El Papa reúne a mil jóvenes empresarios y les pide transformar el modelo económico global para que haga felices a las personas

En un ambicioso discurso, el pontífice ha propuesto algunos pilares de ese nuevo modelo de desarrollo sobre el que construir un sistema económico más humano. Por ejemplo, la creación de puestos de trabajo, el respeto del planeta y la atención a los pobres, pero también que haga posible la construcción de «relaciones sostenibles» y «sostenibilidad espiritual» que den contenido a la vida.

Para el Papa, «ya es anticuado hablar de Economía. Ahora se habla de Finanza, que por desgracia es un concepto gaseoso». Ha recordado a «una economista que organizó un encuentro sobre 'Economía, Humanismo y Religión', pero cuando intentó hacer lo mismo con la finanza, no lo consiguió», por su despego de la persona. Por eso, ha pedido a los jóvenes que retomen «la realidad económica desde sus raíces humanas», para proyectar «una economía respetuosa con la tierra y una economía de paz; transformar una economía que mata en una economía de la vida».

El Papa ha ironizado sobre las «universidades que se especializan en economía ultraliberal», que tiene como resultado «una economía y una sociedad triste, pesimista, cínica». «Si queréis ver esto, id a esas universidades y mirad la caras de los jóvenes de allí», ha propuesto.

El punto de partida de la transformación del modelo de desarrollo es el respeto del medio ambiente. «La situación es tal que no podemos esperar a la próxima cumbre internacional: la tierra arde hoy, debemos cambiar hoy a todos los niveles», ha reclamado. En su opinión, «si hablamos de transición ecológica pero mantenemos en el paradigma económico del siglo XX, que saquea los recursos naturales y la tierra, las medidas que adoptemos serán insuficientes o enfermas de raíz». «Es el momento de un nuevo coraje para abandonar las fuentes de energía fósiles, para acelerar el desarrollo de fuentes de impacto cero o positivo», ha reclamado.

Pero, como la persona debe estar al centro, «mientras intentamos salvar el planeta, no podemos descuidar al hombre y la mujer que sufren». «Debemos tener en cuenta los efectos que algunas opciones medioambientales tienen sobre la pobreza. No todas las soluciones medioambientales tienen los mismos efectos sobre los más pobres y, por lo tanto, hay que preferir las que reducen la miseria y la desigualdad». Por otro lado, «no sólo mata la contaminación de dióxido de carbono, la desigualdad también contamina mortalmente nuestro planeta».

También ha criticado la «insostenibilidad de nuestras relaciones, que se están empobreciendo». Ha mencionado, por ejemplo, que se ha disparado la crisis demográfica, pues en lugar de cuidar a los hijos «es más cómodo recibir cariño de los perros o los gatos»; o la «esclavitud de la mujer, que no puede ser madre porque si se queda embarazada, la descartan de su trabajo».

Como consecuencia, «en Occidente, las comunidades son cada vez más frágiles y fragmentadas. La familia, en algunas regiones del mundo, está sufriendo una grave crisis, y con ella la aceptación y custodia de la vida. El consumismo actual busca llenar el vacío de las relaciones humanas con bienes cada vez más sofisticados: ¡la soledad es un gran negocio en nuestra época! -, pero de esta manera se genera un hambre de felicidad».

El Papa también se ha referido al «capital espiritual», «un capital invisible, pero más real que el financiero o el tecnológico». «El ser humano, antes que buscador de bienes es un buscador de sentido. Por eso el primer capital de cualquier sociedad es el espiritual, que nos da las razones para levantarnos cada día e ir a trabajar, y genera la alegría de vivir que también es necesaria para la economía».

Ha alertado de que «nuestro mundo está consumiendo rápidamente esta forma esencial de capital acumulado durante siglos por las religiones, las tradiciones de sabiduría y la piedad popular». Según el Papa, «a menudo enfrentados al dolor y las incertidumbres de la vida, los jóvenes se encuentran con un alma agotada de recursos espirituales para procesar el sufrimiento, la frustración, la decepción y el duelo».

Desde el siglo XIII, franciscanos como Pietro di Giovanni Olivi o Bernardino de Siena pusieron las bases de la economía de mercado con sus ideas sobre el uso del dinero. Escribieron por ejemplo sobre el precio justo (que en caso de carestía puede oscilar, siempre que no entre en conflicto con el bien común), la justificación moral del interés o el papel social del comerciante.

Al Papa le interesa su propuesta del uso del dinero en un horizonte de sobriedad y en la lógica de promover el bien común. Por eso, desde hace años planeaba reunir a jóvenes en Asís. «La Economía de Francisco» funciona desde mayo de 2019 como plataforma global de jóvenes economistas, emprendedores y agentes de cambio. Tenían previsto reunirse con el pontífice en marzo de 2020, pero la pandemia obligó a cancelar la cumbre. Sin embargo, el covid no interrumpió el proceso y los participantes llevan casi tres años trabajando juntos periódicamente on line.

Este sábado Francisco ha escuchado las historias de algunos de ellos: un emprendedor que ha acabado con las plagas en ríos de Benín, una adolescente de Tailandia que ha lanzado una campaña contra el uso de plástico mono-uso, un masái que enseña agricultura sostenible en Kenia, una afgana que trabaja por los derechos de las mujeres, un prisionero de una cárcel italiana que ha explicado el resultado de estudiar una carrera universitaria y aprender una profesión desde detrás de las rejas.

Francisco ha llegado a Asís a primera hora de la mañana de este sábado y ha regresado a Roma antes del almuerzo. Mañana domingo saldrá de nuevo de Roma, pues se trasladará a Matera para clausurar el Congreso Eucarístico Italiano. La lesión de rodilla le ha impedido recorrer a pie el camino desde el coche hasta el teatro en el que se celebraba el evento, aunque se ha acercado a saludar a niños con banderas de varios países. También ha entrado en el escenario de pie, sostenido por un bastón, y ha seguido sentado el largo evento.