San Miguel en San Miguel

-Es verdad, no me había fijado; pero ahora que lo dice usted, así ocurre...

Pues naturalmente. La novelera Sevilla que describíamos ayer dándose bofetadas para entrar en el Primark de la Torre Pelli es una ciudad que guarda memoria de lo que ya no existe ni conoció, como La Pasarela. O como los nombres de las puertas derribadas. O como fiestas que desaparecieron, cual la Feria de San Miguel. Que era una feria ganadera considerable, en vísperas de la de Zafra, que sigue siendo la más importante en el Sur de España. De esta Feria de San Miguel ya sólo queda la memoria de los carteles taurinos, aparte de un intento municipal de recuperación que este año se hace por segunda vez, con la llamada «Velá de San Miguel» en el Muelle de la Sal, que fue inaugurada anoche.

Y al escuchar por la radio el anuncio atrayente que el empresario Ramón Valencia hace de los carteles de San Miguel, caigo en la cuenta de que este año la taurina Feria de San Miguel, a diferencia de muchos anteriores, cae precisamente en San Miguel, el 29 de septiembre. Otros años esos festejos se han celebrado en el último fin de semana de septiembre, fuese el día que fuese, y a San Miguel que le vayan dando: que se conforme con su puerta de la Catedral, a la que casi nadie conoce por ese nombre, sino «por donde entran las cofradías».

Nos creemos que es muy sevillano que esto de que las Ferias no coincidan con sus fechas tradicionales y que en 2019 la Feria de Abril, por ejemplo, sea enterita en mayo, del 4 al 11 de mayo. Nos creemos que eso de que la Feria de Abril sea en mayo ocurre sólo aquí, pero en Munich, capital de la católica Baviera, la famosa Oktoberfest, la Fiesta de la Cerveza, se celebra... en septiembre.

-¿Con lo cuadriculados que son los alemanes puede ocurrir eso, que más que la Oktoberfest debería ser la Septemberfest?

Pues ocurre. Y este año la Fiesta de la Cerveza va un poco más alargadita hacia octubre: empezó el 22 de septiembre y acaba el 7 de octubre. Pero otros años el 2 de octubre estaba ya lista: la Oktoberfest apenas tenía dos días en octubre propiamente dicho. Mi nieta Ana, que cuando está en la Feria de Sevilla se viste de flamenca, me ha mandado su foto de la Oktoberfest, guapísima, vestida con el «dirndl», el traje típico bávaro para las muchachas y las señoras; ya saben, con un corpiño de tirantas, una blusa blanca y un delantal. Y me dice que por toda la ciudad andan los muchachos y los señores vestidos con su «lederhosen», los pantalones cortos de cuero con peto, y su camisa de cuadritos, camino del Real de la Feria de la Cerveza, que allí le llaman a ese campo de 46 hectáreas el Theresienwiese, ¡toma ya! Y ahora que lo pienso, ni octubre, ni Munich, ni nada. Donde de verdad deberíamos celebrar la Feria de la Cerveza, y en abril, era aquí en Sevilla, donde rendimos culto a la Cruzcampo como algo muy nuestro. Que lo es. Porque miren qué contradicción más grande: la que debería ser la Feria de la Cerveza en «Der Remedienwiese», es la Feria del Rebujito.