cultura
Juan Manuel de Prada: «Los intelectuales y artistas defienden en privado una cosa, pero en público acatan toda la morralla»
El escritor presenta este lunes en el Aula de Cultura de ABC su novela 'Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz'
Juan Manuel de Prada: «Yo soy un escritor raro porque me repugnan el país y el tiempo en los que vivo»
Sevilla
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónJuan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) será protagonista este lunes a las 19.30 horas de una nueva sesión del Aula de Cultura de ABC, que patrocinan la Fundación Cajasol y la Real Maestranza de Caballería. En el Teatro Cajasol presentará su nueva ... novela, 'Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz' (Espasa), un monumental ejercicio narrativo por el que circulan a través de sus 800 páginas grandes personalidades españolas que se encontraban en el París ocupado por los nazis, como Picasso, César González-Ruano o Gregorio Marañón, entre otros.
—¿Por qué después de tantos años retoma con esta novela el universo literario que creó con 'Las máscaras del héroe'?
—Todo ese mundo de la cultura española menos conocida, de los aspectos más oscuros de la misma y de los personajes más malditos siempre me ha atraído mucho y nunca lo he abandonado. Llevaba bastante tiempo pensando escribir una continuación de 'Las máscaras del héroe'. Pensé en los años siguientes a la Guerra Civil, ya que esa novela terminaba justo al comienzo de la guerra. Mientras preparaba la tesis sobre Ana María Martínez Sagi, investigué mucho sobre estos personajes españoles que estuvieron en Francia durante la Segunda Guerra Mundial.
—'La ciudad sin luz' va a ser, además, la primera novela de una bilogía, 'Mil ojos esconde la noche'.
—Son dos entregas cada una de 800 páginas. La segunda se publicará antes de un año, quizás en primavera del año próximo. Es una novela escrita en dos partes por razones de extensión. Un libro de 1.600 páginas resulta excesivamente bíblico. En esta parte se retratan los años 1940-1941, que fueron los de la hegemonía alemana preponderante. Son los años menos oscuros de la ocupación nazi de Francia. En el verano del 41 las cosas se tuercen cuando Alemania comienza a invadir la Unión Soviética. En París la cosa se pone peliaguda. Los años peores son 1943-1944, que queda para la segunda parte.
—En la novela se muestra la visión que de Francia tienen los exiliados españoles a través de los ojos del falangista Fernando Navales.
—He querido recuperar a Fernando Navales, que era el protagonista de 'Las máscaras del héroe'. Es desplazado de la Falange y le toca vivir una especie de ostracismo. Está destinado a París. Recibe la encomienda por parte del policía Pedro Urraca, agregado policial en la Embajada de España en París, de captar a los artistas y escritores exiliados para que colaboren con la Falange. A partir de ahí veremos cómo Navales trata de embaucar a estos personajes. Es una persona con bastante resentimiento y tiene unas artes taimadas. No sólo aparecen exiliados, también salen otros personajes como la bailarina y modista Ana de Pombo o César González-Ruano, que dejó la corresponsalía de Berlín y se instala en París. Además, había corresponsales de la prensa franquista en París.
—¿Qué tiene París como escenario que es tan atractivo desde el punto de vista literario?
—París sin duda alguna ha sido la gran capital artística y literaria del mundo. La cultura francesa ha tenido una influencia irradiadora sobre el resto del mundo muy superior a cualquier otra cultura. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, París sigue siendo la capital cultural del mundo. El comportamiento de los alemanes con París fue modélico, ya que no la tocaron. Apenas la bombardearon, algo que no pasó en otras ciudades. Hasta que empezaron las represalias por los atentados de la resistencia francesa, los nazis mostraban París como escaparate de una dominación benigna. París ejerce un embrujo sobre todos los que visitan la ciudad. Resume la cultura francesa, que ejerce un poder de sugestión enorme. Lo ejerció sobre los alemanes y luego sobre los norteamericanos cuando entraron las tropas aliadas.
—Por la novela desfilan personajes vitales de la cultura española del siglo XX como Picasso, Luis Buñuel, César González-Ruano, Gregorio Marañón…
—Efectivamente. Y aparte de estos también aparecen personajes como personajes como María Casares, que será la primera actriz del teatro francés, o Manuel Viola, que por entonces era muy joven y da los primeros pasos en la pintura. César González-Ruano no estaba ahí ni como corresponsal de guerra ni como exiliado, está ahí porque le apetecía. ABC lo despidió porque abandonó la corresponsalía de Berlín. Parece que tenía problemas legales allí. Pretende recuperar la corresponsalía de Roma, pero no se la dan. Quien controla la prensa es Serrano Suñer, que le tenía gran ojeriza a Ruano, el cual se queda en París viviendo de las rentas que había ganado y de lo que gana en esos años.
—También retrata a Ana María Martínez Sagi. ¿Por qué tiene especial predilección por este personaje?
—Ana María Martínez Sagi era una poeta muy notable. Le he dedicado media existencia a exhumar su vida. Mi conocimiento del París ocupado es a a través de su vida. Investigando su vida llena de misterios descubrí cosas desconocidas de los artistas y escritores españoles en París. Hay informes policiales de los españoles en París. Los alemanes se llevan esos informes a Berlín cuando toman Francia. Luego los rusos se lo llevaron a Moscú y en los años 90 se lo devuelven a los franceses.
—Usted siempre se ha preocupado por los malditos en la literatura. ¿Se considera a sí mismo un maldito dada la tendencia literaria actual?
—Sin duda sí me considero un escritor a la contra de su época por las ideas que defiendo, por las posiciones estéticas que defiendo y por el tipo de literatura que hago. Eso es indiscutible. El término maldito es muy ambiguo. A principios del XIX se sabía lo que era maldito, pero hoy en día se ha tergiversado y se llama maldito al provocador y al piruetista. Me considero maldito en el sentido de alguien que dice o escribe cosas incómodas. Eso te granjea enemistades y también amistades porque valoran lo que haces. En contra de lo que piensan los que creen que tienen la hegemonía cultural, la condena al ostracismo también tiene sus ventajas porque te mandan a otra tierra en la que descubres amigos. Eso es lo bueno de quien se adentra en el desierto. Enciendes una hoguera y hay personas que se acercan al fuego. No hay que tenerle miedo a los exorcistas, a los repartidores de bulas y anatemas, porque aunque creen que controlan el cotarro, se engañan. Su éxito está en infundir miedo, pero al final no lo controlan porque hay gente valerosa. Por desgracia el gremio intelectual y artístico es cobarde. En privado muchas personas se ríen del lenguaje inclusivo, de las ideologías, etc., pero en público acatan toda la morralla. Esa gente es despreciable, tienen miedo y públicamente defienden unas actitudes que no tienen nada que ver con lo que defienden en privado. Es una sociedad que se rige por el miedo. Como pasaba en el cuento, es el miedo a decir que el rey está desnudo.
—¿Cómo ha sido capaz de escribir los 1.600 folios a bolígrafo?
—No es baladí el instrumento con el que uno escribe. Cuando ando apretado de tiempo, escribo a ordenador los artículos. Pero mis novelas las escribo a mano. Es una escritura más sufrida y te exige una mayor claridad mental. Es una escritura más demorada y atenta al matiz, más abierta a la inspiración, a la iluminación poética. Escribir una novela tan larga es una cuestión de constancia, de sacrificio y amor a mi trabajo. Una de las cosas que más agradezco a Dios es que sigo amando la literatura y amo mi profesión. Me hago viejo y uno pierde ciertas pasiones, pero el amor a mi vocación literaria no ha disminuido. Este libro tiene que ver con ese amor desaforado e inagotable a mi vocación. Además, esta es la novela más larga que he escrito. Mientras que para escribir la biografía de Ana María Martínez Sagi -'El derecho a soñar'- me ceñí más a los hechos, en una novela como esta hay una escritura más creativa y existe una tensión estilística con el lenguaje, por lo que es más costoso de escribir. Esta novela tiene una gran intensidad verbal, aparte de la documentación que manejas. La dificultad estaba en entrelazar tantas vidas con una intensidad estilística.
«Los alemanes dejaron trabajar a Picasso durante la guerra y este se afilia al Partido Comunista sólo cuando los nazis pierden la guerra»
Juan Manuel de Prada
Escritor
—El noventa por ciento de lo que relata en la novela se ajusta a la realidad, ¿no es así?
—Pese a que la novela tiene apariencia de gran esperpento y desafía la estética minimalística que prima hoy en día, sigue una estética expresionista y barroca. Tiene una base documental muy fuerte. La descripción de la vida del París ocupado se narra con una fidelidad microscópica. He contado con cartas privadas de los personajes que protagonizan la novela. Hay muchas historias ciertas aunque pueda parecer increíble. Me las he encontrado en las cartas que he hallado en los archivos. A veces he tratado cosas de personajes que no han tratado los estudiosos de ciertos personajes, como las colaboraciones que hizo Marañón con la Falange en París. Se ha ocultado porque se vendía a Marañón como una persona de la tercera España, pero al ocultarlo se ha perjudicado. Marañón pronunció una conferencia por el Día de la Raza. Fue una conferencia dentro de una fiesta que organizó la Falange. Allí había autoridades alemanas. Fue una conferencia muy valiente donde dijo que la raza era la lengua. La raza para él la representaban personas que compartían la misma lengua, ya fuera un español, un marroquí o un indio de América. Eso pronunciado en 1941 es asombroso. He querido desvelar cosas que se desconocen de los españoles en el París de aquella época y se rompe con maniqueísmos como los impuestos por la memoria histórica. La mayoría de los artistas exiliados en París participaron en las actividades culturales que organizaba la Falange. Hay artistas comunistas, republicanos y anarquistas que colaboraron con las actividades de la Falange. Algunos lo harían por chaqueterismo porque pensaban que Alemania iba a ganar la guerra, otros por necesidad económica o por ambición. Picasso no participó en esas actividades de la Falange porque era multimillonario. Durante la Segunda Guerra Mundial no tuvo una adscripción política. Los alemanes le dejaron trabajar sin ningún problema. Al final Picasso se afilia al Partido Comunista sólo cuando los alemanes pierden la guerra.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete