Trump vincula el paracetamol con el autismo pese a la evidencia científica

La iniciativa impulsada por Robert F. Kennedy Jr. ha desatado alarma en la comunidad médica

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, junto al secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr. Reuters

David Alandete

Corresponsal en Washington

El presidente Donald Trump tomó este lunes la inusual decisión de dar consejo médico directo a los estadounidenses, y en particular a las mujeres embarazadas. Desde la Casa Blanca, afirmó que el paracetamol —uno de los analgésicos más comunes del mundo, conocido ... en Estados Unidos bajo la marca Tylenol— debe recomendarse únicamente cuando sea «médicamente necesario», por ejemplo en casos de fiebre muy alta. «No hay ningún inconveniente en no tomarlo», aseguró, en una afirmación tajante y sin respaldo científico que contradice las recomendaciones de los principales organismos de salud pública.

Las mujeres embarazadas ya reciben orientación para un uso prudente de paracetamol, según el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, que lo considera un fármaco seguro en circunstancias concretas. La fiebre no tratada, recuerdan los especialistas, puede suponer un riesgo tanto para la madre como para el feto. Además, el paracetamol se prescribe en algunos casos para tratar dolores de cabeza porque, si no surte efecto, ayuda a diagnosticar preeclampsia, una complicación grave del embarazo. Varios médicos expresaron su temor a que los comentarios de Trump lleven a embarazadas a rechazar el medicamento incluso cuando sea necesario, con consecuencias adversas para su salud y la de sus hijos.

El presidente fue más allá. Insistió, como en ocasiones anteriores, en que existe una relación entre el aumento de diagnósticos de autismo y el consumo de paracetamol durante el embarazo, una hipótesis para la que no hay evidencia concluyente. Y volvió a repetir una de sus ideas más controvertidas: que las vacunas están detrás del aumento de casos de autismo. «A los bebés les meten hasta 80 vacunas a la vez, es una desgracia», dijo. Sus declaraciones se producen pese a que décadas de estudios científicos han desmentido de forma sistemática cualquier vínculo entre vacunas y autismo.

Trump habló sin matices, a pesar de carecer de formación médica. «No hay nada malo en no tomar Tylenol», reiteró, y aconsejó a las embarazadas evitarlo en la medida de lo posible. Además, aseguró que «bombear tantas cosas a los bebés es inaceptable», en alusión a las vacunas. Ninguna de esas afirmaciones tiene sustento en la literatura médica ni en las guías internacionales de salud pública.

El anuncio forma parte de una campaña más amplia, impulsada desde el Departamento de Salud por Robert F. Kennedy Jr., que pretende revisar factores ambientales en la aparición del autismo y promover la leucovorina, un fármaco poco conocido, como posible tratamiento. La comunidad médica ha reaccionado con cautela y alarma: por un lado, subraya que la investigación sobre leucovorina es incipiente; por otro, teme que las palabras de Trump disuadan a embarazadas de seguir recomendaciones básicas para su bienestar y la de sus hijos.

Con esta comparecencia, Trump se coloca en el centro de un debate médico que la ciencia aborda con prudencia y evidencia acumulada a largo plazo, y lo hace en un tono político inmediato, sin matices. Sus declaraciones prometen abrir una nueva brecha entre la Casa Blanca y la comunidad científica, que advierte de los riesgos de lanzar mensajes categóricos sin respaldo empírico a millones de personas en un tema tan delicado como el autismo.

Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud y artífice de la iniciativa, respaldó el anuncio con un ataque directo al enfoque científico tradicional. Aseguró que los Institutos Nacionales de Salud (NIH) habían estado centrados «casi exclusivamente en investigaciones políticamente seguras y completamente estériles» sobre los factores genéticos del autismo. «Eso sería como estudiar las causas genéticas del cáncer de pulmón sin mirar al tabaco», dijo.

Sus palabras reflejan la voluntad de la administración Trump de dar un giro hacia hipótesis ambientales y farmacológicas como explicación del aumento de diagnósticos. Sin embargo, la comunidad científica lo rebate: expertos que han identificado cientos de genes vinculados al autismo insisten en que se trata de un trastorno resultado de una compleja combinación de predisposición genética y factores ambientales, y advierten de que reducir la investigación a una sola línea puede distorsionar la comprensión del problema.

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