ESPECIAL I+D+I
La inversión en ciencia, un desafío que exige cooperar a todos los niveles
El estudio 'Objetivo Innovación' de APD y CTA alerta de que la UE pierde terreno con respecto a los grandes bloques geopolíticos del planeta. En la presentación de este documento Eloísa del Pino y Cristina Garmendia ofrecieron claves de futuro
Eloísa del Pino, presidenta del CSIC
El CSIC es el organismo público de investigación más grande del país, con 17.000 personas distribuidas por todas las comunidades autónomas. «En Andalucía somos 2.500 profesionales, con centros como el Instituto de Astrofísica de Andalucía, el Instituto de la Grasa o la ... finca experimental La Mayora; e invertimos 200 millones de euros al año, habiendo duplicado la financiación en la última década», apunta su presidenta, Eloísa del Pino. Su diagnóstico es claro: situar a Europa al nivel de Estados Unidos y China en términos de innovación es un reto de enorme magnitud «que requiere la colaboración público-privada». El CSIC ha emprendido este camino. «Ahora no solo transferimos conocimiento, sino que cocreamos en colaboración con las empresas». En los dos últimos años, compañías de todos los sectores han presentado casi 150 retos —desde el empaquetado de productos hasta la digitalización de procesos— «en los que trabajamos juntos en la búsqueda de soluciones y financiamos parte de estos proyectos de colaboración».
Esta filosofía se materializó durante la crisis provocada por la DANA en Valencia, cuando el CSIC actuó como asesor científico del Gobierno de España. «Participaron 150 personas, dos barcos y una flota de drones», recuerda Del Pino. Con Cemex y Tolsa se desarrolló un producto patentado que solidifica el barro, inspirado en el principio absorbente de los pañales infantiles. También se lanzó una solución para eliminar el moho de forma permanente.
El catálogo de tecnologías del CSIC en 2025 incluye más de seiscientas soluciones con aplicaciones en todas las áreas (el 80% se licencia a empresas). «Somos el primer patentador público y privado de la UE y creamos ocho compañías de base tecnológica cada año, sumando ya más de cien». La conclusión es rotunda: «no podemos hacer nada solos; la cooperación es clave». El desafío es que esas empresas logren consolidarse en el tejido productivo como firmas privadas.
Más inversión en ciencia es más bienestar
Eloísa del Pino recuerda que «es una evidencia que una mayor inversión en ciencia se correlaciona con más bienestar, paz social y productividad, precisamente uno de los ámbitos en los que más debemos avanzar». La UE aún está lejos de China o Estados Unidos, que invierten un 3,5 % del PIB en I+D, mientras que la media europea se sitúa en el 2,2 % y España —que atraviesa su mejor momento histórico— alcanzará un 1,5% en 2024.
«Para avanzar hay que reducir la burocracia, tanto en la UE —por eso Letta habla de que la quinta libertad es el libre movimiento del conocimiento y la tecnología— como en España, facilitando los trámites y la colaboración entre comunidades», concluye Europa atraviesa un momento complejo. Tras el Brexit, se ha producido un debilitamiento del eje franco-alemán que coincide con el contexto geopolítico más delicado de las últimas décadas. Por ello, «los países del sur tienen ahora la responsabilidad de asumir un papel de liderazgo». Así lo afirma Cristina Garmendia, presidenta de Fundación Cotec, organización que promueve la innovación como motor de desarrollo en España, Portugal e Italia.
Cristina Garmendia, presidenta de la Fundación Cotec
Un ejemplo de este potencial es la Constelación de Satélites Atlántica, un proyecto ibérico que lanzará conjuntamente 16 satélites para la prevención y gestión de emergencias. «No siempre es posible poner de acuerdo a los 27 miembros de la UE, y Atlántica demuestra que se puede avanzar de forma asimétrica entre dos o más Estados, con acuerdos concretos en ámbitos específicos, que ofrecen la oportunidad de progresar más rápido». La meta común es construir capacidades autónomas en ciberseguridad, industria espacial, IA, transición energética, etc.
La UE diseña hora el décimo Programa Marco, un mecanismo que «a lo largo de cuarenta años ha consolidado un sistema europeo de ciencia potente». El objetivo es elevar su presupuesto un 83%, lo cual constituye «una señal clara de que la tecnología está en el núcleo del proyecto europeo». Para no perder oportunidades, hay que impulsar «nuevas capacidades que se integren en el desarrollo industrial de nuestro país, mejorando de manera real nuestra competitividad». También es el momento de avanzar en ámbitos donde no hemos despuntado, como «los modelos de compra pública de innovación, con indicadores que midan su grado de utilidad».
Economía de los intangibles
En este nuevo contexto cobra especial relevancia la economía de los intangibles. «Hoy es tan importante invertir en una fábrica como en datos o en I+D». Empresas como Arcelor ya utilizan intensivamente la inteligencia artificial para desarrollar nuevos materiales, acelerando drásticamente los procesos de innovación. «Si no entendemos que los datos lo cambian todo, nos quedaremos fuera». De hecho, la investigación de vanguardia actual es híbrida: los científicos trabajan con modelos de IA.
En este camino, cada país debe trazar su hoja de ruta a partir de un análisis realista de su situación, su tradición y su potencial futuro. «Una comunidad como Andalucía no debe compararse con Madrid o el País Vasco, sino con otras regiones de la UE que se encuentren en una situación equivalente, y medir bien cuál es su eficiencia en el gasto y qué resultados obtiene en función de su inversión», concluye.
Andrés Aguilera, catedrático de la Universidad de Sevilla
Andrés Aguilera, catedrático de Genética de la Universidad de Sevilla y Premio Nacional de Investigación, es una de las voces más autorizadas para analizar los retos del sistema investigador español. Este experto mundial en genómica, formado en la Darmstadt Technische Universität de Alemania y en el New York University Medical Center de Estados Unidos, regresó a España en 2006 para incorporarse al Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer). Su trayectoria, marcada por la excelencia científica y la vocación por la investigación básica, le permite trazar un diagnóstico claro: España ha avanzado, pero todavía no lo suficiente.
«En las tres últimas décadas se ha progresado mucho», reconoce Aguilera. «Contamos con mejores infraestructuras, más recursos humanos y un marco europeo que impulsa la investigación a través de proyectos como los ERC. Pero el margen de mejora sigue siendo enorme». Uno de los principales problemas, señala, es el nivel de inversión. «No llegamos aún al 2% del PIB en I+D, y eso limita cualquier aspiración de competir de tú a tú con los países de nuestro entorno. Se necesitan más fondos, pero también una reforma estructural que haga más eficiente el sistema».
Entre las limitaciones más evidentes, Aguilera menciona la excesiva burocracia y la inestabilidad laboral. «Los grupos de investigación son a menudo demasiado pequeños porque no se estabiliza al personal. Las reformas laborales no siempre tienen en cuenta las particularidades de la ciencia». No se puede contratar a un doctorando o a un posdoctorando de forma indefinida «ya que los proyectos tienen una duración limitada, y eso condiciona enormemente la dinámica de los equipos».
Esa falta de continuidad tiene consecuencias directas sobre la calidad y la proyección de la ciencia española. «Los jóvenes lo ven y se desaniman. La incertidumbre y la precariedad acaban expulsando talento», advierte. A ello se suma la lentitud administrativa. «Cualquier trámite, como la compra de un material fuera de la Unión Europea, puede convertirse en un obstáculo que retrasa la investigación».
Aguilera insiste en que un sistema investigador sólido necesita grupos con liderazgo y con personal técnico y científico estable que sostenga el trabajo cotidiano de los laboratorios. Pero también requiere un entorno económico que absorba y valore ese talento. «En España no tenemos todavía una industria suficientemente fuerte que demande a los doctores que se están formando. La Academia no puede absorberlo todo, pero aún hay margen para integrarlos mejor».
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