Crítica de «The Beast»: La ciudad como laberinto

Entre esos otros ejemplos de una forma alternativa está (o estaba, en la era de Lino Ventura y Melville) el «polar» francés. Y en uno de esos policiales galos se basa esta película, si bien es difícil imaginar que el original alcanzase el grado de sordidez en que incurre el director y guionista Lee Jung-ho. Por lo demás, sin novedad en el frente «noir». Estamos en un mundo urbano que se presenta como un laberinto plagado de camellos, policías que apatrullan sin cesar, asesinos en serie y demás criaturas de la noche negra del cine negro.

El particular minotauro que hay que buscar es la bestia del título internacional de la película, que se esconde en la guarida de una banda de traficantes: el asalto a la cueva es una de las secuencias más originales de la función. Y Teseo se subdivide en dos polis enfrentados entre sí y a la hora de ganarse un ascenso encontrando primero al monstruo: su disputa debe ser el principal elemento que se retiene del original, en un esquema tópico que se aguanta gracias al buen trabajo de Lee Sung-min, principalmente. Su recorrido del laberinto es un verdadero descenso a los infiernos que observamos horrorizados hasta un dilatado y excesivo final que sin embargo no consigue que nos desenganchemos, aunque nos dejemos algún jirón por el camino.