Amelia Valcárcel: «Gobernar contra las mujeres no es posible y la coalición nos ha faltado al respeto»
La pensadora dimensiona en un nuevo libro la civilización feminista que, aquí, no identifica con la deriva que han tomado las políticas de Igualdad
Una psicóloga denuncia que el lobby trans manipula a los niños como una secta

Por muchas vicisitudes que traigan encerradas las urnas, Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED y durante casi dos décadas consejera electiva del Consejo de Estado, cree que hay una lucha moral «irrenunciable» en cualesquiera comicios. Se llama feminismo, ... algo que tiene para ella mucha más entidad que una tendencia o corriente social circunstancial, sino que alcanza dimensiones civilizatorias, conforma las ideas y valores parejos al avance de la humanidad, según describe en su última obra, 'La civilización feminista' (Editorial La Esfera de los libros). En su opinión, solo a través de esa coordenada real del feminismo se entenderá su posición en el mundo.
Habrá muchos que no estén preparados para asumirlo –entiende–, mas es un proceso que no tiene marcha atrás. Valcárcel reconoce que en España un Gobierno adscrito a sus posiciones políticas, el formado por PSOE en coalición con Unidas Podemos, ha dado esos pasos de retroceso equivocado respecto a la plena ciudadanía de las mujeres.
Presidenta de la asociación Femes (Feministas Socialistas), estas mujeres en sintonía con la socialdemocracia se coaligaron para defender principios a los que –no ocultan– las políticas de Pedro Sánchez y su tándem con ministras como Irene Montero han fallado. En plena resaca poselectoral charla con ABC.
—¿Cómo lee los resultados del 28-M?
—En general, gobernar contra las mujeres no es posible y esa coalición de Gobierno ha mantenido graves faltas de respeto hacia ellas. Eso hace que las mayorías se desplacen siempre.
—¿Se dirige solo a Podemos?
—Un gobierno de coalición es un gobierno de coalición y se supone que hace las cosas conjuntamente. Yo no soy capaz de creer, es más, no me lo creo, que no quepa templar a un socio de coalición cuando evidentemente hay que hacerlo por sentido común y buen gobierno. Es asombroso lo que ha pasado estos años, donde las mujeres españolas han podido ver, notar y percibir en la piel cómo un clima constante de falta de respeto iba creciendo. Eso no se puede hacer, la ciudadanía de las mujeres no puede ser desgastada porque es una cosa que cuesta mucho edificar. Quien siembra vientos, recoge tempestades.
—¿Les ha traicionado Pedro Sánchez?
—¿Personalmente por él? Habría que hablarlo, pero es obligación de un dirigente político escuchar siempre a la sensatez. Hay muchas feministas en el PSOE que le pueden decir que no han sido escuchadas en absoluto. Y no porque se hayan mantenido calladas, sino que han hablado dentro alto y fuerte.
—Esta campaña del 28-M el feminismo ha recabado pocos titulares, salvo el tirón de orejas de Irene Montero a las autonomías por no aplicar la reforma de la ley del aborto. ¿Ve bien esta reforma?
—El aborto es una de las condiciones que tienen que ver con las libertades fundamentales que el feminismo ha tenido que afrontar, pero ya está resuelto en nuestro tipo civilizatorio. Con lo que está resuelto ya que no hay que hacer cuestión. Lo que hace una ley de plazos no es garantizar el aborto, lo que garantiza es que una mujer pueda disponer en plazo de su libertad de seguir o no con su embarazo en un plazo razonable. Pero esto ya está resuelto y los vientres de alquiler, no, sin embargo. Hay personas que siguen comprando criaturas y tratando a sus madres como si fueran objetos o incubadoras. Las mujeres no podemos soportar, no hay ninguna razón para soportar, saber de otras que puedan ser usadas por debajo de la dignidad humana, ya sea para los vientres de alquiler, para la prostitución o para cualesquiera de las canalladas inmemoriales que en tantos hogares las mujeres se ven obligadas todavía a padecer.
—¿Le gusta la distinción que hacemos los medios entre feminismo clásico y feminismo 'queer'?
—El feminismo 'queer' es un oxímoron, no hay feminismo 'queer'. Está el feminismo o un producto invertido y deformado, que es la doctrina 'queer'. Al feminismo se le puede llamar clásico, pero da igual, el feminismo es siempre feminismo y tiene cuatro cosas: una teoría explicativa, con una idea de lo que es el mundo y qué le parece que es mejorable. Favorece el cambio social y tiene elementos civilizatorios, por ejemplo, una sociedad como la nuestra se puede permitir limar ya la terrible violencia estructural que las mujeres padecen. Y este núcleo teórico no sirve para hacer tonterías ni para decir cosas que no se entiendan. Segundo, la agenda. Al feminismo lo distingue siempre la agenda. Y luego tienes un grupo interesado, que son personas que van a dedicar al feminismo la mayor parte de su acción pública. La cuarta son las consecuencias que no esperabas y que siguen a una victoria. Por ejemplo, tras la I Guerra Mundial, como consecuencia del derecho al voto para las mujeres y por su nuevo modo de estar en el mundo, la manera en que se dignificaban a través del vestido cambió la moda de una forma absoluta. En la historia se producen todo tipo de fenómenos espejo. Ahora, ¿qué pasa con eso llamado 'queer'? Ni siquiera es un colectivo, es un lobby de poder bastante violento, con unas claras intenciones respecto de las libertades de las mujeres porque su agenda es contraria a la feminista.
—¿Ese lobby ha llegado para quedarse?
—La voluntad de quedarse siempre la traen los lobbies. [Recurre al sarcasmo] Este lobby llama a todo lo que identificamos como cautiverios inmemoriales de las mujeres con otro nombre: ¿los vientres de alquiler? Puro altruismo, como todo el mundo sabe. ¿La prostitución? Empodera. ¿La pornografía? Es una actividad recreativa normal. Para este lobby son modos de vida atractivos y, encima, algunas de las personas que integran ese lobby se lucran de ellos.
—¿En qué estado va a quedar Igualdad después del paso de esta doctrina 'queer' por el Ministerio?
—La verdad es que soy optimista, porque estas personas han quedado profundamente desacreditadas. Me he dado cuenta, y tengo fundamento para afirmar –como escribo en el libro– que vivimos en una civilización feminista. El feminismo está mucho más extendido como clima de vida que hace relativamente poco tiempo. Quiero decir que la cantidad de feminismo que nuestra sociedad ha asumido es mucho mayor de lo que pensamos y, por lo tanto, nadie debería ya interpretar feminismo como cualquier posición extrema.
—Si Feijóo llega a La Moncloa, ¿apoyarían que derogue la 'ley Trans'?
—En el momento en que un Gobierno se ha visto obligado a recurrir al PP para modificar la 'ley del sí es sí' por sus pésimas consecuencias, lo que veo es que existe un bloque de sensatez que puede llevar esa sensatez a otros lugares. Nadie en su sano juicio admitiría que sea más fácil cambiarse de sexo en el Registro que cambiar de compañía telefónica. Esta ley es una tropelía desde el inicio y produce dos cosas pésimas: pone en peligro a la infancia, la mutila; y asume procedimientos inquisitoriales. Están llegando a las escuelas procedimientos que dicen al profesorado o al centro que avisen si una niña juega al fútbol. ¡Qué barbaridad es ésta!
—Ahora que hay convocatoria de elecciones generales, ¿con la prostitución qué hacemos? Porque nadie mete mano...
—Exactamente, va a ser que no quieren meter mano. Cómo es posible que se esté diciendo la gañanería de que la prostitución es un trabajo. Hasta para los trabajos más difíciles encontrarás siempre gente que los busque; aquí tienes que estar sacando a mujeres del sur del Sahel, de las partes más abandonadas de América o de lugares en guerra y traficarlas. Qué tipo de trabajo es ese que no quiere hacer nadie. Nuestra sociedad tiene que pensar muy seriamente qué tipo de vida cree que es digno: la democracia no se limita solo a un sistema de voto cada cuatro años, sino es que es un sistema de valores que se admiten por todos.
—Me da que el siguiente Gobierno tampoco le meterá mano...
—¿Y si nos atrevemos nosotros a ponérselo delante después de todo? Con independencia de las pocas ganas que tenga un gobernante de hacerse enemigos, es posible que en una de estas no descartemos que alguna persona sea decente.
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—¿Qué papel juega la maternidad en el feminismo actual? ¿Se puede ser una madre de tres hijos, entregada y dedicada, y feminista?
—Se puede. Es más, se necesita un gran apoyo del Estado para que las mujeres puedan ser madres. Muchas nuevas políticas. Estamos empezando a ello, pero lo que sí hay es algo seguro: la civilización feminista es demográficamente decreciente.
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