El líder de los católicos ucranianos reconoce el desafío de convencer al país de que el Papa está con Ucrania

«Antes de la guerra, el Papa era el líder religioso más respetado en Ucrania. Un 52% de la gente lo consideraba portavoz de la verdad y líder moral. Ahora esa popularidad ha caído hasta entre el 3-6%. Y tras la reciente incomprensión, su índice de popularidad es aún más bajo. Esto para nuestra Iglesia es un problema enorme», confía en Roma Sviatoslav Shevchuk, arzobispo mayor de la Iglesia greco católica ucraniana, durante la rueda de prensa para explicar los trabajos del sínodo que ha reunido a 45 de sus 56 obispos.

El motivo de la polémica que hundió el ya bajo índice de popularidad del Papa en Ucrania fue el consejo que improvisó durante un encuentro con jóvenes rusos el pasado 25 de agosto, que fue retirado de su discurso oficial y del que el Papa se retractó. Francisco fue acusado de «imperialismo», pues propuso seguir el ejemplo de la «Gran Rusia de Pedro I, de Catalina II, de aquel imperio grande e ilustrado». Para entender cómo sentó en Ucrania, basta recordar que fue Catalina II quien invadió y rusificó Crimea.

«Entendemos que el Vaticano es imparcial para poder ser mediador de paz. Por eso, cuando el Papa se expresó a favor de Rusia, sentimos que se había roto ese paradigma y que se había puesto del lado equivocado. Ahora, tras los encuentros en el Vaticano, tenemos la certeza de que no es así. El Papa se ha corregido», subraya Shevchuk. «Tenemos el desafío de comunicar el mensaje de cercanía del Papa con Ucrania, su auténtica visión, su premura por este pueblo», reconoce.

Shevchuk revela que en el encuentro que mantuvieron a puerta cerrada con el Papa hace una semana, cada obispo expuso sus impresiones y perplejidades sobre la línea del Vaticano. «Cuando hablábamos de tantos dolores, él nos dijo: 'Quizá tengáis otro dolor, la duda de con quién está el Papa. Pues os aseguro que estoy con vosotros'», insiste el líder de la Iglesia greco católica ucraniana.

«El Papa no es enemigo de Ucrania», subraya Borys Gudziak, metropolita de esta Iglesia en Filadelfia (EE.UU.). «Ha mencionado 227 veces la 'maltratada' Ucrania, trabaja para la liberación de prisioneros, está sensibilizando al mundo católico. Estamos en el mismo barco y le estamos muy agradecidos», asegura.

Sin embargo, la semana pasada Mykhailo Podolyak, principal asesor de Zelenski, dijo en una entrevista televisiva que jamás podrán permitir que el Papa sea mediador en este conflicto, pues es «prorruso» y «no es creíble».

Según Sviatoslav Shevchuk, es una «convicción personal» de Podolyak y no la posición del gobierno. «La opinión pública ucraniana dice que no debemos despreciar a los amigos, debemos respetarlos. Sin el apoyo de estos amigos, no lo conseguiremos», avisa. «También por eso, como obispos, debemos esforzarnos por articular mejor el mensaje del Papa».

El punto más complicado para los obispos ucranianos es «explicar la neutralidad de la Santa Sede». «El cardenal Pietro Parolin me ha asegurado que se trata de 'neutralidad diplomática', pero no de 'neutralidad moral', pues ante una tragedia, moralmente el Vaticano está con la víctima», asegura Shevchuk.

Explica que los obispos se han marcado como prioridad «acompañar al pueblo herido». «Para entender lo que pasa en Ucrania hay que venir y ver lo que ocurre. Muchas mujeres han sido violadas en público, para humillarlas», denuncia.

«Cuando fue el primer aniversario de la tragedia de Bucha, fui a encontrar a familiares de jóvenes fusilados. Asistió un señor en silencio, que se limitaba a mirarme a los ojos. Recuerdo que se me clavaba su mirada», explica Sviatoslav Shevchuk. «Me dijo: 'Te miro porque mi hijo se llamaba como tú, Sviatoslav. Vine a este edificio para buscar su cadáver y lo encontré. Antes de matarlo, le arrancaron los ojos'. Comprendí por qué me miraba fijamente y le dije: 'Tenemos que ser amigos. Ven un día a mi casa con tu familia, mantengamos esta amistad'», recuerda conmovido.

Durante la reunión en Roma, se han centrado también en cómo ayudar a la población civil. «Vamos a enseñar a nuestras monjas, monjes, sacerdotes y obispos a atender a las personas heridas, a los mutilados, a los familiares de víctimas», pues «la existencia del país no depende sólo de las armas que recibimos, sino de nuestra capacidad de gestionar el trauma», concluye.