epidemia del ébola en áfrica
Las ocho horas más difíciles del traslado de los religiosos desde Liberia
Los retrasos de las autoridades del país con los permisos y la ausencia de vehículos apropiados pusieron en riesgo la operación
a. carra
Fueron ocho horas de «trabajo ímprobo» en Monrovia. Las ocho horas más difíciles para Miguel Pajares -el religioso español de 75 años infectado con el virus Ébola , que se encuentra ya en el hospital madrileño Carlos III-, para la hermana Juliana Bonoha y para ... el equipo de la Unidad Médica de Aeroevacuación del Ejército del Aire ( Umaer ) que les repatrió desde la capital de Liberia a España.
La dificultad de la evacuación no radicó solo en la complejidad sanitaria de una operación que desde su activación duró 36 horas, sino también en los «obstáculos» burocráticos, logísticos e incluso políticos que hubo que solventar sobre la marcha en suelo liberiano. Se suponía que el traslado de los dos religiosos desde el hospital San José al aeropuerto de Monrovia duraría una hora y media. Pero terminaron siendo ocho.
Según relatan a ABC fuentes conocedoras del operativo, el Gobierno de Liberia no vio con buenos ojos el sacar de su país a un extranjero enfermo de ébola, «a sabiendas de que su gente puede exigir los mismos medios de los que gozan otros países». La obtención de los permisos necesarios para la repatriación de Miguel Pajares y Juliana Bonoha (hermana también de la orden de San Juan de Dios con pasaporte español) fue otro condicionante burocrático que retrasó la operación en Monrovia. «Amagaban con no dar los permisos y los retrasaban sin dar razones de por qué. Y a la llegada no permitieron al equipo moverse tan rápido como querían», cuentan a ABC.
Sin ambulancia en Liberia
Pero el colmo de los imprevistos surgió cuando las autoridades liberianas, en lugar de una ambulancia, ofrecieron para el traslado de los dos religiosos desde el hospital al aeropuerto un vehículo «pick-up», todoterreno para el transporte de mercancías con su parte trasera descubierta. Ante semejante despropósito, el personal español se vio obligado a alquilar dos vehículos. A pie de pista los forraron con plásticos para no dejar en el coche posibles restos de secreciones contaminadas. Una vez finalizado el traslado, se retiró todo el «envoltorio» y se incineró.
En el vuelo de regreso, no hubo ninguna incidencia de relevancia y, dentro de la lógica tensión, todo transcurrió con normalidad. Los dos religiosos viajaron dentro de las unidades de aislamiento siempre atendidos por el equipo médico militar. Los dos médicos, la enfermera y los dos técnicos sanitarios, se encargaron en todo momento del tratamiento de soporte y de vigilar especialmente a Pajares, que era el que presentaba un estado de salud más delicado, y único que finalmente estaba infectado por el virus. En la cabina, «estanqueizada», los 9 miembros de la tripulación técnica permanecieron aislados del resto del equipo.
A su llegada a Torrejón de Ardoz, en el aeropuerto militar esperaban tres ambulancias del Summa especialmente preparadas para el traslado al Carlos III, desalojado un día antes para poder aislarlos con total seguridad. Sin embargo, el trabajo para la Umaer no terminó una vez que Miguel y Juliana fueron introducidos en los vehículos. Ahora tocaba descontaminar todo el avión y eliminar el material desechable.
Avión forrado de plástico
Con Miguel y Juliana camino del hospital, personal de la Umaer con equipos de protección individual subieron al Airbus 310 para comenzar a desmontar el plástico con el que se había recubierto el interior del avión: asientos, pasillos y todo lo que pudiese haber sido infectado por algún derrame accidental de secreciones, que afortunadamente no hubo. Pero aún así, todo se desmontó, se selló y se entregó a una empresa homologada para el manejo de sustancias peligrosas. Incluso el personal se quitó, siguiendo igualmente el tedioso protocolo que especifica la OMS, los trajes de protección que después se entregaron para su destrucción. Y por si esto fuese poco, después, el avión se inundó con un gas germicida y se cerró durante doce horas.
Con la repatriación de los dos religiosos, España se ha convertido en uno de los pocos países del mundo que ha llevado a cabo una operación tan compleja. El operativo ha merecido el aplauso de la comunidad internacional y países como Inglaterra y Francia ya han pedido información para estudiar un dispositivo inédito en Europa y poder actuar en caso de que alguno de sus ciudadanos se contagie.
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