Las 6 fases para arrebatar al mar un navío del siglo XVII
En Cádiz todo está preparado para la inminente extracción del Delta I, una operación inédita en España por la envergadura de la embarcación y su cronología
Representación del alzado del pecio
Todo está preparado en el puerto de Cádiz para arrebatar al mar los restos de un navío del siglo XVII que se hundió hace casi 400 años con 27 cañones de hierro suecos y 22 lingotes de plata procedentes de las minas hoy bolivianas ... de Oruro y Potosí. Será una operación inédita hasta la fecha en España, «un gran reto», como lo define Milagros Alzaga, jefa del Centro de Arqueología Subacuática (CAS) del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), «pues será la primera vez que se extraigan del agua unos restos de esta envergadura y de esta cronología».
Buzos especializados han destapado al Delta I del fango que lo cubría a seis metros de profundidad y han dispuesto los sistemas para llevar hasta el muelle este histórico pecio, del que se conserva la zona más baja de la embarcación, unos 20 metros de eslora por siete u ocho de manga. Una vez en tierra, técnicos del CAS investigarán los restos para tratar de dar respuesta a algunas de las muchas preguntas que quedan por responder.
Tras su hallazgo durante la construcción de la nueva terminal de contenedores que se inició en 2011, se recuperaron los cañones 'Finbanker' y los lingotes, que fueron llevados al Museo de Cádiz, así como elementos de la vida a bordo, restos óseos de animales y una campana de bronce cuya posterior restauración reveló una leyenda: «Jesús, María y José. 1671». ¿La denominación original del barco?
Al coronel Alfredo González Molina, jefe del Área de Patrimonio Arqueológico Subacuático del Instituto de Historia y Cultura Naval no le cuadra. En la base de datos de la Armada, que hasta la fecha tiene documentados 1.892 buques españoles en todo el mundo y 309 extranjeros en aguas españolas, perdidos en diferentes circunstancias entre 1430 y 1992, figuran tres navíos así llamados, pero ninguno construido en ese año ni hundido en Cádiz en esa época. «Puede ser que fuera una campana recuperada de otro que se hundió», especula González.
El pecio, que ya fue trasladado en 2012 por las obras del puerto, volverá a ser movido por una nueva ampliación y los arqueólogos del CAS tendrán la oportunidad de estudiar durante tres meses cómo fue construido, tratar de afinar su cronología y de averiguar la causa de su naufragio hace casi 400 años. En el muelle 5 de Navantia Cádiz ya está todo dispuesto para recibir el pecio, cuya extracción es inminente.
«Todo el personal del CAS está preparado para iniciar la investigación, tanto desde el punto de vista arqueológico para analizar los restos de la arquitectura naval del pecio Delta como desde el punto de vista documental, con la intención de procurar obtener datos que puedan llevar a la identificación del navío al que se corresponden estos restos», asegura Alzaga.
Los pasos de la maniobra
En una primera fase, los buzos de la empresa Divership, que ya se encargó de los trabajos submarinos en el primer traslado, han retirado las arenas y fangos que lo cubrían con entre uno y dos metros de material y aumentaban el riesgo de roturas por su peso. No ha sido una tarea fácil, porque la visibilidad bajo el agua es prácticamente nula y han tenido que limpiar con dragas manuales casi al tacto, colocando cabos y barras en los alrededores para orientarse, según relata Eloy Saiz, jefe del departamento de Infraestructuras de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz.
Una cerámica hallada durante las excavaciones de 2012
Después han dragado los alrededores para recuperar los extremos de las cinchas de sustentación que se dejaron tras hace doce años. Por suerte, se encuentran en buen estado. También se ha preparado el fondeo de los bloques de hormigón que servirán de apoyo a una estructura metálica empleada en 2012, que se reutilizará para la maniobra de izado. La colocación de estos 'muertos' casi a ciegas «reviste especial dificultad», según Saiz, porque su posición deberá coincidir con las patas de la estructura para que los restos del navío puedan ser colgados de ella con seguridad y se mantengan estables.
Aunque se poseía un inventario de todas las maderas que componen el pecio, los técnicos han tenido que afinar el cálculo de su peso, tanto sumergido como emergido. Era un dato «fundamental» para comprobar si el armazón auxiliar soportará al pecio dentro y fuera del agua o si son adecuados los flotadores que lo izarán para su traslado bajo el agua hasta el muelle y las grúas que lo sacarán del mar.
La estructura metálica, repasada y pintada, será lanzada al agua mediante grúas móviles. Antes de soltarla se fijarán a ella los flotadores que una vez inflados la sujetarán. A continuación, un barco auxiliar remolcará este soporte flotante hasta la zona del pecio y allí se irán vaciando los flotadores principales hasta depositar el armazón metálico sobre los bloques de hormigón. No se deshincharán del todo para evitar que los muertos se claven en el fondo marino.
Remolcado bajo el agua hasta el muelle
Finalizada esta tercera fase, llegará el momento de trasladar el pecio hasta el muelle. Para ello, los buzos colgarán los restos del navío de la estructura metálica, enganchando a la misma las cinchas recuperadas con tensores y grilletes. Después, se hincharán de nuevo los flotadores para elevar todo el conjunto del fondo marino y se remolcará hasta el muelle número 5.
Una vez trasladado, los buzos engancharán a la estructura los cables de dos grúas móviles de 300 toneladas que, de forma coordenada, izarán el pecio y lo depositarán en el muelle. Se ha dispuesto una cama de arena de unos 10 a 20 metros de espesor y sacos de tierra que imitan el fondo marino sobre el que descansaba, «para que su apoyo sea lo más suave posible», indica el jefe de Infraestructuras del puerto de Cádiz. Un geotextil tupido colocado debajo impedirá la pérdida de arena, garantizando la fijación de los restos. Allí se retirarán las cinchas y la estructura metálica y sobre el pecio se colocará una carpa de 20 x 25 metros para su protección durante su estudio y desmontaje.
Los momentos más complejos
Todos los trabajos bajo el agua y con casi nula visión que se llevarán a cabo son complicados, pero Saiz destaca la complejidad de colocar los muertos que servirán de apoyo a la estructura, fundamental para que este esqueleto metálico descanse por igual sobre ellos y permita el enganche de las cinchas «para lo cual no hay mucho margen».
«Otros momentos espectaculares serán el izado del conjunto desde el fondo ayudado por los flotadores y la maniobra final de recuperación del pecio a superficie mediante dos grandes grúas que deben actuar combinadas», añade.
La principal dificultad, a su juicio, «son las incógnitas sobre el estado del pecio y lo que puede aguantar» porque el resto de los factores «tienen sus riesgos pero están acotados». Como el estado real de las maderas «es difícil de evaluar», Saiz remarca que se cubrirá prácticamente toda la superficie del pecio mediante cinchas y «todas las maniobras se han diseñado de forma que las fuerzas se ejerzan de manera muy suave para evitar dañar las maderas».
En la operación, cuyo coste previsto es de 658.122 euros, intervendrán 20 especialistas de Divership y una decena más del Puerto de Cádiz, así como cinco expertos del Centro de Arqueología Subacuática.
La construcción naval del siglo XVII
Para evitar el deterioro de las maderas, se contará con un sistema que las mantendrá húmedas mientras los arqueólogos del CAS procedan a desmontarlas para conocer cómo se unieron en su construcción, en qué orden, con qué posibles medios…
«Actualmente no conocemos suficientemente cómo se construían los barcos en el siglo XVII, pues hay una falta de reglamentos específicos que indiquen las pautas que regían la construcción naval de la época», explica la jefa del Centro de Arqueología Subacuática. «Solo existen documentos que hacen alusión a proporciones o a elementos muy concretos de la construcción, como los elementos de unión, el tonelaje máximo, el calado que debían tener los barcos, entre otros», continúa Alzaga, para quien contar con un ejemplo tangible como el de Delta I, «brinda una gran oportunidad para entender con mayor precisión los métodos y técnicas utilizados en la construcción naval del siglo XVII, lo que nos proporcionará una visión más clara y detallada de las prácticas de la época».
Pieza a pieza serán fotografiadas, escaneadas en 3D y catalogadas y marcadas con etiquetas de acero inoxidable antes de ser embaladas en geotextil rodeadas de arena y colocadas en una especie de palets metálicos para ser devueltas al fondo de la bahía de Cádiz, dentro de tres meses, en una zona habilitada para ello.
Los resultados que se obtengan de esta pionera operación proporcionarán, en opinión de Alzaga, «una valiosa información no solo para la comunidad científica, sino también para la educativa y social, de tal forma que todas las actividades de difusión que se lleven a cabo puedan irán encaminadas a fomentar el interés y el conocimiento sobre nuestro pasado histórico».
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