Locus amoenus
Reivindicación de Leopoldo de Trazegnies
Leopoldo de Trazegnies fue uno de los primeros profesionales de la programación informática en la España de los 60 y 70 que vio venir, ya por entonces, la aplicación en la tecnología de la obsolescencia programada. Se las arregló para introducir en la informática a muchas personas que acudieron al INEM en busca de formación
Sevilla
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Iniciar sesiónLos amables lugares que convoco en esta sección, no siempre serán espacios físicos o geográficos, porque esta misma página puede convertirse en un «locus amoenus» gracias a los temas, libros, recuerdos o personas evocadas aquí. Es el caso del escritor limeño-sevillano Leopoldo de Trazegnies ( ... Lima 1941), el decano de los escritores peruanos residentes en España, pues llegó a Madrid a fines de los 50 y desde 1977 vive de forma permanente en Sevilla, donde se ha implicado hasta las cejas en diversos asuntos de naturaleza cultural, política, tecnológica, solidaria y literaria.
Para empezar, Leopoldo de Trazegnies fue uno de los primeros profesionales de la programación informática en la España de los 60 y 70. No hablo del manejo de paquetes de programas, sino del dominio de complejos lenguajes de programación como Fortran, Cobol o Pascal, especialidad que fue fulminada cuando Microsoft y otras multinacionales nos obligaron a utilizar paquetes de programas a partir de la década del 90. Leopoldo dejó de trabajar como programador informático, pero se las arregló para introducir en la informática a muchas personas que acudieron al INEM en busca de formación. De Trazegnies fue un precursor que vio venir la obsolescencia programada y otros trampantojos empresariales que fortalecieron todavía más su sensibilidad política, la misma que había galvanizado durante sus años universitarios, cuando fue perseguido y deportado por la dictadura franquista. Ya por entonces había publicado un primer poemario -«En un diminuto mar del infinito» (1962)- y creado un heterónimo literario -Leopoldo Tamaral-, con el que publicó el libro de poemas «De las casas que nos poseyeron y que fuimos abandonando» (1972). Al perder su trabajo de programador, creó una web literaria ( www.bibliotecatrazegnies.es) que también fue todo un adelanto para la época, porque seleccionaba, ordenaba y divulgaba contenidos literarios, mucho antes que los blogueros y los prescriptores de las redes. Como se puede apreciar, la implicación cultural, política, tecnológica, solidaria y literaria de Leopoldo de Trazegnies ha quedado acreditada con largueza, pues Leopoldo es el «logro filantrópico».
Escribo con entusiasmo sobre De Trazegnies, porque me acabo de enterar que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, le ha dedicado una página de autor creada por la filóloga Elena Zurrón, quien además analizó la obra de Leopoldo de Trazegnies en una tesis doctoral acerca de los poetas peruanos de los 60. Hasta hace poco, Leopoldo era un escritor raro y heterodoxo que de vez en cuando era entrevistado por Alfredo Valenzuela, Pepe Arenzana o Jesús Ruiz Mantilla, precisamente por ser raro y heterodoxo. Sin embargo, la página de autor de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes lo sitúa entre sus compañeros peruanos de generación (Javier Heraud, Arturo Corcuera, Antonio Cisneros, César Calvo, Rodolfo Hinostroza y Luis Hernández), rescata las referencias a su obra publicadas por personalidades canónicas (Francisco Umbral, Augusto Monterroso, Estuardo Núñez o Ricardo González Vigil) y reconstruye su círculo intelectual peruano en España (Antonio Cillóniz, Fernando Tola y Carlos Meneses). No obstante, lo más importante es el inventario de la obra de Leopoldo de Trazegnies, toda ella publicada en Sevilla y en ediciones de autor.
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Gustave Doré en la provincia de Sevilla
Fernando Iwasaki -
Isaiah Berlin en la peña Torres Macarena
Fernando Iwasaki
Entre los libros que firmó con su propio nombre tenemos las novelas «El podador de rosas» (2010), «Historia de un fugitivo contada por otro» (2011), «El año que llegó Isadora» (2011) y «Los guerreros poetas» (2015); los relatos «La tentación del silencio» (2006) y «Cuando yo era sordo» (2010); las prosas de «Conjeturas y cojudeces de un sudaca» (1997), «La lámpara de un cretino» (2000), «La carcajada del diablo» (2002), «Bulevar Proust» (2002), «Pasajeros de otros barcos» (2004) y «Los alcores» (2009); los poemarios «Cinco poetas antiguos y desconocidos» (2007), «Para después de la luz» (2011) y «Versos de Shakîr Wa'el» (2021); los ensayos históricos «Lima y Sevilla» (1995) y «Noticias de navegantes de Al-Andalus» (2021), y los ensayos literarios «A los leyenderos de Cervantes & Cía.» (2010) y «Lirismo andalusí» (2015). No descarto que existan más libros que no tengo, pero debo citar los poemarios que publicó enmascarado como el polígrafo Leopoldo Tamaral: «De las casas que nos poseyeron y que fuimos abandonando» (1972), «Los cuentos de Edom» (1977), «Versos del oriental» (1986) y «Calendario de Lurín» (1998). Más de veinte títulos que permitirían compilar una antología esencial que difunda la obra de este secreto y discreto escritor limeño sevillano.
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