vivimos como suizos

Ilusiones

Las clarisas y el alemán que lame retretes nos distraen del 'post procés'

Monjas

Una serie que desmiente a Carson McCullers

Ha escrito Valentí Puig que el 'procés' ha frustrado las expectativas ilusorias que generó, sin calcular la fatiga y la decepción que podían provocar. También en los que no podíamos votar. Esa turra de años. Más allá de las ilegalidades, nos hemos sentido como el ... médico de 'Amanece que no es poco' con el tabernero intelectual, heterosexualmente hablando: «Me cago en todos tus muertos, Tirso. Me cago en todos tus muertos uno a uno la tabarra que me estas dando». Turra y esa ensoñación que hasta el Tribunal Supremo puso por escrito en sentencia. Hay que dar gracias al político alemán que lame retretes públicos y a las clarisas de Belorado por haber restado protagonismo al 'post procés' o a lo que demonios sea esto que tenemos desde el domingo.

Además, hemos aprendido que el gentilicio es beliforano. Seguro que Óscar Díaz, ganador de 'Pasapalabra' lo sabía. Igual que sabía que Fahrenkamp es el arquitecto que diseñó la Villa Wenhold en Bremen (antes, muchos solo conocíamos a 'Los músicos de Bremen'). O que el puesto en que se venden retazos de diferentes telas se llama maulería. O que Sucumbíos es una provincia en Ecuador con capital en la ciudad de Nueva Loja. Las monjas hablaron con Ana Rosa Quintana (cosa que a 'TardeAR' no le subió la audiencia) y Sor Isabel de la Trinidad, la abadesa, dijo: «No creemos que Francisco sea Papa, hemos caído de una ensoñación, todo es un invento, no queda ni un rastro de lo que fue su fundación por Nuestro Señor Jesucristo». Y de Pablo de Rojas dicen que es «un pastor entrañable». Yo preferiría un pastor alemán.

De caerse de un guindo a caerse de una ensoñación. O sea, que la religión desde el Concilio Vaticano II es un invento. Solo desde el Concilio Vaticano II. Hay que 'fuck yourself'. A De Gaulle le gustaban 'Los tres mosqueteros', pero creía que su éxito se debía a que la guerra con Inglaterra no debía nada a la política de Richelieu sino a los herretes de Ana de Austria que D'Artagnan recupera. «La gente desea que su historia se asemeje a sus sueños». Y luego está el ilusionismo marrano de David Copperfield.

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