PATRIMONIO CERÁMICO
El azulejo del Studebaker de la calle Tetuán de Sevilla presenta nuevos daños cuando conmemora su primer centenario
La Joyería Chico, dueña del panel cerámico, ha pedido en varias ocasiones autorización a Patrimonio para poder protegerlo
La Asociación Niculoso Pisano organiza el 31 de mayo un acto en el Mercantil para glosar su historia y advertir del peligroso estado de conservación
Sevilla
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Iniciar sesiónSigue siendo el único coche que cada día 'circula' por la calle Tetuán, que hasta su peatonalización de 1991 siempre fue conducido a contramano en dirección al entorno monumental. El icónico panel cerámico publicitario del coche de Studebaker celebra sus primeros cien ... años de vida desde que fue ejecutado en la trianera fábrica de Ramos Rejano tras una obra maestra de 'ingeniería mecánica' por el ceramista Enrique Orce. Una de las grandes obras del patrimonio cerámico de Sevilla vuelve a presentar graves daños por vandalismo en varios de sus azulejos y deterioro en el esmalte por la exposición atmosférica cuando apenas han pasado seis años desde su última intervención. Según explican expertos consultados por este periódico, «con esa ubicación debería ser restaurada todos los años».
Ahora, como celebración del centenario, la 'Asociación Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano', centinelas de los barros vidriados de Sevilla, organiza el próximo 31 de mayo (19 horas) un acto conmemorativo en el Círculo Mercantil de la calle Sierpes en el que se glosará la historia del paño cerámico y realizarán una visita al azulejo, ubicado en la fachada de la Joyería Chico, otrora bar The Sport (Tetuán, 9), donde la asociación reconocerá también el mecenazgo de estos comerciantes (Andrés García e hijos), quienes han costeado con sus propios fondos hasta tres importantes intervenciones sobre el panel cerámico tras su degradación por la erosión y el vandalismo.
El azulejo publicitario del descapotable norteamericano con sus cinco señoritas nació fruto de la amistad entre José Guillén –conocido popularmente como «Pepe el del Sport» por ser el propietario del famoso club inglés de la calle Tetuán– con Vicente Aceña, quien fue representante en la capital hispalense de la marca automovilística. En 1978, cuando fue adquirido este local por los actuales propietarios–como recuerda Francisco Vallecillo en la web de la Asociación Niculoso Pisano–, se desmontó por primera vez el panel cerámico para trasladarlo a la trianera Casa de los Artesanos y ser restaurado del vandalismo destructor por Alfonso Orce González y Alfonso Orce Villar, hijo y nieto respectivamente del autor de la obra. La estrechez de la vía durante los años en los que aún circulaban vehículos, con el correspondiente roce de viandantes y carritos, perjudicó seriamente a un panel cerámico que jamás fue ignorado por el gamberrismo, incluso sufriendo golpes de martillo en alguna ocasión. En los años 2009 y 2017 fue restaurado in situ, cuando temporalmente se logró recuperar el esplendor original de la obra.
En multitud de ocasiones han reclamado los propietarios de la Joyería Chico una solución para proteger el icónico coche del Studebaker, como un posible retranqueo de la fachada para incorporar un cristal protector, su reubicación en la primera planta de la misma fachada como ocurre con el retablo de Velázquez de la calle Sierpes o su sustitución por una réplica –propuesta ajena a la joyería– para exponer el paño original en el Centro de la Cerámica de Triana. Todas estas propuestas han sido rechazadas por la Comisión Local de Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla, quienes exigen conservar la obra en su emplazamiento original.
Desde la Asociación Niculoso Pisano recuerdan a este periódico que el panel cerámico está expuesto a múltiples agresiones como el vandalismo y el desgaste atmosférico. «Sevilla es una ciudad muy húmeda, lo que afecta gravemente a los esmaltes. Además, no sólo debemos preocuparnos de los gamberros que buscan dañar el patrimonio, sino que hay personas que sin mala intención pasan con un carrito o se apoyan –ponen el ejemplo de los músicos callejeros o del público de una cofradía– y que dañan el esmalte de la obra». Según exponen, en una ubicación así «haría falta restaurar la pieza casi todos los años».
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