Lucy Rodríguez, hermana de Guacy, asesinada en 2013: «Pierdes a tu familiar y te rompen la vida. A todos nos cayó ese día la cadena perpetua»
Luz, hermana de Guacy, asesinada en 2013: «Al crimen le sigue el desembolso en seguros, coche, hipoteca y colegios»
El doble duelo que enfrenta un huérfano de la violencia de género
Cada San Fermín Luz recuerda el «año más» de Guacy
¿Qué harías tú si tu cuñado mata a tu hermana, tus sobrinos pierden a su padre y a su madre de golpe y tienes que afrontar los pagos de hipoteca, coche y colegio que tenía ella, en pleno desconsuelo por su pérdida? «Pues ... entras en shock, te rompen la vida, a ti y a toda tu familia. Tienes que mirar por esos niños, pero han asesinado a tu hermana. El día anterior habías estado con ella y dijo que era el momento más feliz de su vida. Al siguiente la apuñalan».
Luz Marina Rodríguez, tinerfeña de 52 años, madre de tres hijos, sigue: «Es que nadie se lo espera. No tienes las cosas al día, desconoces las cuentas o pagos que tiene con el asesino, las letras que quedan, de repente asumes hasta el IBI o el impuesto de basuras...». Al infierno emocional se le añade la condena económica y la interminable pesadilla del papeleo. El relato causa estupefacción, sobre todo cuando se habla de una familia que ha perdido a su hermana a manos de su pareja desde los 14 años, en brazos de su madre que forcejeó con el asesino y en presencia de sus dos hijos de 5 y 8 años. Sucedió un 20 de febrero de 2013 cuando la familia de Luz, la mayor de cinco hermanos, se desmembró para siempre.
El «Josito» de Guacy (Guacimara Rodríguez, 35 años) mató salvajemente a esta trabajadora social, a la que vigilaba en todo momento desde su separación. Salió del ascensor, y en el rellano de entrada a casa de su madre, donde vivía desde que habían decidido cortar la relación, segó su vida. La «rebequita manchada de sangre» de la madre de Guacy no se le quita a la primogénita de la cabeza. Tampoco se le borra que sus tres hijos estuvieron al cargo de su hermana 24 horas antes. Charlaron en el mismo lugar en que encontró a su criminal, rememora para ABC una década después.
Lucy, que trabaja en un hospital y antecedió a su hermana –«era casi mi par»– en el trabajo social, cuenta que tardó ocho meses en volver a sentirse en su propia piel. Necesitó «mucha terapia», pero el servicio de acompañamiento psicológico hacía tiempo que ya se había esfumado (otro gasto añadido). Ella y otro hermano (quien finalmente se hizo con la guarda y custodia) se hicieron cargo de sus sobrinos, pero retirar la patria potestad al asesino costó 6-8 meses y hubo que asumir un torrente interminable de dinero: seguros, hipoteca, coche... «Falta empatía. Estás llorando a tu hermana, en pleno duelo y el seguro te pide que pruebes con un informe médico que ella estaba 'físicamente bien' el día anterior. ¡Por Dios, que la han asesinado!«, grita Lucy al recordar. «Salía de algún trámite y pensaba: ¿qué es lo que me han dicho? Estás como atontada. Y otras veces decían que 'esto' solo pasa una de cada equis veces y por eso carecen de un protocolo en bancos u oficinas para encargarse de estas situaciones».
Como una enfermedad rara
Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, lo expresa con un símil: «Estas familias, que son víctimas directas de la violencia de género, se enfrentan a algo así como tener 'una enfermedad rara'. Tocan mil taquillas y en cada una les piden algo nuevo, un papel que desconocen, otro cargo... Es inasumible».
Adquiere tintes surrealistas en boca de los afectados. Es un «caos», describe Lucy. «Yo me separé. ¿Quién aguanta a alguien que está tan mal? Vives teniendo mucho tacto con esos niños que sufren su trauma, tienes que dar muchos pasos cuando ignoras todo». Ella subsanó la sangría económica «pidiendo préstamos», pero se topó con situaciones disparatadas como que la parte de la casa de su hermana a nombre del asesino sale a subasta pública. Todavía sigue inmersa en ese abismo: «Aún no he podido ni cambiarles el apellido, un trámite que 'venden' que es muy rápido».
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Luz creó la asociación 'Todos somos Guacy' para asesorar a quienes tras perder a su familiar no saben caminar entre una montaña de documentación. «¿Tan difícil sería crear un protocolo que agilice los trámites para que el duelo sea algo menos pesado?». Recuerda las palabras de su madre, que repite que «ese día a toda la familia le cayó cadena perpetua».
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