¿Es ésta la peor época para ser menor de edad?: los seis jinetes de la apocalipsis para la infancia en la actualidad
«Toca –dicen los expertos– jugar en la liga del móvil, pero el padre tiene que formarse él y a su hijo y supervisarlo»
Nunca antes la salud mental de los chavales había sido su primer problema: uno de cada diez intenta suicidarse
Los jóvenes buscan el 'like' en la cama con réplicas de la Viagra
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Iniciar sesión¿Es ésta la peor época para ser niño? O, planteada la pregunta de otro modo, ¿es el tiempo más complicado para ser padre? La segunda interrogante ha generado más rechazo entre los expertos testados por ABC, tal vez porque no quieran desincentivar ... a futuros papás en medio de la sequía demográfica que acecha a nuestro país.
Según esos mismos especialistas, el sentimiento de un joven de que «no encaja» en la sociedad se mantiene generación tras generación, pero con algunas características diferentes que están construyendo su mentalidad en la actual. De un lado, el poder de sus referentes. Se ha estrechado mucho el tiempo en que esas referencias vitales son los padres.
Nacho Guadix, responsable de Educación de Unicef España, aboga por revisar esa colección de nuevos ídolos, porque en todas las encuestas que se hacen los chavales anhelan ser 'gamers' o ricos y moldear su reputación, popularidad y su imagen (externa) como los 'influencers'.
Los intentos de suicidio juvenil desbordan los servicios de salud mental
Isabel MirandaExpertos avisan de la falta de medios ante el aumento de la depresión, la ansiedad y los trastornos de identidad
Todos quieren ser Dulceidas, asiente Diana Díaz, psicóloga al frente de las líneas de ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo ANAR, sin que conozcan la cara B de serlo, «la presión que sufren y cuyas vidas no son un filtro de imagen, no son perfectas». Generalizando, nadie sabe explicarles que la mayor parte de lo que se exhibe en esa ventana digital es irreal, añade Guadix, y ellos están construyendo, no saben discriminar.
De otro lado, fundamental, la nueva generación es hija de más incertidumbres que certezas. Sobre todo, en lo económico y laboral. A los menores les ha tocado lidiar con las postrimerías de la crisis de 2008, el Covid y ahora la crisis inflacionista. Pero el factor determinante en el que coinciden todas las voces consultadas ha sido la mella que les ha hecho el encierro durante la pandemia.
El reclutamiento en su habitación durante meses ha agigantado y mucho sus dudas, también ha provocado el empeoramiento de su salud mental en una dimensión que aún no ha sido calculada, proyecta Guadix. Para que se entienda, por cada joven que antes de la pandemia se sentaba en un 'diván' ahora hay al menos 14, dicen desde los colegios de psicólogos. «Lo que está por venir es gordo», añaden ONG que velan por la infancia como Unicef, debido a que no se ha sabido calibrar del todo las consecuencias para la juventud de ese aislamiento social en una época en la que es crucial justo lo opuesto. En síntesis, el desarrollo cognitivo no es el mismo si pasan todo el día entre cuatro paredes que con vivencias al aire libre junto a iguales.
Los efectos de ese encierro han llegado, asevera Jesús Maeztu, el único Defensor del Menor que hay en España, el de Andalucía. «Hemos notado un repunte de suicidios y tentativas de suicidio en chavales de 14 a 27 años», asegura. Es un problema enorme que no se ha sabido sofocar con un plantel de psicólogos públicos con atención 24 horas a los jóvenes. Porque «hemos comprobado –sostiene Maeztu– que un año de terapia, para un joven de esas edades, es esencial para lograr mitigar sus ideaciones» autolíticas, «antesala» –apuntilla la directora del teléfono ANAR– en numerosas ocasiones del intento de quitarse la vida.
Estos analistas que observan diariamente a la juventud cruzan sus discursos en un mismo punto, que no va a sorprender a nadie: la diferencia sustantiva en la infancia y la adolescencia está marcada por una herramienta, el teléfono móvil y la expansión sin control que supone internet. No es solo el dispositivo, que ya hace muchos años que está con nosotros, sino sus usos que se renuevan constantemente mientras al otro lado hay unos progenitores que están casi a verlas venir.
Las innovaciones son tan grandes, potenciando el ingenio y la creatividad, en su vis positiva, pero dando alas al delito y el acoso en la negativa, que el teléfono se ha convertido para algunas familias en el cuarto jinete de la apocalipsis que conduce a la destrucción de la niñez. Guadix atempera: «Hay que jugar en esa liga, no se puede no estar, lo contrario les genera frustración y crea modelos de juventud también irreales, hay que estar, pero hay que estar preparado y preparándoles».
La crianza nunca fue fácil, es cierto. Y no sonará a extemporáneo decir que se ha puesto cuesta arriba. Ahora, a las condiciones socioeconómicas se une la exigencia perenne para los padres de formarse ante cada nuevo avance en un mundo digital inabarcable.
Los expertos inscriben en cuatro pilares básicos los peligros que se le presentan a un menor, y por ende, a sus educadores, hoy día: la mala higiene digital, que a su vez se diversifica en otros dos riesgos, el acceso a la pornografía fácil y gratuita y la violencia; la falsa velocidad de una niñez que se acorta y el aterrizaje acelerado en la madurez; su salud mental; y la sobreprotección paterna.
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El móvil, el 'alter ego' fiel
«El mundo digital les (y nos) está sacudiendo»
Un ejemplo de este altavoz que es para lo bueno y para lo malo una red social o un grupo de mensajería instantánea lo destaca Antonia Martí, directora del Máster en Acoso Escolar y Mediación de la Universidad Internacional de Valencia (VIU). Ella, que es también doctora en Psicología y perito judicial en procedimientos de familia, no obvia que el acoso ya existía antes. «Siempre ha habido quien insultaba llamando a otro niño 'cuatro gafas', 'gordito'… siempre ha habido salvajadas que han provocado que haya adultos en terapia que han sufrido mucho», asevera. Pero –acota– «ocurría en un espacio reducido de personas». El acoso estaba perimetrado. El niño se lo llevaba a cuestas consigo, aunque con suerte tal vez encontrara en su casa un remanso de paz. Ahora esas humillaciones las llevan pegadas a la pantalla del móvil. Tatuadas para siempre en cada 'story'. Y su efecto negativo se multiplica por mil si lo meten en un grupo de WhatsApp o Telegram, denuncia Martí.
«El peor caso que recuerdo es el de un muchacho que acabó en situación crítica en Valencia. Lo golpeaban en el parque, lo encerraban en un baño, lo perseguían, y las vejaciones eran constantes en grupos de WhatsApp. Lo han martirizado. Lo que se vio en esos chats fue espeluznante. La continuidad, el desgaste que eso supone… no se ha medido bien», afirma Martí. Los acosadores se ríen de otro menor y esperan el aplauso del resto. Se sienten hundidos si no registran bastantes 'me gusta', mientras la víctima sufre un machaque continuo, los apartan de todo, provocan que no tengan amigos, y cuando menos acaba en ataques de ansiedad, asegura esta doctora en Psicología.
También pide: «Hacen falta más recursos de la Administración en orientadores y educadores sociales, aparte de la figura de coordinador de biesnestar que es abstracto e irreal, es un parche. El acoso es un delito. Y hace falta que la Administración se comprometa de lleno en mejorar la convivencia en los centros, donde también se incluya la intervención en las familias».
Hoy, según los datos del posgrado que dirige (que es uno de los pocos que en España forma a docentes en el abordaje del 'bullying' en las aulas), uno de cada tres alumnos ha sido acosado o ha presenciado el acoso en el entorno educativo.
Por no hablar de que el ciberacoso lo amplifica todo. Ahí el combate es el de David contra Goliat. En silencio, un muchacho puede estar metido en espirales de estafa, chantaje sexual y violencia que favorecen estos canales online seudoanónimos y en los que resulta muy difícil auxiliarles. 'Patrullar' el mundo virtual es muy complicado y ha quedado claro que la sociedad no avanza a la velocidad de la tecnología, pero Martí deja caer que los padres tampoco ponen todo de su parte para controlar los terminales de sus hijos. En este punto, advierte de la desidia del progenitor acuciado por la falta de tiempo y la desgana. «Trabaja tantas horas y llega tan cansado a casa que no se pone a revisar las redes sociales de su hijo. Algunos dicen 'les he puesto un control parental y ya está'; pero no es eso, es insuficiente. Organizamos talleres para orientarles sobre el acoso y el ciberacoso y no acude ningún padre».
Asimismo, postula, premiarles por la falta de tiempo que se les dedica no funciona. «No sé de qué nos extrañamos cuando nuestros hijos hablan mal o cuando irrumpen con agresividad en un chat si les hemos regalado un videojuego con lenguaje soez, donde matan o son violentos, y si les hemos dejado pasar horas solos en su cuarto con un móvil donde su primer contacto con sexo explícito y duro está siendo a los 8-9 años. ¡Encima la respuesta más común del padre es: 'no sé de dónde lo ha sacado'!«, abunda el responsable de Unicef.
El psicólogo Ángel Peralbo lo expone con una pregunta: «¿En qué dimensión viven nuestros niños, en la del videojuego? Es decir, la que te otorga la posibilidad de hacer lo que quieras caprichosamente y sin restricciones o sin responsabilidades?». Plantea que el móvil y la propia industria del videojuego «les da posibilidades infinitas, pero también irreales cuando aún no saben manejarlo, cuando no conocen sus posibilidades reales y cuando aún su cerebro no ha desarrollado la capacidad de distinguir realidad de ficción».
Tanto Diana Díaz como Nacho Guadix insisten en que las armas tienen que tenerlas antes de abrirles esa puerta. «Les regalamos en la comunión o les ponemos en las manos a los 11-12 años su primera ventana al mundo, pero no les damos pautas, no tienen alfabetización digital y la desinformación galopa entre ellos. El mundo digital nos (y les) está sacudiendo», censura Guadix. Pone como ejemplo: tienes que saber el daño que puedes causar si manipulas la imagen de un compañero y lo desnudas, aunque sea un 'juego' virtual, y luego te encargas de difundirlo. «Lo acabamos de ver con los menores de Almendralejo. Ellos son niños pero deben saber ya las consecuencias de herir así a un compañero si se divulga ese 'deepfake'».
El abuso y mal uso de la tecnología ha provocado la 'policrisis de la generación smartphone': la mezcla del porno y la violencia
Hay secuelas del daño que dejan los compañeros de pupitre que duran toda una vida. Su propagación del aula a las redes, los foros y grupos de mensajería lo han convertido en un potro de tortura para muchos jóvenes, que no se desprenden de él durante las 24 horas del día. Ese martilleo está provocando auténticos delirios en las consultas de los psicólogos, describen los terapeutas. Por no hablar de una caída en picado del rendimiento académico.
La policrisis de la 'generación smartphone' de la que hablan los estudiosos es la mezcla de dos elementos derivados del mal uso y el consumo excesivo de la tecnología. Pornografía y violencia.
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Distorsión de las relaciones íntimas
Pornografía a dos clics y menos integración social
La adicción de los jóvenes a las apuestas/juegos de azar online que tantos quebraderos de cabeza está provocando y el consumo de pornografía son una grave problemática actual. En paralelo discurre una realidad, a la que pone números de nuevo Nacho Guadix: preguntados los chavales, casi cuatro de cada diez refieren que sus padres acostumbran a usar el móvil en las comidas con ellos, no son capaces de desconectar y dar ese ejemplo a sus hijos; solo el 13,2% de los padres saben qué contenidos ven sus hijos; y apenas el 29% pone normas de uso o el 24% limita las horas frente al teléfono. No se puede desligar una cosa de la otra. «Al igual que hacen retos, bailes y se inspiran en esa única fuente de la que beben, así también reproducen lo que ven en el porno. No les educamos en la afectividad ni el sexo en casa ni en el colegio, así que distorsionan todas sus relaciones íntimas«, apuntan Díaz y Guadix: trasladan ese ejemplo de discriminación y violencia que ven en la pantalla a su socialización y el resultado es nefasto. A las pruebas basta remitirse.
Y lo que ningún padre quiere escuchar: el consumo de pornografía en internet no solo dispara sus conductas de riesgo en el sexo, sino que las normalizan al practicarlo. «Lo que se visualiza se normaliza», dice la directora del teléfono de ANAR. Esto es una amenaza seria y real, repiten los expertos consultados.
«No sabía dejar de mirar»
Una ONG de ayuda a la infancia permite acceder a Hugo, que a sus 13 años confiesa que desde que pasó de jugar con un grupo de amigos a un videojuego en línea a compartir con ellos vídeos y enlaces en Instagram y TikTok se convirtió en adicto a la pornografía en internet. «No sabía dejar de mirar», asegura. Entonces tenía casi 11 años. «Al final ya no distinguía si me metía a jugar al videojuego o a pinchar en los enlaces relacionados que eran porno», dice este muchacho con una soberbia racionalidad.
Quieren ser 'gamers' ricos; e 'influencers' siempre perfectas: la inmersión virtual ha creado referentes irreales
El promedio de edad a la que se comienza a consumir porno en España son los 12 años, aunque el 54% de los menores entrevistados por Save the Children en su último informe 'Desinformación sexual' apuntan a que su primer contacto se produjo antes de esa edad. La última investigación cursada por la Universidad de las Islas Baleares situó ese umbral en los 8 años.
Desde Unicef, Guadix sigue: «El relato es la menor integración social», lo que no deja de volver a alimentar el círculo del aislamiento y la búsqueda de su único refugio dentro de un mundo irreal que es el de internet. Es una pescadilla que se muerde la cola.
El 10% de las agresiones sexuales que se denunciaron en ANAR en 2022 fueron grupales, copia de un modelo de «sometimiento y violencia» que se había visto previamente en webs de pornografía.
Tener pornografía a dos clics desde los 8 años requeriría, según algunos, un gran Pacto de Estado para impedir éste y otros usos. Algo similar a lo que a nivel autonómico lanzó Maeztu para sacar fuera del entorno de los colegios a los salones de juego; para limitar el horario y la publicidad de casas de apuestas online y prohibir el acceso de menores a estos servicios. En suma, sexo duro precoz y dinero fácil clandestino son las némesis de una juventud sana.
La ecuación que plantea el responsable de Unicef España es de una lógica aplastante: los jóvenes están de media cinco horas al día con el teléfono. Eso significa cinco horas menos que dedican a la comida, el sueño, la socialización o el ejercicio. Hay chavales a los que encuesta esta organización que reconocen que se acuestan a las cinco de la madrugada (sus conexiones así lo demuestran también) y que duermen con el móvil en la habitación (un 40%). Entonces, se pregunta, «¿cómo van a rendir en los estudios, cómo van a estar de buen humor, cómo esperamos que no reaccionen irascibles ante cualquier cosa?». Muchos progenitores siguen recurriendo a la excusa de que ese comportamiento «es propio de la edad», no lo es, es «propio» de una crianza en un 70-80% digital y distorsionada. Hay que saber moverse dentro de esa burbuja que crea la internet y el espacio individual que cada sujeto cree que tiene en ella. Y ellos, lógico, no saben. Se requiere un esfuerzo diario muy trabajoso, enfatiza Díaz.
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La violencia entra en escena
El efecto multiplicador en las redes
La violencia está muy presente. Realmente en su día a día, por lo general todos nuestros jóvenes conviven con ella. La última Memoria de la Fiscalía General del Estado alertaba con cifras muy preocupantes, también lo hacían las estadísticas del Poder Judicial. Se han incrementado los malos tratos por parte de menores, las agresiones sexuales, los homicidios incluso y los nuevos delitos digitales como los 'deepfakes' o creación de imágenes manipuladas que atentan contra la dignidad de terceros. Grabarlo y difundirlo en redes multiplican el efecto de esa violencia. Otro ejemplo de esta misma semana: un menor de 15 años ha sido acusado de violar a otra menor de 14 en Zaragoza. Ha confesado que «no se acuerda» de nada, no que no lo hiciera, aunque luego él mismo se descubre en unos audios enviados a la chica y que se han presentado como pruebas pidiéndole perdón por lo que hizo, por sobrepasarse con ella a pesar de que la joven no quería. ¿Es una muestra de ignorancia, de sensación de impunidad o comportamiento violento sin más atenuantes?
Algunos sociólogos apuntan a una pérdida de valores importante. También lo hace Díaz al frente de ese equipo 24 horas los 365 días del año que trabaja en el teléfono de ANAR, el 900 20 20 10. Detectan falta de empatía, respeto, tolerancia e igualdad en los chavales en lo que se refiere al cuidado del prójimo. «Si aprenden a relacionarse con el porno, es evidente que van a tener menos habilidades sociales», zanja Diana Díaz.
Y al mismo tiempo se solapa con la percepción de que en el mundo digital no ocurre nada: preguntados en diversos trabajos, el 5% de los jóvenes ya usan la 'dark web', espacio de oscuridad y apto para el delito inicuo, y el 40% dicen conocerla. El mercadeo de drogas, títulos, documentos y recetas falsas, archivos encriptados que ahí se guarecen, están a merced de los jóvenes usuarios. Es otra amenaza que la mayoría de sus padres ni siquiera conocen, a tenor de las respuestas que dan en esos estudios realizados.
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La salud mental
Un deterioro palmario: ideaciones suicidas
No deja de estar todo vinculado, pero a los expertos les preocupa enormemente el estado de salud mental de nuestra juventud. Un ejemplo aún sin aclarar fue el del reciente acuchillamiento en un instituto de Jerez. Según Maeztu, la consejera de Educación de la Junta de Andalucía asegura que en los estudios iniciales no se ha detectado que la acción fuese sobrevenida por un acoso previo al agresor. Puede justificarse por «un brote» puntual. En todo caso, son hechos que comienzan a repetirse en nuestro país. Esta semana ha acaecido otra agresión de un alumno armado con un cuchillo de cocina en un centro de Hospitalet (Barcelona). La violencia puede ir de la mano también de un estado de salud mental deteriorado. Y aún no diagnosticado, insta Guadix.
No se ha abordado con medidas que uno de cada diez niños presenta en la actualidad tentativas de suicidio. ¡Uno de cada diez! Y un 15% de los menores sufren síntomas propios de la depresión. «Estas cifras no se habían dado jamás en 29 años de existencia de ANAR», infiere Díaz. Una tesis que se suele repetir es que no se habían dado antes porque no se habían estudiado tanto; la otra tesis se descubre en las consultas de los especialistas, que se confiesan desbordados por los trastornos que están viendo ahora. «Nos llaman en situaciones extremas», resuelve Díaz.
«Nunca antes en 29 años de telefóno de ayuda en ANAR hemos visto las cifras de ideaciones suicidas que estamos viendo ahora»
Solo en conflictos con la propia imagen, ANAR atestigua la deriva: se han incrementado los trastornos alimentarios, y de 2021 a 2022 crecieron un 494% las consultas por problemas de autoestima; un 440% las derivadas de obsesiones con la imagen, y un 350% las llamadas por complejos propios.
La tendencia se ha agravado a la salida de la emergencia del Covid. Se habló de la crisis sanitaria, luego vino la económica, pero ha explosionado la social comenzando por la población más vulnerable.
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Vivir a toda velocidad
La niñez se acorta, la adultez se infantiliza
Profesores de Sociología como el gallego Jorge García Marín apuntan a que la niñez además ahora se acorta, que la temporalidad en la modernidad está deformada: el niño crece antes, sin la madurez cognitiva suficiente, practica sexo o mantiene un nivel de gasto exacerbado, por ilustrar con dos ejemplos ese 'crecimiento' precoz. «Tal vez pensamos que la etapa de la niñez se acorta y quizá ocurre que se alarga casi de por vida –tercia Peralbo–, al no poner en marcha aspectos tan esenciales como la curiosidad, la toma de decisiones razonadas y consensuadas, el autocuidado desde la responsabilidad y la empatía social».
Se acorta la niñez, se corre para ser maduro pero sin madurar y se estira el infantilismo toda la vida. No se queman las etapas
Lo explica en parte el pensador alemán Hartmut Rosa en su obra 'Alienación y aceleración': Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía': «Todo va tan rápido que perdemos el contacto con la vida». Se estira el infantilismo en edades adultas porque no se ha formado el cerebro en la etapa inicial como debe. Se vive atropellado, se corre para ser maduro pero sin madurar, se quiere experimentar antes. Por decirlo de modo coloquial, no quemamos las etapas.
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Exceso de celo paterno
Fin al 'deja que se caiga para que se levante'
«Hemos pasado de que los chavales se tiraran piedras en los parques a acolcharles los parques para que no se hagan daño. Los padres no queremos que sufran, pero ellos crecen en la cultura de no aceptar un 'no', de que lo consiguen todo fácil y rápido», alega Martí. Es como si la sobreprotección paterna creara 'zombies' monitorizados. Se ha erradicado el lema paternalista de 'dejar que se caigan y se levanten'. La forja de la personalidad es defectuosa hoy por hoy, coligen los terapeutas.
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Guadix añade que es curioso que ese exceso de celo paterno no se extienda a otras parcelas (ya citadas) más dañinas: «Igual que te preocupas del calendario de vacunación, preocúpate de qué están haciendo tus hijos y con quién chatean hasta las mil en su habitación». Los progenitores suelen ver «la amenaza en el mundo real y no en el virtual», concuerda Díaz. La directora de ANAR hace el llamamiento: hay que potenciar la parte interventiva de las familias. Ejemplo: el sexo no es tabú, hay que enseñarlo en casa, aconseja. «Y hay que reforzar a los menores, creando y dándoles espacios de desarrollo personal –actividades, hobbies, etcétera– que vayan más allá de la tecnología en la que están enfrascados.
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