo supervisión debido a las normativas vaticanas relativas a comunidades de religiosas menguantes.

«Es muy sensacionalista tratar este caso como un caso de desobediencia. Se trata solamente de tres personas muy mayores que se habían visto obligadas a salir de su zona de confort, de los espacios que conocen y dominan. La decisión se había tomado con la mejor intención, pero ellas están muy seguras de que juntas, cuidándose las unas a las otras, están mejor que en la residencia», explica Sophie Tauscher, una antigua alumna que siempre mantuvo el contacto con las monjas y que se ha comprometido con el Obispado a seguir ahora pendiente de ellas.

El caso había causado revuelo debido a un titular del periódico austriaco Kronen Zeitung, que habló de una «revuelta en el monasterio» e informó que, «a instancias del Vaticano, las hermanas transfirieron el convento a partes iguales a la Archidiócesis de Salzburgo y a la Abadía de Reichersberg», después de que la comunidad fuese disuelta oficialmente en 2024.

Las hermanas de Goldenstein habían sido puestas bajo la autoridad de la presidencia de la Federación de Hermanas Coristas Agustinas de Alemania y del preboste Markus Grasl, designado superior por el Vaticano. La Abadía de Reichersberg, que él dirige, sigue la misma espiritualidad agustiniana que las Hermanas Coristas Agustinas de Goldenstein, según ha explicado sor Christine Rod, secretaria general de la Conferencia Austríaca de Órdenes Religiosas, en un comunicado. «Debido a la avanzada edad y precaria salud de las hermanas, así como a las necesidades espirituales de la orden y al estado estructural del monasterio, consideramos que la vida independiente en el Monasterio de Goldenstein ya no era posible ni justificable», dice Gras, «y que este paso era necesario para garantizar su cuidado, apoyo y protección frente a posibles negligencias o abusos por parte de terceros».

Las tres agustinas, sin embargo, no se adaptaban bien a la vida de residencia, que exige otros horarios y otra dieta, y decidieron regresar. Como a las monjas que quedaban en el convento en el momento de la disolución de la comunidad se les concedió el derecho vitalicio de residencia, siempre que su estado de salud lo permitiera, han invocado ese derecho para regresar a la que durante toda una vida ha sido su casa.

La falta inicial de agua y electricidad en su convento no mermó su alegría al regresar. Comenzaron volviendo a su horario de oraciones y lavándose con agua que les traían en una furgoneta. Ahora los servicios ya se han restablecido parcialmente, los médicos están proporcionando atención sanitaria con visitas diarias y antiguas alumnas y otros simpatizantes están ayudando con las comidas y la compañía. «No conceden entrevistas porque hablaron con algunos medios y están disgustadas con lo que luego se publicó, pero están bien, contentas, ilusionadas de recuperar su casa y su autonomía», asegura Tauscher.

En 2018, la Congregación, ahora Dicasterio, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica del Vaticano emitió 'Cor Orans´', que implementaba la constitución apostólica de 2016 del Papa Francisco sobre la vida contemplativa femenina, 'Vultum Dei Quaerere. Cor Orans' exige que un monasterio o comunidad contemplativa de mujeres religiosas cuente con al menos ocho religiosas profesas para mantener su autonomía. Si ese número baja a cinco, pierden el derecho a elegir superiora, se informa de la situación al dicasterio vaticano y se forma una comisión ad hoc para nombrar un administrador.

«Se ha actuado legalmente de acuerdo a esto, pero también se ha tenido en cuenta después el deseo de las hermanas y se ha decidido en consecuencia», ha justificado sor Christine Rod, secretaria general de la Conferencia Austríaca de Órdenes Religiosas, que también ha señalado que «en un plano humano y emocional, se trata de compaginar en lo posible los cuidados apropiados para la edad y también de ofrecer el mejor apoyo posible a las hermanas de acuerdo a sus preferencias, en una etapa muy difícil de sus vidas. Como en cualquier familia».