Arma y padrino
La turrita abajofirmantística
Es imprescindible la cualidad de extraordinario para lograr el fin deseado
Obligados a defender al impertinente
En el nombre del padre
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Iniciar sesiónEl único manifiesto que he firmado yo en mi vida ha sido un manifiesto en contra de los manifiestos. Y, como todo manifiesto que se precie, no sirvió para nada: ayer mismo volvieron a la carga los de Elmundodelacultura con un nuevo manifiesto para alertar sobre el advenimiento de la ultraderecha ... (que viene, que viene), el fango y los bulos, la desinformación, los jueces y los periodistas que son (somos) muy malos. El apocalipsis, vaya. Otra vez y nosotros con estos pelos. Pero, miremos el lado bueno, al menos hay algo transversal y común hoy en día: la afición por el abajofirmantismo. Porque a ambos lados del espectro ideológico se da el fenómeno y a cada manifiesto de Elmundodelacultura le corresponde uno de Losintelectuales. Y siempre son los mismos, con admirable tesón e inagotable constancia. Podemos hacer la prueba: deme usted un manifiesto, el que sea, y, nada más leer el primer párrafo, soy capaz de decir veinte nombres de abajofirmantes con un margen de error de tan solo una firma (por exceso o por defecto). Así, si en la primera línea ya se denuncia el alarmante acoso de la derecha extrema y la extrema derecha al legítimo gobierno progresista porque algunos no quieren renunciar a sus privilegios y el futuro será feminista, trans y negro o no será, voy con todo a que firman Ana Belén, Víctor Manuel, Carlos Bardem, Rosa Villacastín y Pedro Almodóvar. Si contra lo que se rebelan es contra el guerracivilismo instrumental, el uso personalista del poder y el desprestigio de las instituciones, firman, estoy segura y entre otros, Fernando Savater, Andrés Trapiello, Félix Ovejero, Francesc de Carreras y Cayetana Álvarez de Toledo.
No es que yo tenga nada en contra del manifiesto como declaración pública, al contrario. Me parece que están en su derecho de hacer uso de su libertad de expresión, el mismo del que hago uso yo en este momento al ejercer la crítica. Pero me permito desde aquí, por su propio interés, hacerles dos sugerencias: la primera es renunciar al abuso y dosificarse. El exceso abajofirmantístico neutraliza el efecto de sugerente y, en consecuencia, como herramienta para llamar la atención mediática sobre un hecho inusual que merece la pena ser abordado en la conversación pública, fracasa. Es imprescindible la cualidad de extraordinario para lograr el fin deseado. La segunda, esta es por nuestro propio bien como eventuales (y sufridos) lectores de manifiestos, es que cuiden la redacción, si no es por decoro que sea por caridad. Yo no sé quién es el poco dotado escriba pero debería deponer su actitud. Algunos párrafos son realmente sangrantes, casi ofensivos. Quiero pensar que Luis García Montero no lo ha leído antes de firmarlo porque, de hacerlo, debería haber exigido respeto por nuestra lengua en calidad de director del Instituto Cervantes (o le veo un poco en dejación de funciones). Como no me gustaría caer en eso tan feo de criticar sin dar soluciones me ofrezco para redactarles un manifiesto tipo impecable y reutilizable. Al menos, si no son capaces de ahorrarnos la turra, que nos ahorren el bochorno.
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