Enseñanza y gobierno
«La historia de Pedro y Pablo nos enseña que la comunión en la Iglesia no anula la libertad de cada uno»
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El Papa León XIV en la misa de san Pedro y san Pablo
La sucesión de eventos jubilares en Roma está proporcionando a León XIV la oportunidad de tejer su magisterio de forma pausada y constante, con un despliegue amplio de la rica tradición de la Iglesia como luz para el momento presente. En la solemnidad de Sagrado ... Corazón de Jesús, durante la Misa en que ordenó a 32 nuevos sacerdotes les advirtió que no se dejen embaucar por los modelos de éxito y de prestigio inconsistentes que con frecuencia se promueven en nuestro mundo de hoy, y que, en cambio, atesoren las historias de tantos «mártires, apóstoles incansables, misioneros y campeones de la caridad» que se han generado en la vida ya milenaria de la Iglesia. Es una sugerencia cuya utilidad va mucho más allá del ámbito sacerdotal en que fue pronunciada, y que dice mucho de la sensibilidad del Papa León. Es una invitación a la memoria, no como ejercicio de nostalgia o de evasión sino como factor operativo, espiritual y cultural, para fortalecer la vida cristiana en las circunstancias presentes.
En las celebraciones con los seminaristas, sacerdotes y obispos, como hizo también con las familias y con las asociaciones y movimientos, ha reiterado su principal deseo: una Iglesia signo de unidad y comunión, centrada en llevar al mundo la paz del Resucitado, con libertad, inteligencia y coraje. En su primera fiesta de San Pedro y San Pablo, recordó los caminos diferentes que ambos apóstoles recorrieron, su distinto bagaje cultural y sus diversos temperamentos. Ambos tuvieron ideas diferentes, entre ellos no faltaron los conflictos y llegaron a discutir con franqueza evangélica. La comunión en la única confesión de la fe (que ambos rubricaron con su sangre en Roma) no fue para ellos una conquista pacífica. La historia de Pedro y Pablo nos enseña que la comunión en la Iglesia no anula la libertad de cada uno, sino que es «una fecunda sintonía en la diversidad», algo que sólo es posible por la acción del Espíritu Santo que ambos acogieron libremente en sus vidas. Y así pudieron vivir lo que el Papa llamó bellamente la concordia apostolorum.
En el Evangelio que se proclamó durante la fiesta, resonaba la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos: «y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Es un hecho que Pedro y Pablo, en circunstancias distintas y por caminos bien diversos, coincidieron en la respuesta a esa pregunta decisiva: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, el Salvador del mundo». El Papa aprovechó para subrayar que cada día, en cada momento de la historia, se nos plantea esta pregunta que saca a la luz si nuestra fe está viva o se ha reducido a mera costumbre o a ideología.
Cuando las respuestas a la pregunta sobre quién es Cristo convergen, no existen entre los cristianos diferencias que no puedan transformarse en armonía, como sucedió en la vida de Pedro y de Pablo. Por ejemplo, la cansina dialéctica entre conservadores y progresistas se deshace como un azucarillo si vamos hasta el fondo, hasta la cuestión que Jesús nos sigue planteando cada día: «¿quién soy yo para ti?». La firme y clarividente insistencia con la que el Papa León está señalando la prioridad de la unidad de la Iglesia lleva necesariamente a la profesión común de la fe católica. Y aquí se ve cómo enseñanza y gobierno convergen en el ministerio de Pedro.