pásalo
Según el Miserere de Morricone
Hoy apaciguamos el futuro prolongando la memoria del pasado
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Iniciar sesiónPUEDES repasar el catálogo infame de torturas con las que el hombre suele hacer barbaridades en nombre de no sé qué. Pero muy pocas tan dolorosas y brutales como la pena de destierro en un Domingo de Ramos. Si alguna vez la has padecido seguro ... que te dejó clavado el rejón de la desgracia en el costado. No es humano desconsolarte en el laberinto de las referencias perdidas, sin más norte que la melancolía, sin más certezas que saberte emigrado de las esquinas de tus afectos. Dejas de ser un ciudadano, porque esa gracia se alcanza pisando las calles de tu pertenencia. Eres un extraño en tierra oscura, lejos de la tuya, a años luz de la luz de tu ciudad, en el cayuco infame de la tristeza. Tanta es la que te inunda que tu alma es capaz de echarle un pulso en desconsuelo al Ave María guaraní.
Hoy apaciguamos el futuro prolongando la memoria del pasado. Es decir, te pegas una sobredosis de vitalidad emocional, tan alegre como un palio de plata bailando el Rezaré de Silvio y tan desasosegante como volver a tu barrio de niño y encontrarte en la esquina donde comenzaste a entender el mundo según la palabra del padre un gastrobar de platos grandes y comida en paradero desconocido. Un día como el de hoy te lleva a las rodillas con mercromina de la infancia y relativiza los suspiros
de los sueños rotos. Y todo en una turbonada de sensaciones y emociones que las resume la exactitud de un balcón desde donde se le canta al Amor. My sweet lord, lo invocaba Harrison…
En mi primera incursión escrita sobre la Semana Santa, Swing María, Salvador Távora le escribió un prólogo tan bello, tan sevillano que aseguraba que las vírgenes sevillanas han soñado, desde siempre, con dejar sus mantos bordados y sus encajes, colgados en una silla de enea de las que venden en la calle Feria. Ese prólogo lo releo en estos domingos, mientras escucho a Silvio, a Enrico Petrella o a Font de Anta poniendo a temblar San Juan de la Palma con las amarguras de los hombres. Hoy se nos revela en los criptogramas de cera sobre el suelo de Sevilla la historia sagrada de nuestros sentimientos, de nuestras plegarias más íntimas, de nuestros recuerdos heridos, del paso de la vida que se va, ay que se va. La eternidad dura lo que una caricia temblorosa sobre el dorado de unos respiraderos. Y la resurrección es sinónimo de un chocolate con calentitos. Ringados por la exigencia nos despojaremos el terno del tiempo para colgarlo de madrugada en un ropero abierto que lo inundará el olor de los barrios, el reverbero de una estrella, el ombligo de la luna. Y en el bolsillo del corazón nos vencerá la elegancia dramática del Miserere de Don Ennio. Es día de palmas y olivos y no hay penitencia más dura que tus pies desconozcan el suelo que pisan...
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