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PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA

El gordo feliz

No me recuerdo más feliz siendo exgordo, y todavía menos durante el trance de conseguirlo

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Luis Herrero

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Una de las pocas cosas buenas que puedo decir de mí es que nunca he tenido complejo de gordo. No quiero decir con esto que sea bueno estar gordo, sino que está bien vivir sin complejos. Lo único que me molestaba de tener unos ... kilos de más, siendo adolescente, es que las chicas solían preferir a tipos más atléticos que yo. Aún así no puedo quejarme de haber tenido un historial romántico deplorable. Es verdad que coleccioné varios sacos de calabazas, pero algunas de mis novias fueron guapísimas y maravillosas. Para conseguir lo mismo, otros amigos, gordos como yo, se empeñaron en adelgazar a toda costa utilizando métodos expeditivos que por regla general acababan degenerando en una obsesión estética que convertía el cuerpo que nunca tendrían en un dictador sádico y despiadado: deporte compulsivo, dietas a base de apio y de forraje, bebidas de raíces guatemaltecas y privaciones continuas que les hacían estar de un humor de perros hasta que un buen día, hartos de la halitosis que les impedía acercarse a los labios de las chicas y consumidos por la ansiedad, acababan poniéndose ciegos a hamburguesas con beicon y regresaban, frustrados y cariacontecidos, a su estado natural.

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