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MAR DE FONDO

Chulería de barrio

Es lógico que Sánchez se tapara y mandara a uno de los suyos a pegarse. A saber si podía imaginar, o no, que acabaría vapuleado por Feijóo

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Teodoro León Gross

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El chulo de barrio alcanza su punto de gloria cuando ya no se ve solo imponiendo su matonismo tabernario con el palillo colgado del premolar y la carraspera acentuada por el tercer whisky malo, sino viéndose al mando de una banda de pandilleros que le ... sirven bien. Algo de eso se vio ayer en el Congreso. En 2014 pudo liderar el PSOE un tipo noble como Madina pero la militancia optó irreparablemente por unir su suerte a ese estilo faltón de pocas lecturas y muchas bravatas. Y ayer Pedro Sánchez, al que los buenos trajes nunca le han podido disfrazar los andares de bravucón, ni siquiera cuando cruza el Barleymont con ínfulas de personaje de Tom Wolfe, dio ayer su genuina talla al enviar a Óscar Puente a pegarse con Feijóo en su debate de investidura. Esa es la impronta del macarra triunfador: cuando ya puedes mandar a otro a pegarse por ti. Lo nunca visto, pero en definitiva nunca se había visto un presidente de esa catadura en la bancada azul. Y ya puede vestirse de seda como advierte el refranero, pero definitivamente nada puede travestir al patán que ayer decidió mandar al ruedo al más fanfarrón de su bancada, a caballo entre Rubiales y Ábalos, capaz de hacer parecer a Rufián un lord de Santa Coloma de Gramanet incluso con la impresora en ristre. En lugar de una solemne sesión de investidura, se les ocurrió una versión castiza de 'West Side Story'.

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