TRIBUNA ABIERTA
El Guadalquivir de las estrellas
Quienes ahora deben tomar la decisión de ubicar la Agencia Espacial Española tienen ante sí la posibilidad histórica de anudar el pasado y el futuro de la exploración aeroespacial situándola en Sevilla, puerta de América y puerta del cielo
José María Jurado
Durante la Era de los Descubrimientos, Sevilla fue la capital del mundo, la Nueva York del siglo XVI. Sobre la gran manzana hispalense se alzaba la Giralda como el Empire State y las cresterías de la Catedral se mecían al viento de la luz igual ... que la espiga dorada del Edificio Chrysler. Por el Hudson del Guadalquivir llegaban los galeones henchidos de tesoros hasta la Torre del Oro, puerta de la prosperidad, como si la Estatua de la Libertad hubiera dejado posada su antorcha dorada en la desembocadura del arroyo Tagarate, que así se llamaba entonces el East River.
Las vistas del puerto de Sevilla de los siglos XVI y XVII, como la atribuida a Sánchez Coello en el Museo de América en Madrid o el impresionante panorama anónimo que atesora la Fundación Focus, muestran cómo desde el puente de barcas de Brooklyn-Triana al barrio del Arenal se desplegaba el mayor teatro de operaciones logísticas del mundo, el World Trade Center. En estas pinturas late el bullicio de la ciudad junto a las naves varadas o a punto de entrar en ignición desde un centenar de pontones, lanzaderas espaciales de la época.
Porque Sevilla, donde nacía el Caribe, era también Cabo Cañaveral (Florida) y sus atarazanas los gigantescos hangares donde se carenaban los galeones que a los ojos del hombre del Barroco parecerían monstruos mitológicos, como a don Quijote parecían gigantes los molinos de viento. El 'Atlantis' o el 'Endeavour' eran el 'San Juan Nepomuceno' o la nao 'Victoria', los transbordadores espaciales de su era. Bajo el 'skyline' del caserío sevillano se extendía un centro aeroespacial consagrado a cartografiar el cosmos cuya materia oscura empezaba en los océanos, donde aún había dragones.
En Sevilla estaba la Casa de Contratación, o sea, la NASA, centro de operaciones de las grandes travesías cuya planificación milimétrica era semejante a la que siglos más tarde llevaría al hombre a la luna. Aquellas flotas enviadas al confín de los mares que retornaban al cabo de largos meses y años con noticias de otros mundos anticiparon las misiones de las sondas que hoy surcan el sistema solar por el cósmico mar de los Sargazos. En aquel primigenio centro de I+D, una legión de sabios y científicos medía el universo y perfeccionaba mapas e instrumentos de navegación. Los exactísimos portulanos fueron los primeros radares sobre pantallas de plasma; brújulas, astrolabios y sextantes, los primeros prototipos de la navegación satelital.
Aquel pequeño paso para un hombre que dio Neil Armstrong cuando descendió del 'Eagle' al Mar de la Serenidad no era el primero. El 'Apolo XI' cabalgaba sobre hombros de gigantes, desde la expedición de Magallanes y Elcano al galeón de Manila. Aquel gran paso para la humanidad hubiera sido inconcebible sin ese pequeño paso –«ay río de Sevilla, quien te pasase»– por la pasarela del Guadalquivir.
Quienes ahora deben tomar la decisión de ubicar la Agencia Espacial Española tienen ante sí la posibilidad histórica de anudar el pasado y el futuro de la exploración aeroespacial situándola en Sevilla, puerta de América y puerta del cielo.
Desde el inicio de la aviación, la ciudad contribuyó a su desarrollo. Menos de una década después de que la humanidad abriera sus alas con el vuelo de los hermanos Wright (1903), hecho al fin realidad el sueño de Ícaro y de Leonardo, nacía, junto al Guadalquivir, el aeródromo de Tablada. En 1910, durante la Feria de abril, se celebró en Tablada la Primera Semana de la Aviación, el primer certamen de España y uno de los primeros del mundo. En Tablada aterrizó en varias ocasiones el 'Graf Zeppelin', que apareció por primera vez como una catedral flotante en el horizonte de la ciudad poco antes de la Exposición del 29, cuando Sevilla pudo constituirse en la terminal de los vuelos transoceánicos con América del Sur. De Tablada partió en 1920 el primer vuelo comercial de España con destino a Larache, y de Tablada despegó el legendario vuelo del 'Cuatro Vientos' que en 1933 y tras 40 horas de travesía sin escalas aterrizó en Camagüey, Cuba, sobrepasando la hazaña de Lindbergh y el 'Espíritu de San Luis' (1927).
No son solo las razones históricas las que justificarían esta designación. En la fábrica de la Hispano-Aviación trianera se construyó el primer avión a reacción español en 1955 y desde entonces ha existido una continuidad industrial en la ciudad que culminó con la inauguración en 2003 de Aerópolis, principal polo aeroespacial de España. Sevilla siempre ha mirado al cielo, desde las alturas matemáticas y árabes de la Giralda, donde Jabir ibn Aflah medía el firmamento, a la infatigable actividad de sus astrónomos aficionados que tuvieron por maestro a José Luis Comellas, catedrático de su Universidad y descubridor de veinte estrellas dobles.
La Agencia Española Espacial debe ubicarse en Sevilla, donde en su día estuvo la Casa de Contratación, universal ejemplo de descentralización administrativa, para profundizar en el conocimiento del universo junto al mismo cauce que conducía al Nuevo Mundo, el Guadalquivir de las estrellas.
Es poeta
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