PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA
De la virtud al pecado
En horas veinticuatro, Guardiola ha pasado de ser la rebelde con causa del PP a convertirse en la virgen desflorada por la 'realpolitik'
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Yo no sé si el error inicial lo comete Mazón al precipitar el acuerdo con Vox, o Guardiola haciéndose fuerte en la idea de que con el partido de Abascal no iría ni a la vuelta de la esquina. Lo que sé es que ... esa manera disímil de enfrentarse a un problema idéntico ha metido al PP en un lío de tres pares de narices. ¿Hay un Vox con el que se puede pactar y otro con el que no? ¿La virtud ideológica del PP extremeño es más respetable que la del PP valenciano? Esas dudas no podían seguir sobrevolando el tejado de Génova y Núñez Feijoo, después de estar tocando el violón durante dos semanas, decidió despejarlas diciéndole a Guardiola que calladita está más guapa. O sea, que si Vox es un novio razonable para unos lo tiene que ser para todos. Deciden las urnas, no los egos. Y el de la lideresa extremeña, tras la admonición genovesa, ha quedado maltrecho.
Es verdad que su discurso era más estético que el de Mazón. Al no apresurarse a negociar su investidura daba la sensación de que marcaba distancias con la idea de alcanzar el poder a cualquier precio, a diferencia de lo que había hecho su expeditivo conmilitón valenciano. Ese contraste de paciencia frente a prisa, de virtud frente a ambición, ha servido para inspirar no pocos artículos elogiosos construidos desde la premisa equivocada de que hay un PP coherente y otro incoherente. El coherente es el que defiende que su programa es incompatible con el de la formación de Abascal, y el incoherente es el que se presta a canjear convicciones por prebendas. Aunque estoy de acuerdo con ese principio general, niego que sea aplicable al caso que nos ocupa. No sé muy bien a qué convicciones profundas ha renunciado Mazón pactando con Vox. ¿Hay alguna promesa electoral que haya decaído? La fundamental, la de promover la alternancia para acabar con la pérfida influencia pancatanalista del Botánic, parece, desde luego, a buen recaudo.
No creo que Guardiola pueda decir lo mismo. En su caso sí que hay al menos una convicción profunda –la de que su programa era incompatible con el de Vox– que ya ha sido arriada del mástil. Y ni siquiera lo ha hecho ella misma. Ha dejado que lo hagan los celadores de Madrid. En horas veinticuatro ha pasado de ser la rebelde con causa del PP, la Maria Goretti de la derecha valiente, a convertirse en la virgen desflorada por la 'realpolitik'. De la virtud al pecado. Nada de esto hubiera pasado si no se hubiera puesto tan estupenda durante su campaña electoral. Elevó a categoría su incompatibilidad con Vox y ahora tiene que pagar las consecuencias de haber ignorado los puntos que tenían en común. Pincho de tortilla y caña a que, a partir de ahora, todo lo que haga sonará a claudicación y ella pasará a la historia no como la presidenta extremeña que llegó al poder por haber conquistado ese derecho en las urnas, sino por haberse rendido ante quienes señaló sin necesidad como sus enemigos.